Más de mil personas entre adultos y niños pasearon en tren en un domingo bastante ventoso, pero con una temperatura que permitió a las familias venadenses disfrutar de esta experiencia que para muchos sería su “primera” vez sin que importe la edad.
La hora de arranque del primer viaje no fue obstáculo, a las 8:10 aproximadamente partió el primer convoy, los niños con ojitos chiquitos y bocas llenas de bostezos, pero contagiados del entusiasmos de padres, tías, abuelos, que aligeraban un desayuno con mate y termo bajo el brazo, se sumaban con emoción sin saber muy bien que les deparaba este viaje.
La demanda superó las expectativas de la gente de la La Fraternidad que, tuvo una dura jornada de trabajo con los viajes, el control de los boletos, la atención de los pasajeros, las chicas que se pusieron trajes de personajes o payasitos para animar el viaje y repartir golosinas. En la tarde del sàbado se decidió no dejar a nadie con las ganas y se puso un viaje màs que salió a las 19, casi anocheciendo. Durante toda la tarde el municipio colaboró con espectáculos, música, artesanos. También hubo sorteos y castillos inflables.
Alfredo Coria, el secretario de la Fraternidad, sintetizó todos los sentimientos en una amplia sonrisa, feliz de poder contagiar por un ratito a tanta gente su amor por los trenes. Este vínculo de metal, que nace en el sordo ronroneo de la locomotora y su paso a través de un delgado camino de hierro que se une en un infinito que nunca llegamos a ver.
Unos 40 o 50 minutos duraba esa relación mágica del hombre con los trenes, que se sigue manteniendo en un país donde esta importante vía de comunicación ha desaparecido en gran parte del territorio nacional. Esta experiencia acerca a las nuevas generaciones a este medio de transporte que en otras partes del mundo ha evolucionado a niveles que por estos lares no nos atreveríamos a imaginar y las aleja del concepto de obstáculo que para la mayoría de los más jóvenes significa el paso del tren de carga por la ciudad. Así con un solo viaje se pudo vivir y disfrutar de la múltiple experiencia de escuchar el bufido de la locomotora, el chasquido de las ruedas sobre los rieles, el olor a aceite , esos ruidos metálicos y extraños que se suman a lo largo del viaje y que 
finalizan en una extrañas ruinas que quedaron del otrora Empalme de vías, hasta que el tren comienza perezoso el retorno por su camino marcado como una gigantesca columna vertebral hasta parar en el viejo anden de estación de Sarmiento y Juan B Justo (portal de noticias en Facebook Primero la Noticia, Norma Migueles) .
