por Stella Lapelle
Llegó al pueblo muy joven, cuando yo era muy chica, o sea, hace más de cincuenta años. Los que somos de pueblos y, a veces, carecemos de ciertos derechos (sobre todo en esa época) por ser pocos, por estar lejos de grandes ciudades, o por lo que sea; sabemos que estas llegadas generan alivio, alegría, contención, seguridad, esperanza.
Él llegó y ¡se quedó! E inmediatamente fue un carmelense más. Humilde, bonachón, simple, humano, profesional, generoso, híper gracioso. Su esencia humana y su práctica médica siempre sanaban, aunque la dolencia no fuera pasajera; porque él también ayudaba a sanarnos el alma.
Roberto Contreras, «el Doctor Contreras», fue y será el médico de todo un pueblo, pero aunque suene un poco egoísta, lo recordaré con cariño y agradecimiento como «mi doctor».
La buena gente no nos deja nunca. Hasta siempre.