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Juicio contra el entrenador: Heridas que no cierran

(PR/Norma Migueles) En la jornada de hoy se realizó la cuarta audiencia del juicio oral y público al entrenador, acusado de abusar sexualmente de por lo menos nueve niñas. Por el estrado presidido por los jueces Lorena Garioni, Benjamín Révori y Aldo Baravalle, pasaron nuevos testigos, incluyendo una chica que estuvo unos meses, pero que no aceptó quitarse la ropa para que le hiciera masajes y sus padres inmediatamente la sacaron del gimnasio. 

Cabe aclarar que no hay, por lo menos en la etapa oral, registro de una causa de este tenor y con esta cantidad de víctimas. También es muy importante destacar que si bien es una causa que se inició en el 2021 la solidez de las pruebas de la fiscal Florencia Schiappa Pietra, resultan de sumo valor, porque se trata en la mayoría de los casos de testimonios y no pruebas tangibles o visibles. Pero estos testigos van delineando un patrón, sobre la personalidad de las víctimas y cómo el acusado elegía y les iba quitando con gestos amistosos, amenazas, promesas y hasta regalos, la posibilidad de rebelarse o denunciarlo.

El modus operandis empezaba dominando la voluntad de las niñas, la mayoría de corta edad, promedio 12 años, que amaban el deporte, generando un lazo amistoso que permitía conocer sus debilidades y a partir de allí empezar a suplantar la natural confianza en la familia. También creaba una dependencia respecto a su desarrollo deportivo, pero la perversión lo llevó a obsesionarse con algunas de las niñas a las que manoseaba sus senos, nalgas, partes íntimas, superando todos los límites de la moral y la ética profesional, llegando al abuso sexual con penetración.

La culpa

Hoy atestiguó CZ, quien ya tiene 21 años, y lamentablemente de las denunciantes fue la alumna más joven que fue abusada y por largos años. Ella tenía 9 años cuando ingresó al gimnasio, “Pepe” era íntimo amigo de su padre y la familia depositó en él toda la confianza. Un par de años después también fue la hermana.

A los 10 empezaron los masajes, en una niña que tuvo una pubertad temprana y fue carne de cañón para el pedófilo, que satisfizo su perversidad durante casi cinco años.

Años en los cuales y en la medida que crecía la niña los “masajes” le molestaban, el manoseo, la mano siempre en su vagina. El tener que estar siempre medio desnuda, al punto que en algún momento de la hora que entrenaba, practicaba 20 minutos y durante 40 la masajeaba, aún cuando ella le decía que no lo necesitaba.

CZ pensó que esto le pasaba solo a ella, y no se animó a contarlo, al llegar a los quince se plantó y se fue. “Deje de pensar en los abusos, si no lo nombro, ni lo pienso, no existió” se dijo todos estos años y hace pocos meses recién pudo hablar con su hermana y enterarse que ella también fue una víctima. 

CZ narró con la garganta cerrada por la angustia y las lágrimas que se negaban a salir y darle alivio. Con dolor confiesa un pensamiento que la carcome desde hace años: piensa que si ella lo hubiera denunciado en ese momento, las chicas que siguieron su camino se lo hubieran evitado.

“Era una niña” y el grito desgarrado le cierra la garganta y lo pasa con un trago de agua. “Si no lo decís no está pasando” repite y una y otra vez.

CZ es otra niña que quiere estudiar, forjarse una vida, pero el siniestro fantasma del abuso, al igual que otras jóvenes malogra sus relaciones. Mucho camino le falta para perdonarse, aun cuando sabe a ciencia cierta que no fue su culpa. Cuando este juicio termine seguramente la herida comenzará a cicatrizar y su voz se alzara fuerte y clara contra los pedófilos abusadores.

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