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Inseguridad: un debate “empobrecido”

(Venado Tuerto) Como todos sabemos la inseguridad a copado el debate político y social desde hace un tiempo. Es lógico que así suceda, por dos cosas fundamentalmente: el nivel de violencia con el que se están desarrollando los hechos; y el machaque permanente de los medios nacionales y locales sobre el tema.

Sin embargo, pese a tantas palabras, expresiones, sobreactuaciones, deseos sinceros y no tantos, especulaciones, prejuicios, aprovechamiento político, pases de facturas, etc; no parece que estemos avanzando demasiado en la comprensión de semejante problema, y por lo tanto, menos aún en soluciones.

A continuación trataré de expresar algunos pensamientos e ideas con la única intención de aportar elementos para el análisis y el debate, y poner atención sobre algunos puntos que considero no se tienen presente, o directamente se ignoran.

Criminilización de la pobreza:

Ya estamos acostumbrados a hablar de delincuencia y unirla inmediatamente a la situación de pobreza, como si el crimen fuera una exclusividad de los sectores marginales de la sociedad. Allí estamos cometiendo un primer y grave error, porque hay diferentes grados de delincuencia y diferentes escalas de negocios en el accionar criminal. Podríamos establecer por lo menos tres grados, donde pareciera haber un patrón, a mayor escala de negocios menor violencia manifiesta, y viceversa:

a)  Los delincuentes de “guante blanco”: aquí estamos hablando de las grandes estafas, esas que sólo se pueden realizar desde las esferas del poder político, económico y judicial. Para muestra nos basta un botón a todos los venadenses con el ex banco BID, con los principales protagonistas de esta historia caminando tranquilamente por las calles de la ciudad.

En este tipo de delitos no existe la mayoría de las veces una violencia manifiesta, pero sí una gran violencia subterránea y silenciosa, que no podemos establecer con certeza hasta qué punto repercute en la sociedad, pero que sin dudas lo hace

b)   El crimen organizado: el narcotráfico a gran escala, los robos “profesionales”, los secuestros extorsivos, etc. Aquí siempre hay un eje delincuentes-policía-justicia, y muchas veces también se ve involucrado el poder político.

Debido a la demanda popular -que equivocadamente sólo pone verdadera presión sobre el poder político- en este punto es donde quizás se estén logrando algunos avances, producto de que algunos actores políticos comienzan a tomar distancia de los negocios que se desarrollan en los círculos del crimen organizado.

Como ejemplo podemos considerar los últimos mega operativos donde se logró atrapar a varios de los principales narcotraficantes del sur de la provincia, aunque luego quedarán libres la mayoría, en este caso gracias al accionar de la justicia, o injusticia, como usted prefiera llamarla.

c)  El “crimen desorganizado”: este tipo de delincuencia, sobre el que sobran los ejemplos porque los escuchamos todos los días hasta el cansancio, afecta de lleno “al ciudadano de a pie” y genera un importante nivel de violencia que se desparrama por todo el entramado social.

“El crimen desorganizado” es el más difícil de resolver porque tiene profundas raíces sociales, sobre las que hablaré en el siguiente punto.

 Como vemos, el accionar criminal no es exclusivo de una clase social; o como dijo un amigo, “cada uno roba con las herramientas que tiene a mano”; o como dice el principio, “como es arriba es abajo, y como es abajo es arriba”.

¿Cómo se interrelacionan estos tres niveles de criminalidad y cómo terminan afectando al conjunto de la sociedad?, es una pregunta que estamos muy lejos de poder responder, ya que en principio debemos tener la voluntad de hacerla.

 Las raíces sociales y culturales:

 Está claro que hoy la Argentina, pese a casi diez años de inversión en políticas sociales activas, mantiene grados de desigualdad que afectan significativamente el funcionamiento de la sociedad.

Al mismo tiempo que las estructuras de desigualdad siguen prácticamente intactas, ha venido creciendo de manera exponencial una cultura del consumismo nunca antes desarrollada; éste por supuesto no es un fenómeno sólo local, sino que es una especie de epidemia a escala mundial.

Entonces, mientras por un lado mantenemos una estructura económica donde el que nace en la marginalidad muy difícilmente pueda salir de esa situación, por otro lado tenemos acceso igualitario a una masiva y seductora publicidad que nos invita a consumir todo aquello que nunca podremos tener. Cinismo llano y puro.

Es esperable que esta situación genere altos niveles de frustración y resentimiento, y por lo tanto, de conflicto social. Que un porcentaje muy pequeño de excluidos tome en serio la invitación de la sociedad moderna a consumir, y lo haga sin reparar en los medios, es suficiente para que la inseguridad tenga una potente llama que la alimente. Quizás esta situación termine siendo la raíz más profunda de la violencia urbana contemporánea.

Un mundo en el que valemos más por lo que poseemos que por lo que podemos ser no es un mundo donde se pueda vivir tranquilamente y en plenitud. Urge alimentar la creación de una nueva cultura, donde la necesidad congénita que todos los seres humanos tenemos de ser respetados y valorados, pueda ser saciada por valores muy distintos al omnipresente y todo poderoso valor del consumo.

 Martín González

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