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La Escuela Salesiana de Venado Tuerto pone los recursos generados por una gran estancia al servicio de una educación integral para los hijos de muchos trabajadores rurales

A veces  no basta con nacer en un entorno rural para que brote la pasión por el campo. A veces no es suficiente el legado familiar para asegurar el arraigo. A veces se precisa de algo más, una orientación vocacional que renueve sentimientos. Y mucha formación y capacitación para asegurarles a los chicos posibilidades de supervivencia y progreso en el medio agropecuario, que nunca es sencillo.

En cercanías de la ciudad santafesina de Venado Tuerto existe una institución educativa que tiene esa misión: darle herramientas a los chicos, en general hijos de peones rurales de la región, para que sigan vinculados al campo luego de atravesar el secundario. Se trata de la Escuela de Educación Secundaria Orientada Alejandro F. Estrugamou. Para los pobladores de la zona es sencillamente “Los Salesianos”, ya que el establecimiento depende de esa orden religiosa instalada en Argentina allá por el siglo XIX.

Desde 1985, los hijos de pequeños productores y trabajadores rurales cuentan con esta institución que está enclavada en una bellísima y productiva estancia, llamada Victoria, donada justamente por Estregamou a la Congregación Salesiana. Allí se respetan los fundamentos teológicos de Don Bosco, “quien imaginó la educación exclusivamente para los jóvenes pensando que tenían que tener oportunidades de trabajo, de superarse de construir un proyecto de vida”, según explicó Griselda Troyano, la directora de la escuela, a Bichos de Campo.

Griselda contó que actualmente cursan el bachillerato unos 40 hijos de peones rurales provenientes de distintas localidades, algunas distantes. De ahí que la institución educativa funcione como escuela “de alternancia”, una suerte de escuela hogar donde los alumnos viven un par de semanas por mes y luego vuelven a sus casas. Con un sistema de ciclo cerrado, 21 chicos en primer año y 23 transitan tercero. “No tenemos todos los cursos” en simultáneo, afirma Griselda. “El próximo ciclo es continuidad, segundo y cuarto año, luego tercero y quinto”. Y asi van renovando las camadas.

Una vez egresados con el título de bachiller, que por elección de la institución  está orientado hacia “agro y ambiente”, se vuelve a abrir la inscripción.

Para los chicos del Salesiano, estudiar es una aventura constante, la modalidad de trabajo así lo impone. Mientras por las mañanas apoyan la birome sobre el cuaderno, a la tarde esas mismas manos se llenan de tierra en el taller de huerta, de granja, en la producción de cerdos y otros tantos talleres agropecuarios que se imparten en la institución. O mejor dicho, en el entorno productivo que rodeo la institución. En la entrada, hay un enorme tambo productivo. Pero a la vez hay hacienda de cría y mucha agricultura. La zona de Venado Tuerto tiene características envidiables para realizar todas estas actividades.

Así, apuntando a que salgan preparados para un oficio, en cuarto y quinto año los estudiantes transitan la formación de tractoristas, auxiliar de laboratorio en calidad de semilla, producción de bovinos para carne y leche y agricultura de precisión. Es por ello que previo al egreso muchos de estos chicos tienen asegurada su primera experiencia laboral. Las empresas de la zona van a buscarlos.

“Ellos ya tienen trabajo antes de salir de acá. Realmente en el medio rural cuesta conseguir personas capacitadas para operar una máquina, para desempeñar distintas tareas, así que los chicos nuestros son muy buscados”,  expresa con orgullo Troyano, quien hace 8 años dirige la escuela.

Sin perder la matriz humanista de la orden salesiana y su padre fundador  Juan Bosco, la escuela se distingue por promover la educación en valores. El objetivo, nos dice la directora, es dotar a sus alumnos de herramientas tan valiosas como la independencia, la empatía  y el amor al  trabajo.

Allí aparece en escena el ingeniero agrónomo Marcelo Bottazzi, quien tiene a su cargo la gestión del colegio salesiano y sobre todo la administración de la estancia donada por Estregamou, que tiene más de 1.000 hectáreas bajo actividad agropecuaria. Perteneciente a la Inspectoría Norte, junto a  las provincias de Buenos Aires, San Luis y Mendoza, el Salesiano de Venado Tuerto parece ser un claro ejemplo de que si los recursos se depositan en buenas manos, ser laico o cura no hace la diferencia cuando de mantener la esencia se trata.

Es por eso que todo el predio productivo está netamente al servicio de la escuela y otros establecimientos salesianos ubicados en zonas urbanas y mucho más bravas, como las barriadas violentas del Gran Rosario. Por eso el campo debe producir, cual maquinaria de reloj, lo suficiente como para poder sostener una institución que ofrece una formación  completamente gratuita a los chicos rurales. También se paga toda la logística que se pone en función del proceso educativo, que va desde el transporte hasta el alojamiento de los estudiantes, que muchas veces ven limitadas sus posibilidades de crecimiento por el fatalismo geográfico y la frágil economía familiar.

“Hay muchos chicos que ni siquiera podrían pagar una cuota. Entonces esto se debe mantener de la propia producción”, comenta Bottazzi.

Junto a Marcelo trabaja un grupo de ingenieros, operarios y gente que conoce de campo. Y es aquí donde radica el éxito: el predio de “La Salesiana” es tan productivo como cualquier campo semejante de la Argentina.

“Tenemos agricultura, ganadería de cría y tambo. Todo lo que es maíz se consume en el tambo, la soja se vende y se traen otros productos que se emplean para la alimentación del tambo. En ganadería se producen terneros para venderlos como oro”, apunta Marcelo.

 

 

Fuente: Bichos de Campo

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