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¿Qué sucede y qué significa “la noche de La Fábrica Bailable”, en Elortondo?

la fabrica bailableA 20 años de la inauguración del local bailable “La Fábrica” de Elortondo, PUEBLO Regional concreta una vieja deuda periodística: reflexionar sobre el significado de ese fenómeno bailable, y adentrarnos en el seno de su noche para responder o fomentar mitos, desterrar o confirmar sospechas. Esta es la crónica de mucho más que una noche.

Elortondo/Región (PTA)- Si bien “la noche” es un negocio manejado por empresarios que, con más o menos escrúpulos, persiguen un fin de lucro (todos lo hacemos en nuestras actividades comerciales), hay algunos negocios que se manejan con mas consideración al prójimo que otros, y hay actividades comerciales que pueden despertar mayor o menos simpatía en el interlocutor. Dentro de este margen  delimitado, creemos que “La Fábrica”, aún siendo una empresa muy redituable, reúne muchas condiciones como para que uno se formule varios interrogantes en torno a ella. Y esto va más allá de quiénes sean o no sus propietarios. En rigor de verdad, las personas que dirigen las empresas le imprimen una lógica que en definitiva tiene que ver con la forma de verse a sí mismos, y de ver al prójimo. Más allá del debate sobre si debe o no estar en el lugar que está, y muy por encima de si los vecinos objetan o no su existencia y funcionamiento u otras cosas (y respetando esas posibles opiniones); nuestra intención es, en este número de PR, revalorizar y rendirle homenaje no a una familia de empresarios sobrevivientes de los avatares del país (de esta región, de esta localidad) sino a una empresa que trasciende el hecho de no ser solo eso, para convertirse en algo que socialmente cobra dimensiones de un valor inestimable: un lugar donde los postergados, lo sufrientes, los ninguneados, logran hacer un enroque de esa injusta situación social y se presentan ante la comunidad como “locales”. Como protagonistas. Por ello, entre otras cosas, nos proclamamos en este artículo como “fabriqueros”.

Introducción.

Para muchos, la lenta y aburrida jornada dominical no es solo “el día después de asistir a la noche de La Fábrica Bailable”. Para ellos el domingo es, en cambio, el primero de los días antes de regresar a “La Fábrica”. Desde hace 20 años ese local nocturno funciona congregando a vecinos de todas las localidades de la región ¿Qué se hace en la Fábrica Bailable? Se la pasa bien. Allí los parroquianos se olvidan de las extensas jornadas de trabajo, se deja de lado el tiempo de sobra del desocupado, se desatiende el dolor de aquel que (aquella) que es víctima del desamor. Esquive a  los problemas cotidianos que dura unas cuantas horas ¿Está mal esquivar un poco, parcialmente, aunque sea unos cuantos minutos,  las desdichas cotidianas? ¿Existe algo equivocado en el hecho de jugar a que se es otro, a que se es más feliz? Intentar ser un poco más feliz rodeado de amigos, observando alguna dama. Conociéndola. O simplemente estando…

Un análisis pretendidamente sesudo plantearía la necesidad “no perder de vista los conflictos laborales y las desdichas sociales, para así tomar conciencia y compromiso; y lograr revertir esas situaciones de injusticia, sometimiento, sufrimiento. ¡Pero qué joder! Es la realidad de cada rostro la que indica no solamente que resulta necesario, sino que es hasta imprescindible el respirar. Descansar. Distenderse. “Cargar las pilas” para la larga semana de trabajo. Para verle la cara al patrón… Lograr prepararse para continuar ¿Y quién puede decir que eso no está bien? Nosotros no.

El “ser fabriquero”.

