(PR/Mariano Piersimone) A mediados de los años ‘90, Unión y Cultura inició una etapa de renovación que marcó un antes y un después en su historia. Las obras de construcción no sólo trajeron mejoras estructurales, sino también desafíos que se afrontaron con mucho entusiasmo. Durante ese período, se siguieron cruzando las imponentes puertas a dos hojas, símbolos de una época cargada de recuerdos, para acceder al gimnasio y al salón de fiestas. Sin embargo, con la llegada del 2000, todo cambió. Nuevas puertas modernas en las ochavas, estratégicamente ubicadas, dividieron los accesos principales, simbolizando el inicio de una nueva era.
El club renovó espacios clave como el salón principal y el despacho del conserje, transformándolos en lugares acogedores para recibir a futuras generaciones. Cada cambio representó un paso hacia adelante, dejando atrás lo conocido con cierta nostalgia, pero abrazando el futuro con determinación.
En este proceso de transformación, 1996 fue un año memorable. Durante el nuevo aniversario, el club recibió la visita de Soledad Pastorutti, quien, como joven promesa de Arequito, ofreció un espectáculo inolvidable. Su energía y talento llenaron el gimnasio de emoción, inspirando a la comunidad a seguir apostando por el crecimiento cultural y deportivo.
Ese mismo año, el fútbol le regaló al pueblo Celeste otro momento histórico: la Primera División logró el ansiado ascenso a la máxima categoría de la Liga Vendense, tras un épico empate 4 a 4. La hinchada, que colmó el “Ángel Carrica”, celebró con fervor, demostrando que el fútbol es el alma de la comunidad de Murphy.
Con el tiempo, el club continuó ampliándose. En el campo de deportes, se construyeron nuevas instalaciones, como un buffet, vestuarios y utilería, además de un espacio destinado a las categorías menores de fútbol. Estas mejoras fortalecieron la infraestructura de la institución, consolidando al club como un referente deportivo.
Los logros deportivos no se hicieron esperar. Entre 1996 y 2004, se obtuvieron títulos destacados, sobresaliendo el tricampeonato de Primera División (2001/2002/2003) y numerosos campeonatos en categorías inferiores como Cuarta Especial, Cuarta Común y Quinta División. Incluso, la Senior obtuvo su torneo en 2003, reafirmando el compromiso y esfuerzo de todas las generaciones.
Con el cambio de milenio, se realizaron nuevas mejoras en la cancha principal. En 2002, se completaron el cerco perimetral olímpico, el riego por aspersión y la iluminación, adaptando el espacio a los estándares de calidad que los deportistas y la comunidad merecían.
Cada partido, cada triunfo y cada transformación fueron capítulos inolvidables de esta historia compartida. Desde los primeros pasos de un niño pateando una pelota hasta los gritos de gol que resonaron en el pueblo, el club se consolidó como un símbolo de identidad y esperanza.
El pitazo final de cada encuentro no sólo marcó el cierre de un partido, también el inicio de nuevas aspiraciones. Aquellos que vistieron la camiseta Celeste y llevaron el nombre de Unión y Cultura más allá de sus fronteras nunca olvidaron sus raíces ni el césped humilde donde dieron sus primeros pasos.
Hoy, mirando atrás, todos comprenden que el club no es sólo una institución, es un lugar donde nacen sueños, donde la comunidad encuentra su fuerza y donde las generaciones futuras continuarán escribiendo una historia que, aunque marcada por el cambio, siempre permanecerá fiel a sus raíces. Mientras haya pasión por estos colores y un niño con una pelota, el espíritu del club seguirá vivo, construyendo nuevos capítulos de gloria.