Pese a que la provincia no ha girado dinero para los 25 clubes de Venado Tuerto.
Uno de los actores sociales más afectados por los incrementos tarifarios dispuestos por el gobierno nacional desde principio de año fueron, sin dudas, los clubes del interior del país. El impacto del “tarifazo” en instituciones de este tipo fue dramático, comprometiendo la viabilidad de las actividades que estos desempeñan.
En la provincia de Santa Fe, donde incluso previo a los incrementos dispuestos por el ministro Aranguren ya habían ocurrido aumentos tarifarios por un 30% dispuesto por la propia Empresa Provincial de la Energía (dependiente del gobierno provincial) la situación fue más difícil aún para clubes medianos y pequeños de las ciudades del interior. Rosario fue epicentro de las quejas de los clubes de barrio.
Ese panorama en Venado Tuerto fue distinto, mucho menos dramático, debido al escalonamiento en los aumentos dispuestos por la Cooperativa Eléctrica de Venado Tuerto.
Tarifa social para los clubes: una promesa que nunca fue cumplida por la EPE
El 21 de junio el gobernador Miguel Lifschitz declaró que «se extenderá el beneficio de la bonificación del 50% del consumo de energía a la totalidad de los clubes, con excepción de 22 que tienen un alto consumo y que recibirán una bonificación del 30%”, flexibilizando además los requisitos para que todas las entidades puedan acceder a este. Días después se firmó el Decreto 1651/16 que lo efectivizaba.
Pero en la última semana las instituciones deportivas beneficiadas se encuentran con que las facturas que llegan no lleva incluido el descuento de la tarifa social prometida. En Venado Tuerto los clubes de la ciudad están efectivamente recibiendo ese descuento, pese a ese incumplimiento; porque la Cooperativa Eléctrica de Venado Tuerto está afrontando con recursos propios esa promesa incumplida del gobierno provincial.
25 clubes de Venado Tuerto además de pagar el 50% menos, abonan menos aún
Los clubes no tienen fines de lucro, su funcionamiento en muchos casos solo es posible gracias al esfuerzo y el aporte de los dirigentes, simpatizantes, hinchas. De la gente del barrio. Desempeñan un rol de inclusión y contención social, de afianzamiento en las raíces de la cultura popular locales y en los barrios, de desarrollo en valores deportivos y, muchas veces a través de profes y colaboradores, de acompañamiento de situaciones de vulnerabilidad y des-protección social. Todos los clubes que han realizado los trámites para acceder a esa “tarifa social” perciben el descuento mencionado en Venado Tuerto. El consumo de energía eléctrica es uno de los “costos fijos” que no pueden evadir esas instituciones, y que impactan de lleno en sus economías.
Luz para los clubes que contienen niños y jóvenes: salud e inlcusión
El Club Centenario de Venado Tuerto tiene 106 años. Es una de las instituciones que ha sabido desarrollar las mayores raíces sociales en la ciudad. Según declaró a PR su presidente, Esteban Diz “hoy el club vive el día a día”. El Club Centenario paga de manera bimestral su consumo energético. La inmensa mayoría de sus disciplinas deportivas tienen como insumo esencial por los requerimientos de iluminación, a la energía eléctrica. Si la factura que percibe el club contemplara el aumento instrumentado por la EPE en diciembre (30%), y el posterior incremento dispuesto por el gobierno nacional (que la EPE ya trasladó también); el monto que debería cancelar llegaría a sumas exorbitante. En el esquema venadense, con el aumento que ha trasladado de manera parcial y escalonado la CEVT, el Club Centenario abona $12.738,50 de manera bimestral. Con 4 medidores debería abonar $16.084,14; lo cuál significaría casi el 10% de sus gastos fijos según señalaron a PR fuentes del club. Sin embargo abona poco menos de un 80% de lo que debería. El presidente del Club Centenario describe el esfuerzo que demanda a los colaboradores del club cada fin de mes afrontar los costos fijos. “Hoy todo es mucho. Desde el club estamos tratando de compensar el déficit económico que tenemos debido a la caída en el número de socios. Hoy deberíamos tener 500 socios, pero tenemos 350. Son momentos de gran dificultad”. Las adversidades económicas contrastan con lo fructuoso de la labor social y deportiva, con el universo de vecinos (niños, jóvenes y adultos) que encuentran cobijo bajo en la institución. “Hoy el Club Centenario es el único de Venado Tuerto que desarrolla a pleno cuatro disciplinas: vóley, básquet, futbol y jockey. En futbol hoy en día tenemos más de 180 pibes, que van desde los 5 años hasta las categorías intermedias. Tenemos curta común, cuarta especial y primera. Hace 2 años que todo el plantel futbolístico del club es de Venado Tuerto. Es una apuesta a largo plazo. Estar en la ‘B’ no nos preocupa. Confiamos en que trabajando seriamente con nuestros pibes, los resultados deportivos tarde o temprano van a venir… Los sociales, ya están con nosotros”. Diz detalle que además: “en jockey hay 60 chicas en tres categorías. Vóley empezó este año (es la primera vez que un club de Venado Tuerto compite en la liga de AVSOS). Tenemos 30 jugadores adultos y en mini vóley y ‘sub 12’, 25 chicos. En básquet están todas las categorías (desde ‘mini’ a primera). En primera división hay 12 personas y chicos serán 70”. El Club Centenario además cuenta con escuelita de tenis, con más de 40 chicos. Pese a todo ello, Diz siente que hay mucho más por hacer: “hay muchos chicos que están dando vuelta por la ciudad, y que los clubes deberíamos contener. Estamos en una ciudad de 100.000 habitantes. Los chicos que están en los clubes no están por la calle”, concluye Esteban Diz.
