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Una venadense historia de amor

(PR-Franco Santinelli) Construyeron una vida juntos y la historia es hermosa. Desde que se vieron por primera vez, supieron que eran el uno para el otro y no dejaron pasar la oportunidad para disfrutarse en cada momento. Llenos de hazañas y compartiendo sus alegrías y sus pesares, ambos celebran la vida a cada día.

La historia de esta pareja tiene inicio en 1958, cuando se conocieron por primera vez en un picnic de la primavera, en el vivero de la provincia, donde hoy está el colegio Centro Agrotécnico Regional. Raquel Cubero, conocida como Kela, estudiaba en el colegio Normal su último año para recibirse de maestra. Oscar Eduardo el Cachi Ferrari era profesor del colegio industrial.
Kela comienza el relato “Las fiestas no se hacían todos juntos, cada colegio estaba por su lado. Pero las chicas nos arrimamos y a mí me habló el profesor, me habló y me siguió hablando. Y bueno, era el profesor, la verdad que me interesó”. “Ella era delgadita, bien bonita”, agrega Cachi. Hicieron una pequeña pausa, se miraron sonriendo y como cuando los adolescentes sienten esa mezcla de alegría y timidez, sus caras se iluminaron.

Al poco tiempo de verse en el picnic coincidieron en un baile en el Jockey Club. Cachi aseguró, para él y sus amigos, que realmente quería conocerla. Fue hasta ella, bailaron, hablaron y compartieron gran parte de la noche. Desde ese momento se frecuentaron cada vez más a menudo. Aquella época era muy distinta a la actual. “Para hacer de novios había que ir a una plaza, en lo oscurito darse unos besitos y chau”, indica Kela. “Todo el asunto llevaba mucho más tiempo que ahora”.
Ella se fue a Alpa Corral con sus padres y él pidió que le escriba, aseguró que iba a contestar. Kela entonces le envió una tarjeta. Cachi, ni lerdo ni perezoso, no devolvió una carta escrita, sino que tomó un auto y con un par de amigos viajaron hasta allá. Al encontrarse allí fundaron su amor y por tres años estuvieron de novios.

Un día los padres de Raquel debían viajar por trabajo a Bahía Blanca, ella no quería acompañarlos. Todavía era maestra reemplazante, pero su decisión no era laboral. “Cuando uno anda de novio, anda de novio” enfatiza. Entonces el padre de Kela preguntó a Cachi que intensiones tenía para con su hija. Otra vez, Cachi, sin dudarlo toma la iniciativa y dice: “Nos casamos”. Esperaron tres meses, para despejar todo tipo de dudas, porque en esa época te evaluaban la fecha de embarazo con la libreta de casamiento, y en 1962 se casaron. “Si no esperábamos, me iban a controlar con la tarjeta”, se ríe Kela.
Su luna de miel fue muy particular. Terminada la fiesta de casamiento, fueron a su casa, se cambiaron de ropa y partieron sin saber a donde. “Llegamos a la ruta y dijimos: Vamos para donde doble el auto, si dobla para allá nos vamos al norte y si dobla para allá nos vamos al sur. Y fuimos a donde nos llevó el auto”. Un mes de viaje donde conocieron Salta y Jujuy, llegaron hasta La Quiaca, luego volvieron por Catamarca, San Juan, Mendoza y hasta Venado Tuerto otra vez. “El auto no dobla solo, pero un poquito se mueve”, aclaran.

