(PR/Norma Migueles) Hoy jueves se llevó a cabo, en los Tribunales de Venado Tuerto, la tercera jornada del juicio oral y público que se sigue a Guillermo M., el preparador físico acusado de abuso sexual (en distinta escala penal) de 9 niñas, con edades que oscilaban entre los 8 y 14 años de edad, que asistían a practicar en alto rendimiento. La fiscal de la causa es Florencia Schiappa Pietra y la querella está a cargo de Ana Regidor.
En el inicio declaró primeramente el testigo de Fiscalía, el director de Colegio Sagrado Corazón institución a la que asistieron tres de las niñas, quien no aportó demasiado ya que, en término generales a su entender ni tuvieron cambios en su conducta, ni rendimiento, si bien al enterarse de los abusos ofrecieron el apoyo del gabinete psicopedagógico de la institución.
Luego siguió el testimonio de CF, una de las chicas abusadas, ya mayor de edad, también de su madre y su hermana quienes dejaron en evidencia el daño feroz que causó este tema no sólo en la víctima directa, sino también en la familia. Una madre destrozada por haber confiado su niña a un depredador, cuyo accionar no solo afectó su rendimiento escolar, le quitó el amor por el hockey que era el deporte que practicaba cuando la tuteló, con el tiempo afectó la posibilidad de relacionarse con los hombres, incluso en el terreno laboral.
Pero lo más grave es que esta joven literalmente sangraba internamente por ese silencio que la iba corroyendo por dentro, una herida que sanó cuando invitada por otras víctimas aceptó sumarse a la demanda y sintió que por fin podría sacar de su cuerpo “el olor a Pepe”.
Entrenamiento y masajes
CF narró ante el tribunal -integrado por los jueves Lorena Garini, Benjamín Révori y Aldo Baravalle- cómo llegó al gimnasio a través de una invitación del entrenador, conocido por todos como Pepe, para favorecer su carrera como deportista con entrenamiento intensivo.
Contó cuando empezaron los masajes que, con cremas y aceites le hacía su entrenador antes de hacerla desnudar y acostar en una camilla. También los problemas para concentrarse y estudiar, lo que valió llevarse materias aún con el apoyo escolar que le brindaban en la familia.
Luego confió que se fue a estudiar Profesorado de Educación Física en Rosario, donde vive actualmente y por sus aptitudes la tomaron en un gimnasio, donde solo trabaja con mujeres y en casos excepcionales con hombres porque le cuesta relacionarse. Como le cuesta tener una relación afectiva con sus pares varones.
Si hasta ese momento la narración era conmovedora, mas lo fue cuando contó que “no podía tener relaciones sexuales porque su útero sangraba y a pesar de que hacía tratamiento la lesión se mantuvo”, hasta que sus padres la fueron a visitar un día y le dijeron que “hubo denuncias contra Pepe” por los mismos hechos que había sufrido ella. Y la herida cerró y la joven comenzó a sanar y pudo hablar y contar su calvario.
Otras víctimas
También atestiguaron la hermana mayor (soporte constante) y la madre. Una madre destrozada y atenazada por el remordimiento de no haber hecho “algo más” en el momento en que se enteró del abuso. Porque esto pasó hace 10 años, y el consejo fue “mejor callar”, o “es la palabra de uno contra otro”, “se revictimiza a las chicas”. Y no solo CF callaba, calló también la familia y prefirieron poner sobre el tema un manto de olvido.
La madre dijo que hubo señales que vio o no supo interpretar, como la obsesión de su hija al salir del gimnasio e ir a bañarse urgente para sacarse el “olor a Pepe”. La reticencia a ir a las clases y a las cuales sus padres le recordaban que había asumido la responsabilidad y tenía que cumplir. Los problemas en la escuela y el silencio de la niña, cuando sus padres se enteraron de la calidad de los masajes y ella con timidez y vergüenza solo dijo “si”.
“Hoy es un día importante, porque ella pudo hablar y decir todo lo que pasó” dijo entre lágrimas la mujer, que se fundió con un abrazo sanador a la joven, con la convicción de que ya no las separa “el olor a Pepe”.
Los masajes
Contundente y esclarecedor fue el testimonio de la kinesióloga de CF, quien dejó un claro mensaje: los masajes los debe hacer un profesional de la salud, no un entrenador o profesor de educación física.
Cuando se trata de niños o adolescentes hay que ser muy cuidadoso con el tratamiento que se le da a su cuerpo para evitar generar situaciones traumáticas. El tercero y no menos importante: para recibir masajes, la paciente no se tiene que desnudar.