(PR/Pablo Salinas) Pasaba por casa una vez al mes para entregar a mi viejo el periódico “Nuestra Palabra” del Partido Comunista. Llegaba en su bicicleta balón de hombre, siempre bien aceitada y con las gomas infladas. Unos 20 metros antes de frenar boleaba la pierna derecha por encima del asiento y llegaba parado en el pedal izquierdo. Todo eso a una velocidad controlada, mínima, puro envión. Esa misma parsimonia lo acompañaba para todos los quehaceres de la vida. Saludaba apretando fuerte, con las dos manos, y el saludo iba acompañado por la chispeante mirada de sus ojos claros y una sonrisa.
Don Segundo Ottolini, falleció a los 87 años el 12 de mayo de 2010: “Fue coherente hasta para morirse. Así como vivió. En silencio, con humildad, sin grandilocuencia”, señala el periodista Horacio Dotti en la triste crónica de su necrológica, y recuerda: “Tan humilde y sencillo que le rehuía a las cámaras y los grabadores, aun cuando le tocó ser candidato a algo, casi había que obligarlo a dar notas. Eso sí, sus ideas sabía defenderlas con pasión, aunque sin agravios, ni insultos. Es que era todo un caballero. Casi un romántico de la política. Se fue en silencio, con humildad”.
En noviembre de 2007 el bloque de la Unión Cívica Radical del Concejo Deliberante venadense presentó un proyecto de Resolución declarando a Segundo Miguel Ottolini, “Hijo Dilecto de la ciudad de Venado Tuerto” (Exp. 4131-C-04), reconocimiento que rechazó con humildad, por considerar que no era merecedor de semejante distinción.
Don Segundo fue varias veces candidato a concejal e intendente por su querido Partido Comunista, y era común verlo llegar a los debates públicos en su bicicleta, que ataba cuidadosamente con candado, porque el delito no descansa ni siquiera con los hombres más bondadosos y humildes.
Un crack del fútbol
Otra cualidad del histórico dirigente del Partido Comunista (PC), eran sus habilidades excepcionales para el fútbol. Según cuenta el historiador venadense José Favoretto, en su libro “Mi ciudad, tu historia, tu vida, tu gente, parte II”, “fue una figura relevante dentro del fútbol venadense. Popular y admirado. Es notable su personalidad. De una decencia inequívoca con harta evidencia de no ser superada con facilidad. Ottolini sigue unido a su pueblo por ese cariño que despiertan los hombres que en una juventud vivida intensamente en el azul de un cielo cobijando esta parte sur de Santa Fe, supieron conquistar laureles de amistad cuya frescura se mantiene, y a veces embellece, no obstante, el roce de la vida diaria”.
Con su prosa lírica, Favoretto agrega que “fue el pueril y trivial denominador del ‘crack’ en potencia al cual se observa en ciernes su presencia que no se hizo esperar para que la consideración del aficionado expusiera su opinión. Otro grande de esta parte de la región que brindó el fútbol”.
En las condolencias por su fallecimiento, el Partido Socialista venadense recordaba a “Segundo Ottolini, una persona tan particular como polifacética: jugó al fútbol en la primera del Club Atlético Atlanta, allá cuando el deporte era más juego que negocio, y los futbolistas ponían más corazón que razón”.
En una entrevista que le realizó el periodista Andrés Sarlengo, Ottolini describió que “a los quince años, por esas cosas que tiene la vida, decidí irme de Venado. Utilizando uno de los tantos camiones que viajaban rumbo al norte me fui a la zona de Cuyo. Como era buen jugador de fútbol me defendía con lo que ganaba con eso o con los trabajos que conseguía por medio de él. Después de hacer el servicio militar en Córdoba llegué a jugar en la primera de Instituto, pero al final, me tuve que volver a Venado Tuerto”.
Niñez y juventud
En la entrevista que Sarlengo le realizó a Don Segundo en 1996, el histórico dirigente comunista narró sus años jóvenes y acompañó el relato de su vida con el devenir político de estas tierras.
“Nací y me crie en Venado Tuerto, ciudad que realmente me gusta mucho. Lo que más recuerdo era el esfuerzo y la dedicación de las señoritas maestras a pesar de que solamente contábamos con un libro de lectura, un cuaderno y un lápiz”, puntualiza Ottolini, canoso prematuro, nacido en la década del 20’ del siglo pasado.
Don Segundo no pudo concurrir al colegio secundario, que en aquellos años era un privilegio de pocos, y después de las aulas del primario “recuerdo que fui a trabajar a una fábrica de fideos, luego a una peluquería, hasta que a los quince años, por esas cosas que tiene la vida, decidí irme de Venado”.
