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Consumo de drogas: «Son problemáticas que no la situamos como algo individual, sino desde una perspectiva social”

Con las propuestas de baja de edad de imputabilidad y la difusión esporádicas de escenas de descontrol, excesos y violencia entre los jóvenes, se genera un clima de agobio en el que emergen fácilmente los estigmas y prejuicios. El consumo de drogas es ubicado en un lugar preferencial dentro de las desviaciones que sirven para justificar muertes inexplicables o avalar la sanción de medidas prohibitivas o represivas. La renovación del debate está lejos de alcanzar aspectos centrales de la cuestión, más bien desorientada en medio del laberinto de pánico y seguritismo que abre la “guerra contra las drogas” lanzada desde el gobierno nacional.

Para la psicóloga Andrea Pignatta, que trabaja en distintos dispositivos municipales de intervención social, es necesario abonar la discusión para ser capaces de reconocer cuando el vínculo con la sustancia comienza a volver conflictivo y poder romper la estigmatización y criminalización del consumidor que sostiene el paquete de medidas represivas que se dispone como única opción. La red narco es un tendido de relaciones que alcanza toda la vida cotidiana, se enhebra entre los flujos de dinero limpio y dinero sucio que se confunden en la economía y forma parte del imaginario al que cualquiera recurre día a día para desenvolverse en su vida.

“Tuvimos un cambio cualitativos al empezar a pensar el consumo como problemáticas sociales. Ese punto es interesante para cualquier trabajo y abordaje. Implica reconocer qué hemos hecho y cuáles son los factores para que el consumo se configure como una problemática que adquiere cada vez más gravedad. Esto lo complejiza, porque podemos encontrar múltiples causas y al encontrarlas, las posibilidades de intervención también se multiplican y ramifican. El pensamiento de complejidad parece tedioso pero es una responsabilidad ética que debemos tener”, comenta Pignatta.

Detalla que es importante elaborar una interpretación el consumo en un sentido amplia, admitiéndolo dentro de las prácticas consumistas que forman el sustrato anímico de nuestro modo de vida contemporáneo. La excitación del trabajar para consumir y las vidas organizadas en función de las reglas del mercado, hacen a la constitución del problema del consumo de drogas.

“Nosotros somos sujetos atravesados por la ley. Al estar atravesados por el vivir en sociedad, por reconocer la existencia de otro, tenemos que reconocer vacíos nuestros. Asumir eso no es nada sencillo. Dentro de la estructura cada uno de nosotros estamos regidos por un principio de placer y otro de realidad, lo que se ve es que el principio de realidad que corre y limita al principio del placer, parecería que se revierte y algunos autores hablan del apogeo del principio de placer. Aparece una noción del goce, que es ir más allá del principio de placer, excederlo, y ahí aparece necesariamente la noción de displacer, asociada a la idea de la muerte”, agrega.

El deterioro de las relaciones cotidianas, la amenaza permanente de las calles peligrosas y, a la vez, los hogares que dejan der ser refugios y también corren riesgo de estallar, la precariedad totalitaria, que abarca todos los planos de la vida –laboral, social, amoroso, social, sexual, familiar, económica- forman una dimensión ineludible para pensar el problema de las drogas. Los nuevos roles urbanos, los destinos ofertados, los condicionamientos previos a cualquier ejercicio de voluntad libre, van tallando distintos niveles de consumo. Algunos, como el alcohol o las drogas antidepresivas y ansiolíticas, que son las más difundidas y dañinas, son naturalizadas y aceptadas. Mientras que se recae con todo el peso del castigo y la sanción moral sobre determinadas sustancias consumidas por actores sociales determinados.

En relación a la actividad de Cepla, Pignatta cuenta: “nosotros veníamos trabajando en la prevención a través de talleres y acompañamientos, diversión saludable, espacios recreativos. En estos últimos meses estamos tratando de pensar el dispositivo desde un punto de vista integral e incorporar lo asistencial”. Y explica que desde el 2008 en Venado se pone en marcha un nuevo modelo de gestión, basado en la descentralización de la salud y el reconocimiento de criterios de territorialidad a partir de los Centros Comunitarios. Ubicados estratégicamente en distintos puntos de la ciudad, funcionan con equipos interdisciplinarios. El Sedronar dispone de una línea, la 141, gratuita y confidencial. Son las alternativas públicas para cubrir un área sumamente difícil y brindar un servicio integral y confiable frente a los costos elevados de la internación privada.

“Hay muchas propuestas y espacios para acercarse. Si lo pensamos ya después del diagnóstico, están las instancias sanitarias. Pero hay otros donde se trabaja con un concepto de prevención inespecífica, que son los talleres, las escuelas de arte y deportes, el Centro Integrador Comunitario, el Caum. Son problemáticas que no la situamos como algo individual, sino desde una perspectiva social”, cierra.

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