La historia viral de Mario Vivas de 33 años se conoció luego del que joven dejara la odontología para vender empanadas en Nueva York. El vivía en Buenos Aires y tenía unos ahorros para la necesidad de replantearse sus cuestiones personales.
Logró construir una empresa de organización de eventos y catering en Nueva York en la que lograba facturar y le permitía estar «cómodo», pero el coronavirus lo dejó «sin trabajo de un día para el otro».
A mediados de marzo arrancó una semana con 24 eventos planificados y el jueves «no quedaba nada en pie». Decidió que «como argentino acostumbrado a las crisis tenía que encontrar la oportunidad». En diciembre abrió en Columbus Circus un local de empanadas «criollas». Para hacerlo convenció a dos inversores locales.
Según La Nación, cuenta que eligió Nueva York porque le parecía una ciudad «compatible» con su personalidad, «vibrante enérgica» y subraya que no aspiraba a cambiar su ritmo de vida, sino ponerse «a prueba».
«No tenía un plan concreto, sí entrenarme en todo lo que no me había dado la universidad; aprender el idioma, aprender a buscar nuevos recursos. No era la idea perfeccionarme en mi profesión. Llevó tiempo insertarme y hacer los papeles», comenta al medio citado.
En sus diferentes trabajos hasta abrir su emprendimiento fue hasta asistente del manager de Beyoncé. Durante dos años se desempeñó con una wedding planner conocida en la ciudad.
«Aprendí mucho, qué hacer y qué no y en determinado momento pensé que podía avanzar por mi cuenta. Me dejó ir, se puso contenta por mí. Así, en 2016 nació mi agencia de eventos. En cuatro años crecí». describe.
Entiende que lo más valioso de su experiencia es cómo reinventarse y también opinó sobre el coronavirus. «Esos meses me hicieron acordar a mi primer año en Nueva York, cuando dominaba la incertidumbre, la adrenalina por lo que vendría. El sentir cierto temor por lo que vendría, por lo desconocido».
Para que sus clientes habituales no olvidaran su nombre empezó a cocinar y a llevarles comida. Puso en marcha las recetas de su abuela Stella, con quien vivió mientras estudiaba.
«Preguntaban cómo las comíamos nosotros, porque para ellos las empanadas eran chicas, un snack». Por eso las que se venden en «Criollas» son más grandes, apuntan a ser un almuerzo, por ejemplo, con una sopa. Esa es una de las propuestas.
En bicicleta, en la época de la cuarentena más cerrada de Nueva York, buscó local. Tenía que ser un lugar de paso de gente cuando la vida se normalizara y, a la vez, tenía que ser seguro tanto para tranquilidad de ellos como de sus clientes. «Desde la Estación Central (donde un alquiler ronda los US$14.000) a Brooklyn recorrí todo hasta que apareció este mercado en Columbus Circle; cerraba el lugar y el precio». Abrieron el 1 de diciembre.
Vivas admite que las empanadas integran la «fantasía de todo argentino que sale al exterior, es una suerte de cliché pensar que el triunfo puede venir por ahí», señala e inmediatamente agrega: «En medio de una pandemia es poco serio hablar de ‘éxito’, es poco cauto. Sí pasó que se dieron las condiciones para ese proyecto que siempre estaba en el aire».
Por estos días el fuerte para las siete variedades de empanadas es el take away. Desde el 14 próximo en Nueva York volverá la posibilidad de sentarse en bares y restaurantes, aunque el local de «Criollas» es chico.
Apostaron a la venta online, comprar para freezar. «Nos sorprendió el crecimiento; en el local nuestro objetivo es vender 300 unidades diarias, todavía nos falta un poco, pero online funciona excelente. Un atractivo que el público valora es que apoyamos a proveedores que son chicos como nosotros, compramos en granjas locales y todo es orgánico».