Dirigente político
Los comienzos de Ottolini en la actividad política se remontan al año 1939, aunque recién se afilió al Partido Comunista en 1949. Por otra parte, su militancia partidaria fue a la par de la actividad gremial.
“Organizamos el Sindicato de Mosaistas con el apoyo que nos brindaron los socialistas que formaban parte de la Unión Ferroviaria. Nos reuníamos en el local que nos prestaban, ubicado en Falucho y Garibaldi. Con el tiempo me integré al partido y mi carnet tiene fecha de 1949. Toda nuestra actividad estuvo acompañada de detenciones, allanamientos y persecuciones, sobre todo desde 1945 hasta 1983”, cuenta Ottolini.
La creación del Sindicato de Mosaistas tiene que ver con su relación laboral con una histórica empresa del rubro en la ciudad, Pagella Hermanos, donde trabajó durante varios años.
Además, era miembro de la Mesa Coordinadora de Jubilados de Venado Tuerto. En este sentido, Fernanda Toccalino recuerda que “con papi formaban parte de la Mesa Coordinadora de Jubilados. Entre todos juntaban las monedas para que Segundo viajara a Buenos Aires a los encuentros nacionales. Se llevaba lo justo para el sandwich y la Coca, literalmente. Recuerdo a mi mamá retándolo a mi viejo porque le decía, ‘ya que ustedes no van a ir hasta allá, por lo menos junten algo más de plata para que coma algo mejor en el viaje’”.
En su trabajo periodístico, Sarlengo también entrevistó al referente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre seccional Rosario, Norberto Olivares, quien planteó que “el ideal político de Ottolini responde a una época concreta del PC, épocas de cristalizaciones y dogmatismos del socialismo real, el stalinismo, la guerra fría, la construcción del frente democrático, de un proceso revolucionario en etapas, a veces aliados con dirigencias de la burguesía nacional”.
En tiempos de dictadura en varias ocasiones lo llevaron a la sombra y lo sometieron a torturas, como a tantos otros. En una de esas ocasiones, los compañeros de trabajo en la fábrica de mosaicos hicieron una manifestación afuera de la comisaría pidiendo su liberación. Otros tiempos, con más compromiso obrero y conciencia de clase.
Homenaje de Hugo Vázquez
“Todo es tristeza esta noche en este mar de oleaginosas. Se ha muerto Segundo Ottolini. Y aunque siempre supimos que la muerte no hace excepciones, nosotros, tan ateos y sin embargo tan creyentes, habíamos enterrado la certeza de este día inevitable. Es verdad que no era el único hombre bueno que habitaba esta ciudad, pero se fue el más bueno entre los buenos”, lo describe Hugo Vázquez, periodista y escritor venadense, a días del fallecimiento del legendario político.
Más adelante, asegura que “hasta el más vil era incapaz de odiarlo. Aún aquellos que creían en la antítesis exacta de sus ideas o estaban en el extremo inverso de su dimensión ética, cuando hablaban con él percibían que estaban ante un hombre admirable. Segundo Ottolini fue un santo y la cualidad más divina de su santidad es que no esperaba -precisamente- recompensa divina. El paraíso al que aspiraba era terrenal y su cielo soñado lo habitaría más temprano que tarde el hombre hermano del hombre”.
Vázquez redobla su apuesta al describir a Ottolini como “un humano político entre tantos insensibles políticos, un militante coherente entre tantos militantes del delirio, un comunista entre tantos individualistas”.
Cuenta que lo conoció en una reunión “semi clandestina” del PC, cuando “la dictadura languidecía” y recordó que “quien me llevaba me presentó como ‘un pibe con inquietudes’, recorrí las caras de esos hombres, se notaba en sus miradas la desconfianza de una época en la que desconfiar de antemano era imprescindible. Me sentí intimidado hasta que mis ojos encontraron los ojos de Segundo. Me sonrió, se levantó y no me ofreció su silla, me la cedió con una dulzura irrechazable. Al final de la reunión, los camaradas ya distendidos y convencidos de mi genuino interés de participar me ofrecieron afiliarme. Segundo se negó, ‘no es el momento camaradas’, dijo apoyando su mano en mi hombro, ‘todavía no podemos estar seguros de que no lo ponemos en peligro’. Esa era la diferencia entre Segundo y el resto, aún entre esos hombres bondadosos y dignos -y me consta que lo eran- se diferenciaba. Ellos al conocerme se preocuparon por ellos, Segundo se preocupó por mí”.
Su más claro pensamiento está explícito en esta declaración que Don Segundo realizó en el año 2006: “La liberación y las conquistas de la clase obrera tienen que ser fruto de la lucha, el sacrificio y el empuje de la clase obrera. No esperemos nada de arriba. Los de arriba van a abrir la mano cuando los de abajo le exijamos que la abran”.