La noticia llegó a los informativos nacionales y el escándalo desató la indignación: La Anónima, una de las cadenas de supermercados más importantes de la Argentina, cuyos dueños forman parte de lo más granado del empresariado local, integrando la lista de las mayores fortunas del país, escondió carne en mal estado y se preparaban para venderla tras hacerle un lavaje químico. «Nuestra prioridad es tu seguridad», afirman en sus avisos comerciales. Carne podrida.
Lo que la película El patrón grafica en un caso aislado, individual, de pequeña escala, está vez exhibido en toda la crudeza de las arbitrariedades que componen la cadena de distribución y comercialización de los alimentos. Los supermercados, los grandes organizadores de las mesas de los argentinos, los que tienen capacidad de poner precios, mostrar en góndolas, entregar en puerta, las mercaderías que llenan heladeras y alacenas hogareñas.
Había una coincidencia macabra: la intoxicación por la venta de carne podrida en un contexto donde hay una enfermedad circulando que pone en riesgo la salud de la población y está devastando la economía y produciendo un descalabro social de proporciones sin igual en la historia. La búsqueda de un margen más amplio de rentabilidad pisoteando la dignidad mínima de los consumidores: ventajas y engaños en una secuencia que atropella la salud pública justo cuando la misma está en entredicho por una pandemia.
Mientras la población se recluye en sus casas obedeciendo el aislamiento social obligatorio que dispuso el gobierno nacional y que está logrando contener los números de muertes en niveles bajísimos, una de las empresas más grandes de la ciudad, patea en el piso a las familias que dejan todos los meses parte de sus recursos en sus cajas registradoras.
¿Si hubiera otra posibilidad, con mercados de cercanía y vínculo con los productores sin intermediarios, las cadenas de retail tendrían la magnitud y el control sobre el consumo de los argentinos que actualmente tienen? Probablemente no, y eso es un efecto de la concentración, la misma que le da la preeminencia copando un mercado como para abusar de su posición y desconocer los Precios Cuidados, esconder mercadería o romper todos los acuerdos, como lo demostraron las recorridas ciudadanas que se encargaron de supervisar el cumplimiento de estos programas.
La Anónima incumplió los precios establecidos en los programas oficiales en un 28,9% de los casos. A su vez, en relación a la ausencia de productos en góndola para hacer stock y luego venderlo a mayor precio, se dio en un 27,6% de casos. El desprecio por la vida de los consumidores venadenses, como se advierte, no es una novedad. Solo que ahora alcanzó límites de inhumanidad impensados.
