(PR/Giuliana Ghignone) Su pasión por la escritura le permitió encontrar su propia forma de ayudar a otros. La palabra como un puente para darle paso a nuevas etapas en la vida, la carta como un recurso que lejos de pasar de moda sirve para repensarnos.
“Cartas a Destino” es el nombre de este servicio a la comunidad solidario, voluntario y anónimo que hace poco más de un año comenzó a ofrecer Mariana San Torcuato. “Una señora vino a verme en el ámbito laboral y en el medio de una entrevista me contó que tenía a su hijo privado de la libertad, que hacía mucho tiempo que no se veían, que a ella le encantaría escribirle una carta, pero no podía hacerlo. Esa persona estaba muy triste, no sabía cómo volver a comunicarse con su hijo y en ese momento me ofrecí para escribirle la carta. A partir de ese encuentro, pensé ´en realidad yo puedo ayudar a algunas personas a buscar las palabras justas para que puedan comunicarse´”, recordó Mariana. Una anécdota que fue el disparador para crear este espacio. “Yo seguí el hilo de esa historia, la relación de esa madre con su hijo mejoró. Entre dos personas, una que escribe y otra que recibe, se genera un puente, una expectativa mutua”.
El proceso consta de varias etapas, tras un primer encuentro con quien desea enviar la carta para conocer a la persona, su historia, sus modismos, San Torcuato redacta el mensaje y lo vuelve a compartir con quien la convocó para que entonces ahora sí se apropie del texto, lo transcriba “de puño y letra” y elija el momento propicio para enviarla. “Hay algo de lo corpóreo que se puede sentir el trazo de la letra, el pulso, la forma en que llenan los renglones”, describió convencida de lo mágico de esta acción.
Desde pequeña Mariana San Torcuato sintió especial interés por la palabra escrita, todo aquello que podía volcar en una hoja se volvía terapéutico, una forma de transitar situaciones dolorosas. Si bien a sus 12 años comenzó a participar en concursos literarios siempre cuidó con recelo aquello que naturalmente se le daba, disfrutando de hacerlo sin caer en estructuras ni teorías que pudiesen quitarle lo espontáneo.
Desde la primera carta al día de hoy las historias que llegaron a Cartas a Destino han sido tan variados como atrapantes, “me escriben muchas mamás que tienen a sus hijos privados de la libertad, hay mucha culpa, esta sensación de ver qué pasa intramuros pero también afuera. Una abuela hace poco me contactó para que le escriba una carta a su nieta pensando en el momento que ya no esté. Un chico se acercó y me dijo ´acabo de descubrir que mi papá no es mi papá, pero quiero escribirle a este hombre que me cuido´. Hay cartas de agradecimiento, hay cartas de odio, ya he dejado parejas, no todo es de amor”, contó.
A modo de conclusión, la entrevistada reflexionó: “La importancia de recuperar la palabra, me encantaría que la gente pueda recuperar el ejercicio de la palabra, poder pensar en el otro, dedicarle tiempo, buscando el papel, el momento para enviarla, el poder psicológico que tiene para quien recibe el sobre, esa carta que viajó por ahí, pero tenía que llegar a su casa, la carta escrita a mano no el internet”.
