viernes 22 noviembre 2024
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Creó su propia marca de ropa haciendo honor a sus abuelos y pensando en un mundo más sustentable

(PR/Giuliana Ghignone) Venado Tuerto cuenta con su propio espacio de moda circular, un emprendimiento que nació en pandemia de la mano de Juliana Guerrero donde la moda, sus orígenes, la creatividad y la responsabilidad con el medioambiente se conjugan de manera perfecta.
Esta joven correntina vive en Venado Tuerto desde el 2010 y si bien nunca se había dedicado a la moda, lo que fue un juego de niña diseñando y cosiendo ropa para sus muñecas con retazos que recuerda recibir de City Mode, un local que solía estar en Rivadavia y San Martín, hoy es parte de su realidad. “Mi abuela materna cosía de todo y mi tía de parte de mi papá hacia alta costura. Se podría decir que me fui haciendo en ese entorno”, agrega.
“Hoy puedo decirte que la propuesta de Dulce Bolivia es principalmente concientizar, marcar la diferencia entre las demás propuestas existentes en la zona, devolverle el valor a esas prendas que ya fueron descartadas y no seguir generando residuos en el medio ambiente sino al contrario contribuir a la reutilización y reciclado de prendas para un consumo más responsable ya que como es sabido la industria de la moda es una de las principales contaminantes”.
Algo que destaca esta emprendedora es que no se trata de una feria americana, si bien pareciera lo mismo no lo es y en este sentido explica “la feria americana se compra las prendas en el estado en que se encuentra. Dulce Bolivia forma parte de la moda circular que es parte de la moda sostenible y se apoya en la economía circular. En la moda circular se promueve el consumo responsable en donde el principal objetivo es reducir los desechos y para eso es indispensable reciclar y reutilizar. El trabajo de curado o curaduría de prendas permite devolverle valor a esas prendas que ya fueron descartadas porque presentaban detalles como roturas, manchas, desteñido, pelotitas en el caso de los sweaters, etc. Lo que hacemos es reacondicionar cada prenda según lo que necesita para que vuelva a ser usable y no se convierta en desecho. Cada prenda, cada tejido, tiene su preparación y secreto”. Sin embargo, cuando ya la prenda no tiene solución entra en juego el upcycling o suprarreciclaje que es la reutilización creativa, es el aprovechamiento de productos, materiales de desecho o residuos para fabricar nuevos materiales o productos de mayor calidad, mayor valor ecológico y mayor valor económico. Así un jean puede pasar a ser una cartera o se usan recortes para crear una campera.


Enamorada de lo que día a día construye entre sus prendas recicladas Juliana busca siempre sumar nuevas ideas a este emprendimiento que nació casi sin pensarlo demasiado. “El verano antes de pandemia decidí hacer una feria americana entre amigas, entre nosotras nos vendimos e intercambiamos prendas y ¡me gustó! Me ayudó mucho a desapegarme de las cosas materiales y quise volver a intentarlo. También formaba parte de Rotaract club y habíamos ayudado a la Liga de Madres a realizar una feria y cuando pasé por la Liga a charlar si estaban contentas con el resultado de la feria me mostraron tres sacos de paño vintage que iban a ser desarmados porque nadie los quería y no se vendían así que los rescaté y me los lleve con intención de reacondicionarlos y que recirculen. El 20 de marzo se decreta la cuarentena obligatoria y me desesperó pensar hasta cuando iba a durar y que no iba a soportar estar sin hacer nada”, cuenta esta emprendedora que ante tanta incertidumbre pensó la actividad como “algo terapéutico para sobrellevar la pandemia”. “La mañana del 20 me levanté muy temprano y fui hasta Botón Tolón con la esperanza de que estuviera abierto y me stockeé de botones, hilos y todo lo que podría llegar a necesitar para modificar las prendas”. En un primer momento sólo se dedicó a la restauración de sacos pero tal fue el éxito, la demanda cada vez era mayor y ya no solo de este tipo de abrigos sino de todo tipo de prendas. Con el correr de los meses, Juliana sintió la necesidad de empezar a mutar “ya tenía claro que lo que buscaba promover era el consumo responsable y la reutilización y reciclado de prendas”. Con paciencia y un poco de tiempo el panorama se aclaró y “un domingo de febrero me desperté con el nombre y el diseño del logo, así de especial fue. Dulce Bolivia tiene que ver con mis raíces, por un lado mi abuelo paterno que era boliviano y murió con la ilusión de algún día volver a su amada Bolivia y por otro lado a mi abuela materna paraguaya que enviudó muy joven y era vendedora ambulante de ropa, recorría 45km hasta llegar al pueblo más cercano y poder vender. Es un nombre que representa todo el amor por la tierra, el sacrificio y el creer en uno mismo”.
Hoy Juliana vende a través de su Instagram mientras prepara su propio showroom y en paralelo participa de ferias y paseos que se organizan en la ciudad.

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