Durante el año pasado las cadenas agroindustriales aportaron 7 de cada 10 dólares que ingresaron por exportaciones a la Argentina. Este año, con el marco de la guerra en Ucrania, la relevancia del agro cobró aún mayor magnitud. Pero, además, su contribución es fundamental para el financiamiento del Estado, con alrededor de un cuarto de la recaudación.
La tecnificación e incorporación de tecnología le permitieron a la agroindustria argentina dar un salto significativo en los últimos 30 años, ubicándose entre los protagonistas del comercio global de commodities, alimentos, insumos y servicios. La aplicación pionera de la siembra directa produjo un cambio de paradigma para la agricultura mundial.
Acompañado por los transgénicos y agroquímicos, la incorporación de maquinarias, semillas híbridas y los silobolsas, compusieron un paquete tecnológico que dio base a una nueva etapa de las actividades productivas. En los últimos años, las imágenes satelitales, la sensorización, la big data, los cultivos de servicio, las rotaciones, y las innovaciones comerciales, generaron un nuevo impulso.
La Argentina enfrenta el desafío de aumentar la productividad ante la imposibilidad física de expandir el área de siembra y armonizar los procesos productivos con lógicas de sostenibilidad ambiental. Las economías regionales serán las protagonistas de la nueva etapa del agro argentino.
En los primeros siete meses del 2022, los 30 sectores más relevantes de los muchos que la componen exportaron más de 8 mil millones de dólares. Argentina es el primer vendedor mundial de yerba mate, aceite de maní, jugo y aceite esencial de limón, salvados y residuos de cereales, y porotos secos. También ocupa un lugar preferencial en ajo, vinos, ciruelas y peras, té, garbanzos, jugos de uva o preparaciones de maní.
Estas actividades están integradas mayormente por pequeñas y medianas empresas de fuerte arraigo territorial y contribuyen con más de un millón de puestos de trabajo directos. Son las que cuentan con efectos multiplicadores hacia el interior de las provincias y actúan como piezas claves para el empleo de las materias primas en procesos industriales de agregación de valor.
Uno de los sectores emblemas es el lácteo, que ocupa la primera posición en exportaciones, con 1.141 millones de dólares en 2021. Santa Fe se encuentra a la delantera, abarcando un 10 por ciento del PBI, con firmas de enorme competitividad internacional y un inmenso potencial por desplegar.
Las oportunidades actuales para las bioindustrias
En un momento histórico donde la disponibilidad de energía y alimentos se convirtió en el eje central de las relaciones internacionales, el sector bioagroindustrial emerge no solo desde su rol de proveedor de alimentos y derivados, sino como una turbina de generación bioenergética y una fuente eficaz de biomateriales.
La economía argentina cuenta con una gran oportunidad para insertarse en el mundo con productos cada vez más complejos y eficientes a partir de tecnologías que cuentan con un alto potencial de asociación hacia el interior de las cadenas productivas locales. El valor ambiental será un diferencial en los intercambios del futuro, y la Argentina cuenta con saber acumulado para enfrentar el desafío con ventajas.
La eficiente asignación de los recursos es central para lograr un reordenamiento territorial sobre bases materiales fiables y probadas.
Durante el siglo XX, las industrias argentinas alcanzaron la ola de las metalúrgicas y metalmecánicas con cierta demora y llegaron a un límite temprano. Aparece ahora una estrategia basada en las AgTechs como un medio para superar las condiciones que limitaron el modelo de sustitución de importaciones y el boom agrario surgido en la década del 90.
El cuidado ambiental adquiere un valor medible en términos económicos y financieros. El mercado global observará más atentamente el origen de lo que utiliza y consume. Las preguntas sobre el desarrollo tienen una nueva enunciación de las relaciones entre energía, balanza de pagos y términos de intercambio.
En el pasado, la respuesta con industrias petroquímicas y acerías trajo mejoras educativas e integración social para nutrir la vida urbana. La adquisición de bienes de capital se dio a la par de un mayor bienestar social con amplias posibilidades de acceso a empleos formales y décadas de carrera posible.
Hoy, las redes del sector bioagroindustrial entre universidades públicas, organismos estatales, laboratorios, centros de I+D+i y empresas, enriquece cadenas de producción con rápida capacidad de adaptación y una permanente sofisticación y diversificación. La difusión tecnológica se manifiesta en profusión formativa, espíritu emprendedor y tecnificación.
La excelencia alcanzada por la Argentina en genética, nutrición, salud, industrias satelitales, robótica, informática, junto a la tradición agronómica, componen una competitividad sectorial largamente probada y un sendero de desarrollo íntimamente relacionado a las industrias fierreras a través de las maquinarías agrícolas y las tecnologías de aplicación.
Es un horizonte de producción con mayor diversidad y la posibilidad de compatibilizar políticas de productividad con las de sostenibilidad social y ambiental, donde Santa Fe ocupa uno de los lugares principales.
Fuente: SumaPolítica