(PR) Este miércoles 13 de diciembre se cumplen 195 años de la muerte de Manuel Dorrego, quien tras ser derrocado por las fuerzas unitarias del general Juan Lavalle fue fusilado por orden del propio Lavalle en Navarro, Buenos Aires. Hoy, Agustín Peanovich le dedica esta editorial en Pueblo Regional.
A Manuel Dorrego lo llamaban “Padre de los pobrecitos”. Los liberales unitarios habían derrocado a un gobierno leal y fusilado al mandatario.
Luego de una gran carrera militar, al mando del ejército del Norte en la lucha por la independencia -contra el ejército realista que defendía la corona española-, Dorrego se inmiscuye en la política, y es de los primeros en reflexionar sobre la necesidad de organizar las Provincias Unidas en función de un sistema federal de gobierno.
Dorrego tenía una excelente relación con los humildes, con los orilleros, con los negros, con todos aquellos que la gente culta despreciaba por considerarlos integrantes del “populacho”.
Dorrego representa el espíritu plebeyo de Mayo, ese liberalismo nacionalista que hunde sus raíces en la voluntad popular para volverse el hecho democrático por excelencia, para devenir en soberanía.
Rivadavia fue quien dejó que Belgrano muera en la miseria, fue quien le cortó los fondos al ejército Libertador del General San Martín en la lucha por la emancipación de América Latina, fue el primero que endeudó a la Argentina con el extranjero, fue quien en una escaramuza muy nefasta se declaró presidente en 48 horas, y luego de eso, la primera medida fue nacionalizar la deuda con la compañía Baring Brothers. Dorrego fue el primer opositor de Rivadavia.
Dorrego gana las elecciones, triunfan los federales y él se convierte en el hombre clave de la política argentina. Además de gobernador dos veces de la provincia de Buenos Aires, en plena crisis se apoya en los sectores populares, les garantiza no quedar preso de la especulación de los comerciantes, y sanciona la ley de desmonopolización de los bienes de primera necesidad, y congela los precios de la carne. Cuenta con los caudillos del interior para la organización institucional y con la política proteccionista favorece a las pequeñas industrias y artesanos que dependen del mercado interno.
Era obsesivo con la integridad del territorio de las Provincias Unidas, su intención era liberar a América de las monarquías. Tenía un plan para acabar con el poder imperial y de haber sido concretado habría transformado para siempre el diseño de Sudamérica.
La clase alta se quejaba de no poder importar bienes de lujo mientras que los sectores populares se veían beneficiados por los artículos de primera necesidad.
Agüero, María del Carril, los Varela, los Álvarez Thomas, Rauch, Ocampo, Alsina, Díaz Vélez, Brown, Larrea y Lavalle, conjuran y organizan el primer golpe de Estado de la Argentina a un gobierno legítimo.
El asesinato ocurrido teñiría de sangre la posteridad de la Argentina. Dorrego pide el destierro y no se lo dan, todos se lavan las manos, lo traicionan. Lavalle no quiso escucharlo ni verlo sabiendo que lo iba a mandar a fusilar. “Lo manda a fusilar” porque no tuvo el coraje de mancharse las manos.
Un drama político para la Argentina sobrevendrá. Un abismo entre las miradas separa al país en dos hombres. Éste, el que es asesinado como un perro, cree en el trabajo, en las tierras productivas, en el mercado interno, en las convicciones, en las mayorías, en la nobleza de los actos que fundan al hombre, como un político que entrega todo lo que tiene.
La sangre se derrama en Navarro, en la provincia de Buenos Aires, un 13 de diciembre de 1828.
Por Agustín Peanovich