(PR/Franco Santinelli) Jorge Pérez se recibió de martillero público en 1975 en Rosario, donde trabajó en una inmobiliaria con su tío. Volvió a Venado Tuerto y comenzó su propio camino, continuó los estudios y actualizó su título a corredor inmobiliario.
Después de un buen tiempo un golpe inesperado de la vida lo dejó postrado, y en ese momento de reflexión, Jorge descubrió un nuevo rumbo en su vida. Hoy tiene 66 años, dos hijas, una nieta y una nueva pasión: la pintura.
En su oficina hay un ambiente muy pacífico. De la pared cuelgan diplomas y a continuación una de sus obras. Al frente, pinturas de otros artistas que admira. Ofrece mate o café y se predispone de la mejor manera para presentarse, por primera vez, como un artista.
«Todos te aconsejan que cuando llega cierta edad y vas abandonando tu actividad principal, siempre hay que tener una cosita iniciada, para que no te venga la depresión”. Jorge es sincero, rompe el hielo y la anécdota no se hace esperar: «Hace unos diez años, más o menos, había una chica enfrente de donde tenía la oficina, que hacía cartas astrales, y me dijo ‘vos vas a trascender en tu vida por la pintura’».
Esta frase fue algo que lo sorprendió, porque él jamás había pintado. De hecho, en ese entonces ni siquiera sentía deseos de pintar.
Tres años después, estaba de vacaciones en una playa del sur de España. Entonces la vida jugó una carta inesperada, y luego de sentirse mal durante toda una tarde, sufrió a la madrugada un Accidente Cerebrovascular (ACV) que lo dejó internado un tiempo.
Tuvo que volver a aprender a caminar, a hablar, en definitiva, a reconocerse nuevamente. «Fue una nueva vida, un punto y aparte», cuenta y agrega para explicar la gravedad del asunto: «Mis hijas fueron a atenderme, desde Venado Tuerto a Almería. Me daban por muerto, eso me hizo pensar un poquito que tenía que aflojar en mi actividad”.
Cambio de vida
A partir del ACV y su convalecencia empezó a delegar responsabilidades laborales, y a tomarse un poco más de tiempo para él. Descubrió que la pintura era una terapia estupenda para su nueva vida. «Yo agarro un pincel con pintura, me voy al taller que tengo en casa, me pongo a tomar unos mates y escuchar música y la paso muy bien, me olvido del mundo».
Aunque sus trabajos sorprendan y provoquen emociones, no se reconoce como un pintor. «Me daría vergüenza que me comparen con un pintor, si sale algo bueno estoy orgulloso y si sale algo malo trato de esconderlo para que no lo vea nadie». Jorge bromea y entre risas deja al descubierto que la pintura -o hablar de ella- lo pone de muy buen humor y ánimo.
Me ofreció ver su taller, y caminamos una cuadra hasta el lugar. Sus trabajos son en acrílico sobre lienzo u otros materiales como madera o fibrofácil. También utiliza recursos para cambiar las texturas, como cúrcuma, betún, o lo que tenga a mano para improvisar. Expone su manera de trabajar y modestamente presenta una cantidad de trabajos propios que sorprenden, en cantidad y calidad. “Yo generalmente los cubro con una laca, para protegerlos, no sé si es correcto o no”, y vuelve a excusarse: “Yo hago eso pero no estoy preparado para aconsejar a nadie”.
La amistad
Además de la pintura, Jorge sabe que uno de los valores más importantes de la vida es la amistad. Tiene muchos amigos en la actividad inmobiliaria y también en al ambiente del arte. Todas las semanas publica por internet para sus amigos. “Algunos me cargan, otros me animan, la pintura me mantiene en contactos con todos ellos, eso es lo que tiene el arte que me encanta”.
Jorge explica que si bien ser corredor inmobiliario puede ser una carrera un tanto fría, él lo hizo como una forma de ganarse la vida y no por ser materialista.
Después del ACV recordó las palabras de su vecina astróloga y reconoció que esa sensibilidad siempre la tuvo. «El arte, para mí es la esencia del ser, es todo esto. El arte para mí es libertad, es compartir…el arte y la amistad”, aclara.