Mi nombre es Bibiana Pieli, compañera de José Luis, con quien compartí un corto pero intenso y profundo tiempo de militancia y compromiso tanto en lo social como en lo personal durante los años ‘70.
Era el mayor de cuatro hermanos, hijo de José María y Ana, quien enviudó muy joven. Desde entonces el Vasco asumió la responsabilidad de ayudar a su madre y hermanos. Trabajó desde chico para su familia y los demás, involucrándose siempre en el trabajo social.
Era una persona muy especial, llena de valores que honraba cada día: bueno, solidario, agradecido, amante de la vida, comprometido, valiente, tierno y duro a la vez. Hoy, después de 44 años, su paso militante por varios barrios de la ciudad, como el Villa Mirta, Juan XXIII, Alejandro Gutiérrez, Iturbide, organizaciones gremiales e instituciones venadenses, ha marcado un ejemple imborrable y ejemplo a seguir. Para definirlo cabalmente, y quienes lo conocieron coincidirán conmigo, cito a Sol Giles, compañera y escritora, quien expresó:
INSTRUCCIONES PARA IDENTIFICAR A UN LEAL Sabe amar, incluso en el dolor, incluso en el adiós. No abandona, no se abandona. Vive como piensa, piensa como vive. Siente como actúa. La promesa se la guarda porque sabe sorprender.
Mira a los ojos. Dice gracias. Pide disculpas y sabe perdonar. Cree que todo error es también colectivo. Cuando cae la primera gota de lluvia piensa en los descalzos. Sale y se inventa un paraguas con sus manos. Si está triste, respira hondo y se fortalece. Si te sabe triste te abraza y te levanta. Ama la vida.
Acepta la vida. Sobre sus miedos se reafirma. No asume el silencio como solución Si lo ves llegar, pregunta como estas y no se mueve hasta oír una respuesta. No sufre ni el compromiso ni la responsabilidad, va hacia ellos. No necesita nombres ni apellidos. Se siente hijo. De la Patria. Se siente padre. De la Patria. El leal no aguanta ni estalla. Habla, se asume, construye. Probablemente se equivoque más que otros. Porque hace. Te toma de la mano, perdona y sigue. Te acaricia el rostro cada noche. Aprende cada día. Se guarda siempre una próxima sonrisa. Camina de frente. No promete ni avisa. Sus vacaciones nunca son del todo. Pregunta mucho. Propone y crea. Cree. Si lo traicionan busca el por qué. Se enoja, pero no se calla. Se corrige. No sabe del rencor. De vez en cuando siente miedo, porque es humano. Pero jamás cobardía. Busca ser con él como es con los demás. A veces le sale, a veces, no. Pero sigue intentando. Brota entre las ruinas. Sabe de muertes y bombardeos, de pérdidas y memoria.
Ha sido prohibido, pero jamás vencido. Jamás dice hola soy leal, pero dice feliz día y lo recibe. El leal anda por la esquina de cualquier barrio. Con la mirada mansa y una sonrisa a cuestas. Es duro, pero no pierde la ternura. Es un niño, pero maduro. Se permite el dolor para renacer. No se siente solo. Porque solo está quien se rinde y no construye por el otro. El leal tiene una prioridad y no es él mismo. El leal lo da todo. Se pone de pie y deja su alma, pero siempre, siempre le queda más. Así era el Vasco. Agradezco a todos y cada uno de los que trabajan y contribuyen para que este valioso proyecto continúe concretándose año a año.
Por Bibiana Pieli – Extracto de la publicación del Instituto Venadense Memoria, Verdad y Justicia, de Marzo 2020.