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martes 23 abril 2024
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El venadense que llegó al Machu Picchu en su Guerrero

(PR/Giuliana Ghignone) Gustavo Moll, es venadense y emprendió una travesía a la que pocos se animan. En su guerrero G90 se decidió a cruzar gran parte de América Latina con un claro objetivo, llegar a Cusco para conocer ni más ni menos que Machu Picchu.

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“Este viaje lo quería hacer desde hace mucho”, explica Gustavo quien se animó a emprender esta aventura con la misma moto, a la que apodó Cristina, que lo acompaña cada día en su rutina laboral “a la que le engancho el carro todos los días y salgo a “parar la olla”, a juntar para mi hija que estudia en Rosario medicina y el resto para mi próximo viaje. Para esto trabajo de lunes a lunes”.

Esta vez, pensó un viaje de dos meses y ya se encuentra de regreso tras haber conocido las históricas ruinas “cuando ya tenía casi todo organizado, cayó la pandemia, se cerraron las fronteras y ahora arranqué porque en esta época es la estación seca en Perú. Creo que me agarró en el momento que menos recursos tenía, pero algo me decía que era ahora o nunca así que, con pocos recursos, cargué con muchos alimentos enlatados a Cristina y partí”, detalla.

Gustavo vivió una vida convencional, pero con un fuerte deseo de conocer el mundo y hoy a sus 57 años, lo recorre con el entusiasmo propio de un joven que sigue sus sueños. Cuando está en Venado Tuerto, los fines de semana se dedica al rubro gastronómico, otra de sus pasiones. Mientras que de lunes a viernes, junto a su hermano llevan a cabo tareas de plomería, gas, construcciones, servicio de jardinería y mantenimiento de piscinas. Así se gana la vida y junta peso por peso para poder viajar “que es lo único que me voy a llevar”, asegura.

Hasta el momento lleva recorridos España, Holanda, Alemania, República Checa, Serbia, Rusia, Grecia, Egipto, Italia, Francia, Inglaterra y en su propio país visitó el sur Argentino, Córdoba y Mendoza.

“Generalmente viajo solo y lo prefiero, aunque si alguien quiere acompañar bienvenido sea y lo he hecho. La razón de viajar solo es la independencia, de hacer lo que uno quiere. Por ejemplo, si estoy en la ruta y veo una planta que tiene un lindo río que corre al lado y me quiero quedar toda una tarde ahí, lo hago y lo disfruto”.

Curioso, sociable e inquieto Gustavo se aleja de los circuitos turísticos y busca en cada viaje conocer la idiosincracia del lugar, sus comidas, habitantes y costumbres. Ni el idioma, ni el dinero son un impedimento para este viajero que le “busca la vuelta” y con paciencia e ingenio logra su objetivo. Helado y cerveza son dos elecciones que se repiten siempre, seguro que podría armar su propio ranking, hostel y comidas en las rotiserías locales son también sus elegidos.

Respecto de las obligaciones de la vida cotidiana cuenta que “siempre trato de dejar ordenado todo lo mejor posible y al piste fuiste, cuando regrese se verá”.

“Cada uno tiene que hacer lo que le haga feliz, en la vida no solo es trabajar y trabajar, este tiempo que yo me tomo me llena el corazón y el alma”, es la frase con la que cierra esta entrevista. Perfecta para entender su filosofía de vida.

 

 

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