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Benito Bosio, el inmigrante italiano que llegó huérfano a los 10 años y prosperó en la pampa gringa

En el centro de la imagen está el jefe de la familia. Con una media sonrisa, cabello cortado prolijamente y un abundante bigote con las puntas dobladas hacia arriba. Viste traje con corbata y porta el tradicional reloj de bolsillo, del que cuelga la correspondiente cadena de oro. Al lado está su mujer. Vestido largo hasta los tobillos, camisa blanca y peinado alto. Los esposos están sentados a la par, pero no se tocan. Sólo posan para la foto. Los rodean sus siete hijos, cinco mujeres y dos varones. Las cuatro niñas mayores (Magdalena, Leticia, Lucía y Matilde) lucen una especie de uniforme y peinados de la época. Uno de los niños (Vicente) viste bermudas, saco y moño; el otro (Marcelino), traje de marinerito. La menor de la familia (Eufrucina) tiene un vestido con muchos volados y zapatos blancos. La foto fue tomada en 1915 o 1916 y como fondo está la casona familiar donde funcionó el almacén de ramos generales y expendio de combustibles en la esquina de Sarmiento y el camino de El Empalme. La icónica tapera de El Empalme, hoy destruida casi en su totalidad, fue entre 1910 y 1946, aproximadamente, el Almacén de los Bosio.

 

Benito Bosio

El fundador de la familia en las tierras del Venado Tuerto fue don Benito Bosio. Nacido en 1875 en Italia, a los 6 años falleció su madre y a los 9 su padre. Un año después la familia lo subió a un barco que salía de Génova con destino a Argentina. En Buenos Aires lo esperaba un tío que lo llevó a vivir a su casa en Arequito.

Durante su estancia en la “Capital Nacional de la Soja”, aproximadamente hasta los 14 o 15 años, Benito había “adoptado” a una ovejita a la que le puso de nombre “Margarita”, en homenaje a una niña que conoció en su infancia y con la cual habría mantenido correspondencia durante su travesía por el nuevo mundo.

Benito adoraba a la mascota con la cual compartía el tiempo libre, hasta que un día al regresar de sus tareas diarias no la encontró en la casa. A la hora de la cena se enteró del duro destino que había tenido el animal y fue tal su indignación que armó “el mono” y dejó para siempre Arequito.

Así llegó, luego de mucho andar un poco caminando y otros tramos en los carromatos de la época, a Venado Tuerto. Su primer oficio en la incipiente población fue de ayudante de un boticario que le enseñó a preparar las pócimas y remedios que se comercializaban en la farmacia.

 Viaje a Italia

Cuando cumplió 22 años Benito decidió retornar a su tierra natal, Carpignano, en el norte de Italia, donde se casó con su amada desde la niñez, Margarita Florio Furno, el 21 de octubre de 1897, y a los 20 días emprendieron el regreso a Venado Tuerto.

Antes de partir Benito le prometió a su suegra, desconsolada porque no iba a volver a ver a su hija, que regresarían con toda la familia cuando tuvieran hijos.

Hombre de palabra, en una jornada de intenso calor, el 1 de noviembre de 1909 en el barco “Plata”, Benito, Margarita y seis de sus siete hijos viajaron a Italia (la más pequeña nacería tiempo después). Un dato curioso es que ninguno de los esposos ni sus hijos volvieron nunca más al país europeo. De hecho, familiares actuales que buscaron restos del apellido en la zona de Carpignano no pudieron dar con ningún pariente.

 Prosperidad en la pampa gringa

Al regresar de su primer viaje, ya casado, Benito comenzó a trabajar con un carro en el que juntaba huesos que luego vendía, a la vez que desempeñaba su oficio de herrero para el cual estaba diplomado, documento que en la actualidad está en posesión de sus descendientes.

Por otra parte, algunas versiones hablan de una herencia que cobró en Italia en la visita de 1897, posiblemente resultado de la venta de la casa familiar. En ese ínterin, al tiempo de regresar del viejo continente, se fueron a trabajar con Margarita a la cosecha en la zona de lo que hoy es Maggiolo, donde Benito trabajó en el armado de las parvas de cereales, y su mujer cocinaba; pero como el propietario del campo era viudo y tenía cuatro hijos, también se encargó de acondicionar las prendas de toda la familia, tarea por la cual recibió una propina extra.

El problema fue el regreso a Venado Tuerto, teniendo en cuenta que la frecuencia del ferrocarril era de varios días, entonces la joven pareja emprendió el retorno caminando por las vías hasta su hogar.

Al tiempo de regresar de Italia, Benito y Margarita pudieron comprar sus primeras 15 hectáreas en Venado Tuerto en la zona del actual Hipódromo del Jockey Club.

 Bicicleta y cámara fotográfica

Al regresar a Argentina de su primer viaje, Benito trajo dos novedades para estas tierras: la primera bicicleta que circuló por las calles polvorientas del naciente poblado, y la primera cámara fotográfica.

La novedad de la bicicleta también tuvo sus inconvenientes. Tan novedosa era por estos parajes que no había repuestos de ningún tipo, en consecuencia cuando se rompió la goma de la rueda tuvo que improvisar y reemplazarla por una cuerda gruesa atada con alambre.

Este inmigrante tozudo, que tras una infancia prácticamente sin padres, llegó a la patria gringa a los diez años, y supo forjar un futuro para él y su extensa familia, falleció el 2 de enero de 1950, a los 85 años, en las tierras del Venado Tuerto que lo vieron prosperar y convertirse en uno de los pilares del incipiente poblado. Su compañera de vida, de la que estuvo enamorado desde la infancia, falleció el 9 de agosto de 1942.

Nota elaborada en base a los testimonios aportados por Susana (bisnieta), y Norma Bosio y Enrique Mangiardi (nietos de don Benito Bosio).

 

Homenaje póstumo del Concejo venadense

Según la Ordenanza Nº 3279/05 que designa “con el nombre de ‘Benito Bosio’ a la calle pública sin número ubicada en el área geográfica de Ruta Provincial Nº 4-S (camino a la localidad de San Eduardo), Ruta Provincial Nº 7-S, las vías del ferrocarril y calle pública sin número del distrito Venado Tuerto”, su llegada a la región se produjo en el año 1898 (aunque presumiblemente lo hizo varios años antes), “radicándose en la zona vecina al ejido urbano de nuestra ciudad conocida como ‘El Empalme’».

En los considerandos de la normativa se plantea que “en ese lugar se dedicó fundamentalmente a la actividad agrícola-ganadera, a la par de establecer un comercio dedicado a almacén y ramos generales, muy característico de aquel periodo histórico”.

Uno de los méritos que se le destacan en la ordenanza a Benito Bosio es “haber iniciado una vasta progenie que puebla hoy nuestro suelo con las mismas virtudes que caracterizaron al inmigrante evocado”.

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