En el día de la enfermería recordamos a Teresita Durando, símbolo de entrega para con su trabajo y el prójimo que, desde hace algunos años, no está con nosotros. Teresita Durando fue una de esas personas antológicas de la ciudad. Con una larguísima trayectoria como enfermera, dejó su marca en el sanatorio más visitado por los pacientes venadenses y de la región. Es probable que buena parte de la población que atravesó las habitaciones del nosocomio, haya sido cuidada y acompañada por ella. “Siempre tuve predilección por los enfermeros en los hospitales, cuando andaban vestidos de blanco con una cofia. Y el olorcito de las jeringas hervidas me apasionaba. Tenía atracción por cuidar al otro, estar cerca”, nos decía en diciembre de 2018, cuando la entrevistamos desde PR. Según nos comentó ella empezó a trabajar en un sanatorio de pueblo haciendo sus primeras armas. En ese tiempo las enfermeras se llamaban empíricas, no cursaban estudios superiores. Era el médico quién les enseñaba y les decía que iban a hacer. Teresita contó que cada vez que tenía que pinchar a alguien, se asustaba y temblaba, “me parecía que lo estaba torturando”.
En su relato, nos comentó que unos años después, a partir de un cambio en el trabajo de su marido, se trasladaron a Venado Tuerto. En la ciudad ella empezó el curso de auxiliar en 1974 y completó los estudios secundarios en un bachillerato para adultos. Más tarde, se anotó para ser Asistente Social y después terminó la licenciatura en Enfermería en la UNR. “Amo mi trabajo y lo amaré siempre”, afirma.
Teresita tenía una notable memoria de sus pacientes. Podía recrear escenas, caras, situaciones. “Todos mis pacientes están en mi corazón”, nos decía, pero abunda en que “los que he amado mucho, son los de oncología. Ellos me traían regalos. Y como no podía demorar, les decía que me acompañen, y me hacía acordar a los muchachos que antes te decían así. Verlos ahora después de veinte años que hicieron la quimio me parece maravilloso”.
Los enfermeros tienen dos festejos en el año. Uno es el 12 de mayo, por el aniversario de Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna en el mundo, una inglesa que se destacó en la Guerra de Crimea. En ese entonces, la enfermería no se estudiaba, y gracias a ella se comenzó a desandar el camino de la profesionalización.
Teresita explicaba que a Florence Nightingale “le decían la mujer de la lámpara, porque se paseaba de noche controlando los pacientes. Ella estableció un método científico y hablaba del entorno, lo que nos rodea, el aire, la luz, la higiene. Ella decía que se podía trabajar con eso y proteger al enfermo”. Agregaba con tristeza que, lamentablemente, ahora “quieren hacer desaparecer esa profesionalización, pero eso ya es otra historia”. La otra fecha celebratoria es hoy, 21 de noviembre, el día de la Enfermería en la Argentina, fijado porque es el día de la virgen de los Remedios.
Para Teresita, la enfermera tiene que mirar con ojos de amor. “Algunos se aterrorizaban de vernos, porque hacían caricaturas de enfermeras malas. Pero no hay por qué, el paciente tiene que poder acercarse, sentirse protegido y cuidado”, contaba, y agregaba: “ya formo parte del staff y de los muebles del sanatorio, ha crecido muchísimo y está tremendamente bello”.
Ella indicaba que le apasionaba trabajar, “aunque ahora ya no tenga edad para tomar cuatro o cinco tareas a la vez”. Pero todavía le gustaba ir al sanatorio y caminar sus pasillos. “Yo me formé con médicos muy capaces que nos enseñaban, me tocó trabajar con gente muy admirable y muy buena”, describía llena de energía.
“Yo creo que van a abrir los estudios de enfermera profesional porque hay una gran demanda, tenemos un gran déficits de enfermería, y eso pasa en todos lados. Si uno siente esa vocación, hay que animarse, porque es un oficio hermoso y necesario”, resumía. La nota fue realizada hace años. Seguimos recordando a Teresita, su pasión, su amor.