Tradición y cultura popular
En los tiempos que corren, con una sociedad acelerada, muchas veces sin razón, bares y clubes de barrio, junto a los centros de jubilados, se convierten en un remanso para nuestros viejos. El Bochín Club de Venado Tuerto es uno de estas instituciones del ocio, especiales para dejar que la vida transcurra sin mayores preocupaciones. Las finanzas del club, como pequeño club de barrio de la ciudad, atraviesan una situación aún más dificultosa que el Club Centenario. Para su economía, costos fijos como el de la energía eléctrica son divisorio de aguas, respecto al funcionar o no. El Bochin Club abona $5.834 de manera bimestral, pero debería abonar $7.134,27 (o sea en realidad son $1.300,27 menos lo que abona, por la intervención de la CEVT). Ese dinero constituye uno de los costos fijos más elevados que arrastran sus finanzas. Siendo que la provincia aún no ha instrumentado el giro de recursos que anunció cuando presentó su sistema de tarifa social; es la CEVT la que subsidia el consumo del Boching Club, en un 18,22% menos. El capital del Bochin son sus parroquianos. Y es necesaria una mirada social para que se valore el capital social, cultural e histórico que esa institución posee. Héctor Sáenz (86) lo explica con claridad: “Yo empecé a frecuentar el club en el año 1954, tenía 24 años y venía a jugar a las bochas porque se jugaba mucho acá. Yo antes estaba en un club que se llamaba Defensores Venadenses, que desapareció. Yo era futbolista y además jugaba a las bochas. En 1958 firmé para el Bochín, y tengo el carné número 1 de la Asociación Venadense de Bochas”, relata con orgullo.
El caso de Carlos Butto, tesorero del Bochín Club, es muy diferente: “Yo no hace mucho que concurro al club, conozco a la gente, antes venía a tomar un aperitivo, pero mi participación es reciente, cuando hubo renovación de comisión me invitaron, y me gustó el club, su gente, y entonces me incorporé como tesorero”.
El Bochín Club venadense está ubicado sobre calle Castelli, y siempre se ha caracterizado por ser un imán para la clase trabajadora, hoy muchos de ellos jubilados. Por esas paradojas del destino, justo enfrente tiene la sede central del Jockey Club, una de las entidades que históricamente ha reunido a las familias más acomodadas de la sociedad.
Historias cruzadas
Con el correr de la charla en El Bochin empiezan a surgir las anécdotas, como la de aquel parroquiano al que la mujer le mandaba un remís para que lo buscara porque se extralimitaba en sus salidas con los amigos del club. O la de don José Tarducci, que hasta los 90 años seguía jugando a las bochas, y como la vista ya no le daba para ver bien cuando le tiraban el bochín muy lejos, los compañeros le marcaban con un pañuelo desde afuera de la cancha donde estaba el “chico” para que pudiera arrimar. “El no jugaba por jugar. Era apasionado, y cuando perdía por poco se enojaba y tiraba la gorra contra el techo. Jugaba con un entusiasmo como si tuviera 20 años”, cuenta Sáenz.
Pese a la tranquilidad que trae la edad, también es cierto que es difícil mantenerse al margen de los males que tiene toda sociedad. Por ejemplo, el crecimiento de la ciudad va a la par de un aumento en la desconfianza hacia el prójimo, tanto sea por prejuicios, como por la directa influencia de los medios de comunicación, expertos en vender miedo en cómodas cuotas diarias.
Es entonces cuando las costumbres se van acomodando a las necesidades, y ya no se puede andar de noche, o dejar la casa sola durante mucho tiempo. Cuestiones que trae la modernidad.
La vida es una bocha
Butto y Sáenz son hombres de las bochas, y se salen de la vaina para hablar de su deporte predilecto. Esa es su materia preferida, y no quieren perder la oportunidad de hablar del tema que los apasiona.
“No me preguntaste mucho de las bochas”, encara don Sáenz al cronista, haciendo sentir todo el peso de sus más de seis décadas arrimando al bochín.
“La actividad central del club son las bochas. Ha tenido grandes jugadores que representaron a la Asociación en los campeonatos de la provincia, campeonatos argentinos. En este club se fundó la Confederación Argentina de Bochas. En el año 1954 se hizo el campeonato argentino y la Asociación Venadense salió subcampeona”, apuntó el entrevistado y recordó que Venado Tuerto tiene “un gran jugador” a nivel nacional, que es Gustavo Fernández que en tres oportunidades se coronó campeón argentino.
La vida social de este tipo de instituciones mantiene viva la llama de la amistad a la vieja usanza. Las cartas, las bochas, las charlas sobre tiempos idos alimentan las horas de ocio. Nuestros viejos, que seguramente prefieren ese término al horrible eufemismo de “gente de la tercera edad”, siguen encontrando en estas “instituciones del ocio” su lugar, su punto de encuentro, hasta que una nueva silla quede vacía en la mesa. Preservar la existencia y la salud económica de estas instituciones es de un valor cultural sin precedentes, porque son una parte muy especial de lo que somos y lo que fuimos.