Dora Icutza es docente rural en la escuela 907 de Campo El Rincón, a 15 kilómetros de Maggiolo. Hace pocos días realizó un posteo en donde aclaraba cada una de las funciones que desarrolla en su trabajo, contaba la formación que emprendía constantemente y se descargaba ante la oleada de desprestigios y agresiones contra los docente que se acompañan el paro. En todo el país, ningún distrito comenzará las clases normalmente, a pesar que el presidente inaugure el ciclo lectivo en una escuela de Jujuy.
La vida cotidiana de los docentes de la región son una muestras de las falsificaciones en las que se incurren cuando se estigmatiza la práctica docente y se replican discursos producidos desde los medios de comunicación que juegan como agencias de prensa del gobierno nacional. Las hipótesis sobre pereza, ausentismo, desidia o incapacidad, quedan deslucidas ante el itinerario de los docentes que ponen en práctica una multifunción: Dora es directora, dicta las clases y hace de portera. El marco del conflicto docente se reconfigura y adquiere una dimensión humana.
“Yo estaba en San Francisco, que es un pueblo rural, donde todas las actividades dependen y se organizan en función de la vida en la ruralidad. Tiene sus dificultades, como la de llegar a la escuela. En este momento, con las inundaciones, se complican muchísimo los caminos. Lo importante, y no soy la única, es estar ahí. Yo vivo de lunes a viernes en el campo. Tenemos una laguna que está entre el camino y lo corta”, detalla Dora.
Los seis chicos que asisten como alumnos de la escuela viven en Maggiolo. A veces llueve en el pueblo y no en el campo. Con los cambios productivos que experimentó la región, las migraciones y la centralidad de la vida urbana-portuaria, la vida de la ruralidad quedó absolutamente desatendida. “Podría decir que el que hacen es trabajo esclavo e inhumano. Yo recorro las familias y lo único que tienen es un tractor. Y nadie les da el gasoil y ni siquiera es de ellos, sino del patrón, que le paga un sueldo miserable”, cuenta.
El modo de organización interna de la escuela se basa en un principio de pluriaño. Los seis alumnos comparten las clases, donde se plantea un eje de problemáticas que se van resolviendo a partir del nivel y las dificultades de los chicos. Es un aprendizaje “cooperativo y colaborativo”. Una manera de permear las fronteras etarias y curriculares, otra lógica que funciona a la par de las formaciones preestablecidas de las instituciones tradicionales. El vínculo entre la maestra rural y los alumnos, por eso, difiera completamente.
“Lo primero que se tiene que dar en el vínculo es la confianza. Los papás te dejan lo más preciado que tienen y eso hay que ganarlo con la palabra y los hechos. Algo que a mí me llamó la atención fue cuando llegué a dar clases y veía que los papás estaban lejos y me saludaban desde ahí. Me costó mucho que pudieran acercarse a charlar conmigo. Se quedaban ahí mirando. Hasta que después de algunas semanas de mirar y ver, pudieron dejarlos”, apunta la docente.
El mapa productivo de Maggiolo sigue los lineamiento de la colonización sin presencia que se da en buena parte de la región. Los estancieros, dueños o arrendadores de los campos, fueron los primeros desertores. En su mayoría son personas de afuera que viven preferentemente en Buenos Aires. Los que están en el territorio son los peones con sus familias. Las distancias a recorrer son larguísimas y el estado de la infraestructura es paupérrimo. Dora, que durante la semana vive en la escuela, recibe a los chicos, dicta las clases y prepara la leche.
“Este año empezamos a aplicar talleres y hay dos días a la semana que se quedan a comer en la escuela. Yo cocino con ellos. Fue una forma de recuperar los días de lluvia en los que no podían llegar. Lo importante es que puedan tener las mismas oportunidades que los otros chicos en otras escuelas. Hay muchas maestras rurales que hacen la diferencia”, agrega.
Los maestros rurales no cobran ninguna asignación por desarraigo ni cuentan con gastos para viáticos como los legisladores. El sueldo es el de cualquier directora de escuela. No se suman reconocimiento por sus tareas como portera o cuidadora del establecimiento. Solamente hay un premio por trabajar en zona inhóspita. Dora para trasladarse de San Francisco a Maggiolo tiene que tomarse un remis. Después hace dedo hasta la escuela o es llevada con una camioneta de la comuna. Recibe un aporte provincial para la copa de leche que no es excesivo. “Somos poquitos, así que uno mide las raciones y alcanza”, dice.
La feroz campaña contra los docentes que inició el gobierno de la Nación a través de sus usinas de comunicación, medios adictos y ejércitos de trolls en redes sociales, se complementa a una prédica educacionista que en un nivel de abstracción mayúsculo postula a la educación como fuente indiscutible de toda solución. Una versión actualizada del antagonismo entre civilización y barbarie. Los docentes, de esa forma, son la primera manifestación de un mal que bárbaramente impide el progreso de los niños. No entran en consideración ninguna de las condiciones estructurales, ni los salarios docentes, ni las realidades vivenciadas, ni los contenidos dictados. Con evaluaciones, el gobierno intentó reducir el complejo proceso formativo en una planilla de valoraciones que justifiquen los gastos. No hay lugar para todos en el estrecho proyecto de país oficial.
“Yo escribí eso que salió porque estaba indignada y no lo podía creer. Los docente no nos dejamos llevar ni nos dicen lo que tenemos que hacer. Nosotros luchamos porque creemos en la educación, yo quiero hacer en lo que elegí, lo mejor que pueda. Dije basta de tanto maltrato, porque es generar discurso para quitarle la importancia que tiene este conflicto. Yo sé que a veces no solo tengo la función de ayudar a los chicos a descubrir el conocimiento, sino que también es social, porque estamos acá, acompañamos, consultamos a los médicos. Hay muchos docentes que se forman, nos juntamos y no puede ser que cualquiera diga lo que se le antoja. Está lleno de opinólogos. Por eso yo los invito a que se queden una semana en la escuela rural”, finaliza la maestra.