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Pibes, delitos y política

 

Por Carlos Del Frade

(APe).- “En Santa Fe, cada vez más jóvenes cometen delitos y a más temprana edad. En lo que va del año, sobre 8.261 personas detenidas por distintas situaciones delictivas, 1.583 eran menores de edad, casi el 20 por ciento del total. El número sube al 50 por ciento en el caso de las detenciones que hizo la policía por contravenciones al Código de Faltas (delitos menores): hubo 1.884 menores demorados sobre 3.351 detenciones.

En el gobierno provincial detectaron además que bajó a la franja de 11-12 años la iniciación en el delito, algunos como soldaditos de búnker de drogas y otros como portadores de armas por su condición de inimputables para la legislación penal”, decía la nota de tapa del diario “La Capital”, de la ciudad de Rosario, el domingo 28 de junio.

Desde este mismo lugar, algunas semanas atrás, se había escrito sobre “las edades de las violencias” en relación a la presencia de las armas y la ausencia de esperanza en la vida de las chicas y los chicos en el segundo estado de la Argentina.

Para el secretario de Seguridad Pública, el gendarme Gerardo Chaumont, «si bien no tenemos a mano los datos de períodos anteriores, no hay ninguna duda de que aumentó la participación de los menores en la comisión de delitos en la provincia de Santa Fe…la clave pasa por seguir apostando a un abordaje social y educativo de estos menores. La solución transita por sacarlos de la calle y llevarlos a la escuela a la jornada ampliada», sostuvo.

El dato estadístico, presentado de esa forma, “cada vez más jóvenes cometen delitos y a más temprana edad”, puede llevar, una vez más, a la peligrosa y cobarde mirada de acusar a las chicas y los chicos de ser responsables de una realidad social que, en definitiva, es consecuencia de las generaciones más grandes.

Una vez más puede aparecer el discurso de cuidarse de los pibes en lugar de cuidar a los pibes, como tantas veces insistiera el querido poeta militante Alberto Morlachetti.

A los pocos días de la información proveniente del Ministerio de Seguridad de la provincia de Santa Fe, el electo gobernador por menos de mil quinientos votos de diferencia, el ingeniero Miguel Lifschitz, apuntó la necesidad de reformar la carta orgánica de la policía para tener mayor seguridad.

-Quiero modificar la ley policial, pero es un tema que hay que consensuar, no es para imponerlo, necesita un amplio acuerdo de los sectores políticos y de los cuadros policiales, que entienden y más compromiso tienen…la idea es recuperar la formación del oficial, que se había perdido; recuperar las jerarquías y la escuela de oficiales. Volver a la excelencia en la formación de los oficiales de policía. Santa Fe históricamente tuvo una tradición de muy buena escuela, que después se fue perdiendo con los cambios que se hicieron cuando se conformó el Instituto de Formación Policial. Eso no fue un salto hacia adelante sino que generó mucha distorsión – sostuvo Lifschitz.

Agregó que “tampoco hay que hacer grandes cambios, por eso yo quiero llevar tranquilidad, porque la policía se pone con ansiedad y preocupación a la hora de cambiar de regímenes de trabajo. Hay que ser prudentes con eso y no modificar derechos adquiridos. En conjunto tenemos que hacer cambios que apunten a lo que todos queremos: una buena policía. Tenemos muy buena gente allí que hay que rescatar, respetar y valorarla», indicó el actual senador por el departamento Rosario.

Lo cierto es que no habrá seguridad ni presente sin violencia si no vuelve la inclusión social a través del trabajo, la educación, el deporte, la alegría y la salud al alcance de la mano de las pibas y los pibes, no solamente de la provincia de Santa Fe, sino en todos los grandes aglomerados de la Argentina.

Porque hoy las policías provinciales, ausentes de los 32 años de democracia, siguen siendo cajas podridas donde hay algunas manzanas sanas, exactamente al revés de lo que dice el sentido común. Pero detrás de ellas está también la corrupción de nichos políticos, empresariales y judiciales que jamás son denunciados desde las instituciones republicanas.

Por eso no alcanza con modificar las leyes orgánicas de la policía si no se transforma la vida cotidiana de las chicas y los chicos.

Porque si una nena o un nene cometen delitos a los once años es como consecuencia de la brutal indiferencia de los sectores con responsabilidad institucional que han resignado el rol transformador de la acción política.

Porque a los chicos hay que cuidarlos, no cuidarse de ellos.

Edición: 2950 – Pelota de trapo

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