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Canabis medicinal: dos venadenses cuentan en primera persona cómo mejoró su calidad de vida a partir de utilizar el aceite

Tras la media sanción que obtuvo en Diputados, la provincia de Santa Fe se encamina hacia lograr ser la primera provincia que legalice el autocultivo de canabis con fines medicinales ¿Qué harán los senadores? PUEBLO Regional entrevistó en agosto de 2017 a dos venadenses que utilizan el aceite obtenido a partir de esa planta, para transmitir los efectos positivos que genera ante determinadas patologías. Aquí volvemos a compartir las historias.

Mirtha y Raúl pueden hablar con conocimiento de causa sobre los beneficios del aceite de cannabis. La mujer tiene un hija epiléptica de 41 años que hace un mes y medio comenzó a consumirlo y logró recuperar una vida con plena actividad. El hombre tiene una afección en la cadera que le generaba grandes dolores que le impedían casi caminar. Desde que comenzó a tratarse con el aceite pudo retomar sus actividades con normalidad. Contra los prejuicios y el desconocimiento, dos casos reales sobre los efectos de es “medicamento mágico” que generó tanta polémica.

Mirtha vive en el barrio Tiro Federal. Ella tiene una hija de 41 años que es epiléptica desde los cinco años. Es decir, pasó toda la vida consumiendo cuatro pastillas diarias, durmiendo todo el día y sin relacionarse con la gente. Según cuenta su madre, ella no anduvo nunca en bicicleta y no quería salir. Tuvo que dejar la secundaria porque convulsionaba dos o tres veces por día y los compañeros le tenían miedo. Nunca pudo salir a bailar. Mirtha cuenta que hace un mes y medio empezó a darle aceite de cannabis y sus vidas cambiaron rotundamente. Ella perdió una hija producto de un cáncer hace cuatro años. “Si hubiese conocido esto se lo hubiese dado”, dice.

“Yo no sabía del aceite de cannabis. Hice contacto con una de las personas porque no sé cómo se cultiva. Y consigo una persona a la que le digo mi ‘diosito’, que me viene a visitar. Yo no podía comprar el aceite al precio que me decían. Pero este señor me dice que no me puede vender algo que no sabe si me va a dar resultado, entonces me lo regala. Hoy ella habla todo el día, se levanta a la mañana y se vuelve a dormir a las diez de la noche”, comenta Mirtha.

A lo largo de los años, su hija probó muchas pastillas, pero ninguna le dio resultado. Eran caras y poco efectivas, como una trampa que obligaba a caer una y otra vez en ellas, estrechando una dependencia férrea. Cuando se enteró del cannabis medicinal, Mirtha lo comentó con el neurólogo. “Cuando llega la gota a mis manos, yo me arriesgo y le doy dos gotitas por día. Ella sabe lo que está tomando”, ilustra.

Cuenta que si se olvidaba de tomar una pastilla, su hija convulsionaba dos o tres veces en la semana. Toma dos gotitas por día y pudo dejar una de las pastillas. Pero no se le pueden sacar las pastillas de golpe porque puede sufrir abstinencia. “Yo me pregunto si las que toma no son drogas. Son de las peores. Han robado hospitales, han hecho cualquier cosa por esas pastillas. Y el aceite no es una droga”.

“Hoy tengo otra hija”, dice Mirtha. Y detalla: “es una chica que cocina, hace sus mandados sola. Solamente sabía escribir su nombre, no sabía leer. Le gustaba mucho pintar y lo había dejado. Hoy pudo volver a hacer todas esas cosas. Esas cosas nos están pasando y solamente hace un mes y medio que toma el aceite”.

Respecto a la polémica desencadenada a partir de las declaraciones del senador Lisandro Enrico, ella explica que no tiene nada en su contra. “Yo no sé de política, pero sí sé de la enfermedad de mi hija y sé de ser madre”. Y completa: “El se tendría que poner en mí lugar, porque me está llevando a que yo infrinja una ley, porque no voy a dejar de darle las gotas a mi hija. Nos debería haber preguntado qué necesitamos”.

Volver a andar

Raúl es otro de los venadenses que vieron cómo su vida cambió completamente al conocer el aceite de cannabis. Tiene 63 años y tuvo que abandonar los trabajados de mantenimiento que realizaba por no poder subir a las escaleras o los techos. Sufre un desgaste de cadera que le afecta parte de la columna. Mientras seguía los tratamientos tradicionales, caminaba con mucha dificultad. No podía llegar a la esquina de su casa sin sentarse a descansar. En una cuadra tenía que sentarse dos o tres veces. Hasta que un día, después de una charla en el teatro Ideal, apareció un señor, “san Cannabis”, como le dice, “soy consumidor de cannabis, no soy adicto, soy adicto al asado, al automovilismo, no tengo otra adicción, pero el cannabis me permitió volver a caminar normalmente”.

Vive en el barrio Centro III y había perdido la posibilidad hasta de hacer un mandado caminando. “Es un dolor que no se puede explicar. Caminaba diez metros y era como si me puntearan con algo en la cintura”, explica. Actualmente toma dos gotas a la mañana, dos al mediodía y dos a la noche. “Empecé a tomar y no me daba cuenta de que cada vez iba caminando mejor. Un día me encuentro con una señora amiga y me pregunta adónde iba tan apurado. Ahí me cayó la ficha que a partir de los ocho o nueve días se me empezó a ir el dolor”.

Antes de tomar el aceite, le inyectaban medicamentos. Se le pasaba el dolor y a los dos o tres días, volvía a sufrirlos. “Las inyecciones son costosísimas. Un buen día me las dejé de aplicar. No me da para gastar tanta plata en medicamentos. Entonces insistí hasta que apareció el santo cannabis”, cuenta.

En relación al debate en torno a la legalización y la posibilidad del autocultivo opinó: “Yo no voy a hacer autocultivo porque soy muy grande, pero mientras lo pueda conseguir y tomar, lo voy a hacer. A mí me cambió la vida. Yo sé que hay enfermos terminales que los calmó durante los últimos meses y eso fue lo que me llevó a consumir. Estoy totalmente de acuerdo con que se apruebe la ley y se pueda consumir como algo normal y no sea caro”.

 

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