Cuando un sustantivo adjetiva para señalar con cierta precisión un grado de pertenencia a algo, es que se está ante algo cuanto menos interesante. Sucede con los clubes de futbol, con los partidos políticos, con algunos ídolos populares. Con esta misma lógica, aquella persona que concurre asiduamente a “La Fábrica” se transforma en “fabriquero” ¿Raro, no? ¿Pero cuál es el perfil de aquellas personas que se embarcan, cada sábado, en la fiesta popular de la noche de sábado en Elortondo? Imposible identificar a un tipo de habitúes. Allí asisten personas de todas las edades, de todos los estados civiles, de todas las clases sociales. Sería fácil aseverar  que allí concurren parroquianos pertenecientes a sectores más populares de nuestras poblaciones. Estudiantes. Obreros. Desocupados. Pero también allí están comerciantes, chacareros, profesionales, productores agropecuarios. Todos tienen su lugar allí.

Familias enteras llegan hasta “el coloso” para observar el show de su grupo favorito. Algunas de las madres con sus chicos se posicionan en las mesas desde muy temprano, donde van a cenar. Otras salen con sus maridos a bailar. Pero el “pueblo fabriquero” está compuesto principalmente de jóvenes y no tan jóvenes, en su mayoría solteros. Divorciados y divorciadas, separados y separadas, viudos y viudas. Y este es uno de los aspectos que creemos especialmente reivindicables de “La Fábrica”. Es el lugar de la región donde asisten naturalmente aquellas personas que buscan reorganizar sus vidas, que pretenden encontrar alguien para compartir… Y es así porque “en el Coloso” nadie está mal visto. Allí todos son (somos) iguales. En la noche fabriquera se subvierte (se da vuelta) la realidad del “afuera”. Allí cobra sentido carnavalesco la noche fabriquera. Es el espacio y el tiempo donde el pobre, el desocupado, el empleado, el abandonado, el desenamorado… En definitiva: “el que no tiene la sartén por el mango”, la recobra. Transformándose así en dueño y protagonista de la noche, la fábrica es fiesta y carnaval.

 

la-fabrica-bailable-id11698_1-w500-h500-m1El prejuicio de clase

Para un sector de la sociedad al que no le interesa demasiado aceptar a los demás, hablar de “La Fábrica” es sinónimo de hablar de marginalidad. Y ese prejuicio es en cierto aspecto acertado. Es que los pobladores del Mundo Fabriquero  son eminentemente los marginados durante todos los días.   Durante todos sus días. Aquellos señorones que no comprenden esa alteración de roles sociales (donde el peón es rey, y el rey es peón) son los que, entornando la mirada, se desgarran las vestiduras y gritan a los cuatro vientos “que en La Fábrica están todos borrachos”, o  que “se ponen violentos”, o que “dejan hecho un desastre el espacio público después de cada sábado” ¿Acaso en los boliches bailables a los que asisten jóvenes de otros sectores sociales (los “nenes bien”) no existen hechos de violencia?¿Allí no se emborrachan?¿Era distinta la realidad del predio que rodeaba, en Elortondo, a boliches bailables como “Sotembo” (cuando existían), con los primeros rayos de sol de cada domingo o sábado? Se le reclama a los más humildes más civilidad que a todos los demás. ¿Y porque? ¿El hecho de ser mas pobres trae consigo aparejada mayores obligaciones?