Cachi y Kela hacen un intervalo para explicar sus anécdotas. “Trabajábamos los dos y en el sentido de viajar, la verdad es que nos dimos todos los gustos, se ve que estamos hechos el uno para el otro, porque nos encanta conocer lugares”. Muchas veces (en tiempo de vacaciones) él llamaba y decía “Me voy a Córdoba, dentro de 5 minutos salgo”. Entonces Kela agarraba una valija, la abría sobre la cama y tiraba lo que quería llevar. Cachi la pasaba a buscar, ella se subía en el asiento de atrás y terminaba de armar el equipaje mientras el auto partía hacia su destino.
Kela trabajó 22 años como maestra de escuela, y hasta que consiguió un auto, viajaba en colectivo hasta los pueblos. Cachi sumó 18 años compitiendo en carreras de kilometraje con un Torino. O sea que, a los caminos recorridos por vacaciones, hay que sumar los de su otra pasión. Sin contar los kilómetros que hizo por cuestiones laborales. “No te imaginás los autos que gasté, viaje mucho vendiendo, pero no falté nunca en mi casa. Salía los lunes a las 7 de la mañana para Buenos Aires y volvía en el día, me levantaba a las 4 de la mañana. Algunos días llegaba a Venado y me iba a jugar a la pelota paleta (en Centro Empleados de Comercio), me acostaba como a las 2 de la mañana. Al día siguiente a las 7 estaba otra vez al pie del cañón. Pero no una, ya ni sé cuántas veces… Así quede”, Dice Cachi y suelta una carcajada. “Pero estás” reflexiona Kela, “Y lo podés contar”. Ambos se miran y al mismo tiempo estiran sus manos para acariciarse, recordar todas estas cosas reafirma lo que sienten el uno por el otro. Y con un breve silencio se lo hacen saber.

Ellos son personas muy sencillas, ante la pregunta de: Cuál es el secreto para estar tanto tiempo juntos, vuelven a mirarse y casi con timidez Kela asegura “el amor, tan simple como eso, el secreto es el amor, todavía nos seguimos amando. Nunca, pero nunca pasamos un día sin hablarnos. Tuvimos peleas, como todas las parejas. Luego de discusión nos separábamos un ratito y enseguida nos reconciliábamos. Hemos vivido muy bien”, aunque su presente sea tan intenso, hablan en pasado. Su vida todavía es, se sostiene y se vive.

Los viajes y sus anécdotas
A veces viajaban en pareja y otras con matrimonios amigos, por contar algunos ejemplos: Navegaron por el Río Amazonas, y vivieron en la selva junto con dos matrimonios amigos, en unos tapancos cubiertos con tela de tul, para protegerse de los insectos. Al despertar las aves del lugar revoloteaban por encima de sus camas. En un momento los hombres quisieron navegar por el río. Pero solo consiguieron las carcajadas de los indios uros (etnia proveniente de dicho lugar).
Conocen toda la Argentina, viajaron en un barco hasta la Antártida haciendo escala en las Malvinas (fue el primer viaje de turistas argentinos hasta las islas). En ese crucero se realizó una fiesta de disfraces, donde Kela, que siempre fue tímida y seria. Improvisó un maquillaje con crema, talco y sus cosméticos, se disfrazó de payaso y fue confundida con un “muchachito”; por su habilidad y energía para saltar mesa por mesa y hacer piruetas en la pista de baile. En ningún momento pudieron reconocerla, ni siquiera su marido. Hasta el capitán del barco sufrió las travesuras de este payaso desconocido. Obviamente, se llevó el premio al mejor disfraz.

También realizaron un viaje al que llamaron “La vuelta al mundo”, el recorrido consistía en visitar todos los países que pudieran de oeste a este. Conocieron gran parte de Europa, Tailandia, Japón, Taiwán, La India y muchos más. También fueron 4 veces a Las Vegas. En Nueva York, estaban en un shopping y vieron a una mujer que tenía un hámster amaestrado dentro de su cartera. La mascota se escapó, y Cachi quiso detenerla con el pie, aplastándola contra el piso. Ante el grito desesperado de la señora tuvieron que salir corriendo. “Le dije nos vamos, nos vamos, que nos meten presos” dice Cachi mientras se ríe enérgico, Kela se tapa la cara diciendo “Ese viaje fue terrible”, todavía no cree lo que sucedió aquella vez.
La cantidad de historias vividas y de kilómetros recorridos son inimaginables. Mientras relatan algunas de sus aventuras se reconocen una y otra vez. Se alegran de rememorarlos y ya sin vergüenza se comparten ternura con pequeños gestos.

Kela y Cachi cumplirán pronto sus 60 años de casados. Junto a familiares y amigos festejarán que la vida continúa, que hay que vivirla, sabiendo que las mejores cosas se sostienen con algo tan simple y tan profundo como el amor.

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