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Alegato a la perversidad: sigue el juicio al entrenador físico que abuso de 9 alumnas

(PR/Norma Migueles) Este miércoles se llevó a cabo la segunda jornada del juicio al preparador físico oriundo de Venado Tuerto, de 54 años de edad, acusado de abusar en diversos grados a 9 niñas que asistían al gimnasio ubicado en Francia y 25 de Mayo. A este lugar y con distintos horarios también concurrían algunos padres de las chicas, desconociendo el calvario que atravesaban, algunas de ellas de corta edad.

En la primera jornada se presentaron los alegatos de apertura, donde la fiscal describió como fueron los abusos caso, por caso, pero también como el acusado captaba la voluntad de las niñas que aceptaban en algunos casos por temor y otros pasivamente los manoseos a las que las sometía, incluyendo tocamiento de sus partes íntimas, incluyendo en por lo menos tres casos con acceso carnal, bajo la premisa de que eran masajes descontracturantes. Algunas de las chicas admitieron que se “pasaban más tiempo en la camilla que entrenando”.

A través de la autoridad que significa un entrenador, la edad de las niñas (entre 8 y 14 años), el direccionamiento de sus vidas con la excusa de tener una calidad de vida acorde a un deportista, acciones intimidatorias, controles extremos e incluso en algunos casos fomentar el alejamiento de sus padres, el sujeto disponía de la voluntad de las víctimas, hasta que al llegar a una edad mas avanzada se alejaban.

La manipulación y el engaño llegaba a las familias, de las cuales se ganaba su confianza, incluso algunos iban también al mismo gimnasio y no desconfiaban de su actitud, posiblemente por el prestigio y también la edad, ya que al momento de los hechos tranquilamente podría ser abuelo de algunas de las chicas.

Niñas que en forma paulatina ordenaron el viscoso rompecabezas que significó en su vida la perversión de la cual fueron víctimas, se animaron a contar hechos que las llenan de vergüenza y confusión y que sin dudas dejarán una huella para toda su vida, pero también en las familias que habían brindado su confianza al depredador.

El acusado pidió declarar al momento de los alegatos de apertura y en cierta forma ratificó muchas de las acusaciones de la fiscalía y querella: el aceptó que les hacía “masajes” a las niñas “para las contracturas” y a pedido de los propios padres. Planteó conflictos en la relación de las niñas con sus padres y también cuando lo cuestionaron por los manoseos, aseguró que tenían problemas personales.

Aceptó que contenía a una de las chicas que “estaba muy sola” y tenía conflictos con sus padres. Resulta ser esta una de las víctimas de abuso sexual con acceso carnal, a quien celaba, controlaba y le dijo que cuando cumpliera los 18 años se casaría con ella.

Sin embargo, una mirada más profunda puede determinar un patrón de perversidad, en un hombre autoritario, que se repetía en la situación de cada una de las denunciantes y que lleva a pensar si no habrá otras niñas que hayan sufrido misma situación y que por vergüenza o temor no se animan aún a decirlo. El abuso es como el fuego y sigue trabajando para adentro con el tiempo.

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