Una noche de locura fabriquera

La salida a “el coloso” empieza a palpitarse cuando recién empieza la semana, o mejor dicho nunca deja palpitarse. Desde el domingo posterior al encuentro, “los fabriqueros” comienzan a vivir lo que será el próximo sábado a través de la Frecuencia Modulada que el establecimiento tiene montado para difundir los shows y entretener a los escuchas. La FM de La Fábrica ruge durante toda la semana y es la emisora de mayor alcance en la región. Es el canal donde se conectan los verdaderos protagonistas. Donde mantienen el vínculo  “las del taller de costura de Carmen, con los de la metalúrgica de Chovet”, o “fulano de Hughes con mengana de Melincué”. “La 88,3” se encarga de conservar los hilos de conexión lo suficientemente tensos como para que el fin de semana “ellos (vecinos y vecinas de los pueblos de la región) se encuentren, bailen, y conversen. Incluso la propia noche del sábado la emisora radial funciona a todo trapo, calentando el ambiente con la transmisión en vivo de lo que empieza a suceder en el recinto de baile. Si se trata de elortondenses, la mayoría de los que asisten al templo tropical se reúne en bares, en algún kiosco, o en casas; y caminan hasta el local bailable. Si provienen de otras localidades, el punto de encuentro es el lugar desde donde salen los ómnibus y trafics. De a poco van llegando. Llegan. Se forman grupos en torno al lugar donde el chofer del vehículo controlará la lista con los lugares reservados. Algunos se conocen en esa espera. Pero la mayoría vuelven a encontrarse. Muchos de ellos, en tiempo de cosecha por ejemplo, han estado trabajando juntos hasta apenas horas atrás en el campo, en el sindicato o en la planta de silos; pero ahora se encuentran bañados y siendo otros. Ahora ya no hay patrones. Ahora son ellos.

“La hora de los pobres”, hasta que salga el sol.

Luego del viaje y una vez en la vereda del coloso, los distintos grupos de personas (de los lugares más diversos) se van aglutinando para hacer cola y encaminarse para el interior del edificio, que ya desborda de música. Previo pago de entradas y cacheo con detector de metales, se llega al interior del templo fabriquero. Algunos se ubican en las mesas (las que aún quedan libres, puesto que muchas familias o grupos van a cenar allí, y se quedan ocupando esos lugares privilegiados). Otros comienzan a dar vueltas en torno a la pista, como empezando a empujar la corriente de un río humano que poco después se tornará casi imposible de detener. Cauce de parejas bailando. También están los que a poco de atravesar el pórtico, y cuando recién perciben el aroma fabriquero, ya se lanzan a la pista a bailar. Arrancando una actividad que los ocupará de lleno hasta entrada las 06:00 hs. Ya estamos adentro. Y se siente en el cuerpo el rugir de algo que se avecina. De fondo suena la música  de la estación de frecuencia modulada. Sus locutores van preanunciando la llegada de los grupos. Se acaba el tiempo de las palabras para dar lugar a los sonidos, al ritmo de la música, de los grupos que se transmiten en vivo. Y que se bailan. Comunión sensual de sonidos y piernas y cinturas pegadas y zigzagueantes.

Aquellos que no han sido beneficiados con la gracia divina del ritmo en el cuerpo estamos en problemas. Nadie nos dirá nada, ni nos mirará con ojos esquivos. Pero difícilmente alguna dama pose su atención en nosotros. En La Fábrica, saber bailar es muy importante. Determinante. Y así es como los otros, los a-rítmicos nos abalanzamos sobre la prolongada barra, que cumple su rol de acogernos dichosa y brindarnos una cerveza bien helada. Y como tantos otros compartimos el momento con amigos y amigas ¿Empujones? Sí. En cualquier lugar donde haya gente hay empujones ¿Roces con algún tarambana? Sí, en todos los lugares existen tarambanas. Pero el tiempo que le resta a la noche pasa muy rápido. Demasiado. Las preocupaciones están ausentes, y por ello asustan…  El parroquiano se queda, cervezas y conversación, disfrutando del show musical, del espectáculo de todas esas parejas bailando sin cesar, girando y girando. Declarando a viva voz “que ese momento es de ellos”. “¡Es nuestro!”. Gritando. Quizás unos días después tengan que volver a digerir las injusticias de siempre. Saben, “que en el afuera, de La Fábrica Bailable (en el día a día) ellos no son los protagonistas, ni los privilegiados. Son los pospuestos. Los marginados.

Quedarán para el regreso, para los días de la semana, para “algún día”, el pensar que ese momento fabriquero, de libertad e igualdad entre marginados, podrían prolongarse. Podrían trascender a la música y al baile, y a la noche y al reciento bailable. Podría ser todos los días. Depende de nosotros.

 

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