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La adicción a las redes sociales proporcionan un mayor riesgo a la depresión, ansiedad y pensamientos suicidas

(PR) Ante un preocupante escenario, donde adultos, adolescentes y niños hacen uso y abuso de aplicaciones y redes virtuales, profesionales de la salud iniciaron su propia campaña de concientización. Desactivar notificaciones, limitar el tiempo de uso y priorizar actividades offline son pasos fundamentales para recuperar el control.

“Para entender realmente qué sucede en nuestro cerebro cuando interactuamos a través de estas plataformas hay que hablar de la dopamina, una hormona crucial en el sistema de recompensa del cerebro. La dopamina es la encargada de generar esa sensación placentera cuando hacemos algo que nos gusta, ya sea comer algo rico, ganar en un juego o recibir un «like» en una publicación. Cuando interactuamos en redes sociales, especialmente al recibir aprobación o reconocimiento, se libera dopamina. Esta descarga nos produce un subidón momentáneo de felicidad, pero, como ocurre con otras adicciones, ese placer es efímero. Rápidamente sentimos la necesidad de volver a recibir estímulos similares para mantenernos en ese estado. Es un ciclo que puede llevar a la adicción, una búsqueda constante de gratificación que afecta tanto a niños como a adultos”, explicó la psicóloga Nandi Serato.

“Como psicóloga, observo cada vez más cómo es la adicción a las redes sociales y la tecnología que afecta a personas de todas las edades. El uso prolongado de las pantallas, sobre todo en niños y adolescentes, impacta directamente en áreas del cerebro que son esenciales para el autocontrol, la concentración y la gestión emocional”, alertó la especialista, quien sumó a esta explicación que la corteza prefrontal, responsable de la planificación y el control de impulsos, es una de las más afectadas. De esta manera, a medida que se prolonga la búsqueda de la gratificación digital, más difícil se vuelve enfocarse en tareas que requieren esfuerzo sostenido, como estudiar o trabajar.

Aún reconociendo los avances que proporcionan estas herramientas, Serato remarcó que el problema aparece en el uso desmedido, convirtiéndose en un mecanismo para evitar el malestar o llenar vacíos emocionales. “Los chicos, por ejemplo, recurren a sus dispositivos para ´relajarse´ cuando están aburridos o estresados. Sin embargo, esa solución rápida genera una dependencia peligrosa y dificulta el desarrollo de herramientas más profundas para gestionar las frustraciones cotidianas. Muchos jóvenes tienen problemas para sostener el esfuerzo, para lidiar con la demora de gratificaciones, y esto deriva en problemas escolares, de autoestima e incluso en trastornos más serios”, explicó.

Estudios recientes han encontrado una fuerte relación entre el uso excesivo de las redes sociales y un mayor riesgo de desarrollar depresión, ansiedad, soledad e incluso pensamientos suicidas. “Las redes no solo nos exponen a una comparación constante con los demás, sino que también fomentan el miedo a ´perdernos de algo´ (FOMO, por sus siglas en inglés), una sensación que nos mantiene en un estado de alerta y dependencia constante del teléfono. ¿Cuántas veces te sorprendés revisando tu celular apenas te despertás o en cuanto tenés un momento libre? Esos pequeños hábitos diarios, aparentemente inofensivos, pueden ser una señal de que estamos demasiado conectados a lo virtual y desconectados de lo real”.

A modo de conclusión, Serato expresó: “Creo firmemente que la clave está en aprender a usar la tecnología de manera consciente. Cada uno de nosotros debe detenerse a reflexionar sobre cómo está utilizando su tiempo y atención. Es vital hacer un balance y preguntarse: ¿Qué parte de mi día dedico a relaciones reales, a experiencias que nutran mi mente y mi cuerpo? Si no logramos un control sobre el uso de las redes, corremos el riesgo de alejarnos de nosotros mismos y de quienes nos rodean”.

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