(PR/Norma Migueles) El sábado pasado en el espacio comunitario que funciona detrás de los muros en Pellegrini y Rivadavia, por iniciativa del grupo Manos a la Tierra, se celebró a la Pacha Mama, con actividades que revalorizan el trabajo con la tierra, la siembra y la cosecha.
La celebración a la Pacha Mama es una ceremonia ancestral que se remonta a la civilización Inca y es un rito que cada año se repite sobre todo en las comunidades del noroeste, cuando se reconoce a la deidad femenina más importante, la madre tierra, cada 1 de agosto.
Cada sábado Carlitos Irusta conductor de Manos a la Tierra abre las puertas del espacio donde decenas de personas se acercan en forma voluntaria a aprender y compartir saberes.
Y este año quisieron abrir los brazos a la comunidad celebrando esa eterna comunión entre el hombre y la tierra, en una pampa húmeda generosa como la que nos rodea, para agradecer los dones que engrandecen las comunidades.
En el espacio estaba Facundo Rebasti ( hoy director de vecinales) pionero en pensar este sitio como un lugar de encuentro comunitario, luego se acercó el intendente Leo Chiarella y aceptaron el desafío de beber el sorbo de caña con ruda que “protege de los males”.
Unos cuantos niños correteaban y se acercaron también a dejar su ofrenda a la madre tierra, quizás sin saber el significado de las palabras de sus mayores, pero ya quedará marcada en su mente este noble gesto de dar.
DAR PARA RECIBIR
Pachamama Kusilla Kusilla no me comás todavía, hoy agradecemos lo recibido y pedimos que nos acompañes en nuestro viaje”
El llamado provino de esa pequeña isla verde ubicada pleno centro citadino forjado en cemento y ladrillo. El lugar parece un oasis, flores, verduras de hoja, aromáticas, gente que se reúne a compartir saberes y comulgar con el sagrado trabajo de la tierra, re-cordando que somos parte del ADN de este planeta, somos tierra y debemos cuidarla como ella nos cuida a nosotros.
Y fue este año sentí que teníamos que traer ese sentimiento de nuestros ancestros a una cultura donde pedimos, rogamos, exigimos, pero pocas veces damos sin esperar nada a cambio. Y pedí permiso para compartir la ceremonia que tanto siento en mi ADN donde tira fuerte la sangre de los pueblos originarios.
Bella gente de Manos a la Tierra, respetuosa, humilde aceptó la propuesta y así fue que el sábado en una tibia mañana de invierno, en medio de la pampa húmeda, le ofrecimos los dones que cada año nos da la Pacha: semillas, frutas, verduras, cereales, y una carga de amor tan grande que en el corto plazo, seguro surgirá en ese rinconcito del espacio en un enorme ramo vegetal mostrando la fuerza latente de la tierra pampa. La semilla está plantada.