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El Artista del Barrio: Oscar Ciriliano, recitador, cantante, jubilado, masajista y reflexólogo

La experiencia de El Artista del Barrio permite poner en conocimiento de la comunidad las cualidades y aptitudes de los vecinos de carne y hueso. La capacidad para bailar del pibe de la esquina, la maravillosa voz de la chica que todos los días compra milanesas en el almacén, los instrumentos que fabrica el pelado de acá a la vuelta. Y así van surgiendo historias, relaciones, amistades y la posibilidad de por tres, cuatro, cinco minutos, ser el centro de la escena.

Este es el caso de Oscar Osvaldo Ciriliano que se presentó este domingo en la primera edición del año de El Artista del Barrio en el Parque de la Niñez.

“Desde hace poco tiempo toco la guitarra, porque lo que siempre hice fue recitar, pero para la familia, para mí. Un día la encontré a Raquel (Ribero, gestora de El Artista del Barrio) y le conté lo que hacía y ella me invitó y escuchó. Después cuando inauguraron la plaza Macacha Güemes, que vino un descendiente del general Güemes, me preguntó si me animaba a recitar unos versos en ese homenaje y ahí estuve presente”, relató a PUEBLO Regional Ciriliano.

El músico, que se jubiló hace tres meses, trabajó durante algunos años en el área turismo, luego fue chofer de los micros de la Municipalidad y al mismo tiempo estudió para masajista reflexólogo, actividad que continúa realizando en la actualidad.

Volviendo a su veta artística, Oscar recordó que “la primera vez que subí a un escenario me temblaba todo. Yo ensayaba en casa, frente al espejo, con los familiares, pero enfrentarse al público, a un escenario, a las luces, al micrófono, es muy diferente. Después te vas haciendo, de tanto subir al escenario se te pone la cara más dura y te podes expresar mejor. Actué en Mendoza, en Córdoba recitando en una parrilla y la gente te va dando confianza, y esa es la seguridad de que estás haciendo las cosas bien”.

Según contó Ciriliano desde la infancia tiene la pasión por la música, pero las constantes crisis económicas del país fueron relegando sus posibilidades de adquirir una guitarra, y luego el trabajo le quitó tiempo para poder aprender a tocarla, hasta que hace tres años pudo comenzar a estudiar en los talleres municipales que brinda Juan Enriquez.

“La felicidad mía es haber llegado a jubilarme y poder hacer esto. Lo único que pido es tener salud y poder seguir recorriendo el país con mi música y entreverarme con la gente, que me reconozcan y me inviten a compartir una mesa. La gente es muy buena y poder compartir la música, los recitados con quien me quiera oír”, completó el recitador.

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