(PR/Giuliana Ghignone) Natalia es una artista venadense, supo dedicarse a muchas otras cosas pero después de superar una enfermedad tan grave como la leucemia su vida dio un vuelco, entendió que ya no había tiempo que perder y volvió a su gran amor, las manualidades y el trabajo con niños.
Estudió, realizó cursos y seminarios que estuviesen a su alcance y recordó todo aquello que en definitiva estaba en su sangre, “desde chiquita me gustaban las artesanías, me crié en la carpintería de mi papá y mis tíos. Mi mamá y mi tía eran y son modistas, así que también entre telas, máquinas de coser. O sea que siempre me gustó hacer cosas con las manos”, cuenta.
Con la pandemia se animó y armó en su casa un espacio soñado para los más chicos, un lugar colmado de colores y texturas, donde niños de tres años en adelante van a compartir un momento de pura creatividad. “Las técnicas que enseño son pintura sobre madera con acrílicos y témperas, reciclamos mucho, utilizamos la técnica de decoupage, pintamos con stencil y los más peques hacen collages, con lentejuelas, botones, goma eva”, explica esta emprendedora que tiene muchas ideas con un claro foco “yo busco que el taller sea un espacio donde los peques se relajen, estén contentos y sobre todo la pasen bien. Yo los ayudo y les transmito lo que sé, pero después los dejo ser”. Así, durante dos horas estos pequeños artesanos hacen de las suyas.
Con la colaboración de su esposo, Natalia logró montar un emprendimiento dirigido a los más chicos, apostando a infancias felices y creativas. Repleta de felicidad y orgullo por lo alcanzado ya piensa en incorporar nuevas técnicas y proponer nuevas actividades artísticas.