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La parrilla argentina de Kiev que se transformó en un centro de ayuda humanitaria

“Carne y vino”. El cartel que tiene a un toro parado sobre sus patas traseras y en un fondo celeste se destaca en una esquina del barrio de Obolón, cerca del extremo norte de Kiev.

Rodeado de trincheras y uniformes militares, hay un local que llama la atención. Es un restaurante de “cocina argentina”. Una parrilla que modifica por completo el paisaje de la guerra entre Rusia y Ucrania.

En la mañana del viernes las autoridades locales definieron al lugar como “un área peligrosa” y circularon versiones que indicaban la presencia de infiltrados rusos armados.

La oferta gastronómica no funciona por estos días en Kiev. Apenas se encuentran abiertos unos pocos puestos de venta de café. El restaurante argentino parece no ser la excepción: la inscripción “cerrado” aparece en la puerta de entrada.

En el fondo, sin embargo, se puede ver una luz encendida. Tras insistir con el timbre, sale una mujer que sólo habla ucraniano. Ante la comunicación frustrada por el idioma, cierra la puerta.

La mujer regresa. Esta vez está acompañada por un hombre que mira con desconfianza. “Somos argentinos”, explica exaltado uno de los integrantes de este equipo de enviados especiales. El cambio de actitud es contundente.

El hombre se llama Valerii y se convierte en el anfitrión. La mujer, Vera, es la encargada del local. Invitan a pasar y ofrecen bebidas calientes para combatir el frío.

La parrilla que se inauguró hace 7 años pasó a ser, desde que empezó la guerra, un centro de ayuda humanitaria. Su dueño, un ucraniano de la alta alcurnia que admira a Buenos Aires, no está en el país.

Valerii explica que el restaurante dejó de funcionar como tal el día que empezó la invasión rusa. “Yo vivo en Járkov, cerca de la frontera este, pero estaba acá de visita y me tuve que quedar”, agrega.

Junto a él, otras cinco personas viven en el local. En el piso superior, entre mesas y decoración tanguera, hay colchones en el piso. Una escenografía que intenta imitar el clásico paseo de Caminito en el barrio porteño de La Boca decora la pared.

Allí duermen estos jóvenes que ahora son voluntarios. Otro de los residentes de Argentina Grill es Vladislav, colaborador de la cocina. Los cortes de carne y las copas de vino del menú fueron reemplazados por guisos populares y agua.

Con la comida que se prepara todos los días se abastece a trabajadores de hospitales -la clínica municipal de Kiev está a unos dos kilómetros-, militares, bomberos y refugiados.

“Este distrito es complicado, hay muchos espías rusos”, dice Valerii. Sus compañeros asienten. Confirman el temor que hay en la zona. Un miedo que, de a ratos, se parece a la paranoia. “Entiendan nuestra situación”, agrega.

Es por esa preocupación que los voluntarios le solicitan con amabilidad al equipo de TN que evite sacar fotos de sus caras. No quieren que se los identifique.

“Todavía no conozco Argentina, pero me encantaría algún día poder estar ahi”, se entusiasma Vladislav mientras en la mesa lo espera su plato de arroz con pollo. “Por supuesto, tendrá que ser después de ganar esta guerra”, le agrega su compañero.

 

 

Fuente: TN

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