(PR/NormaMigueles) Mauricio Clavero es hoy juez de IPP en los tribunales de Venado Tuerto. Cuando el homicidio de Chiara Paez era el fiscal de distrito Rufino y con su estilo personal también marcó un camino que acostumbró a los rufinenses a tener un fiscal siempre presente en cada hecho del fuero penal.
Fue quien investigó el femicidio y quien además llevó al estrado a la familia del femicida acusándolos de encubrimiento, que por ser precisamente familiares no les cabe pena, pero lo que más horror causó es que, en la teoría del fiscal, ellos colaboraron para enterrar el cuerpo de la chica en el mismo patio donde ese domingo 10 de mayo de 2015 comieron un asado.
“En lo personal y laboral lo de Chaira fue un antes y un después, incluso marcó un paradigma en lo que refiere a la investigación. Los protocolos que se usan luego del movimiento #niunamenos que nació tras el asesinato de Chiara Paez establecen que ante la desaparición de una mujer se lo investiga como si fuera un femicidio”, manifestó Clavero.
“Fue un suceso lamentable y ocurrió en momentos en los que hacía apenas un año se había puesto en marcha el nuevo CPP, tampoco teníamos una policía profesionalizada para la investigación y la criminalística. De hecho ninguno estábamos preparados para afrontar un hecho tan aberrante como el asesinato de Chiara, que además de su muerte, también tuvimos el encubrimiento que brindo la familia”, analizó.
«Hoy después de tanto tiempo y mirando hacia atrás vemos como el ocultamiento que realizó esa familia fue desbaratado por la movilización de una comunidad, donde en un momento hubo más de 300 personas colaborando y en forma ordenada, que nos fueron llevando hacia la casa donde la chica estaba enterrada”, indicó Clavero.
El legado de Chiara, no solo cruzó fronteras y sigue siendo bandera del movimiento feminista a través del #Niunamenos, sino que también generó que la Fiscalía de Rufino tuviera una Oficina de Atención a la Víctima y se creara una Cámara Gesell.
A modo de cierre Mauricio Calvero planteó “creo que la figura de encubrimiento merece una revisión, sobre todo en estos casos, porque se convierte en una figura absolutoria en estas situaciones de violencia de género. Es un delito que es difícil de probar, porque ocurre intramuros, sin testigos externos. Y en este punto hay que reforzar el cambio de paradigma y creer en la palabra de la víctima, que debe tener valor de prueba”, subrayo.