Algunos vecinos, dirigentes sociales e institucionales e inclusos funcionarios públicos lanzan sus diatribas contra el «garantismo», que no es más que la reivindicación de la parte de la Constitución Nacional que establece específicamente cuáles son los derechos y garantías que nos asisten en este sistema republicano y democrático; y no como fusibles aplicables en un momento sí, y en otro no, o en un caso sí y en otro no. La Constitución Nacional está compuesta por una parte que se aboca a los derechos y garantías. Negar una parte de ella es negar la Constitución. Esos que le atribuyen a esas garantías los males que nos suceden en materia de violencia e inseguridad (que no es más que aplicar en toda su magnitud la Constitución Nacional), ojalá prestaran más atención a lo que dicen criminólogos, sociólogos, constitucionalistas y menos a lo que dice «la gente», «los medios», «los políticos» y «las viejas en la peluquería». La voz de «la gente» no puede ser la que dicte lo que hay que hacer en materia de seguridad o política criminal. Quedó demostrado en la marcha por seguridad en Venado Tuerto del viernes y el lunes pasado en la que los ciudadanos enfervorizados reclamaban al mismo tiempo «por la corrupción policial» y pedían «más efectivos». Y cuando Chaumont (representante de la provincia, ergo: de la seguridad) les aseguró que enviaría más policías, se quejaron: «pero vamos a estar llenos de policías en las calles». Un estadista no dice lo que reclama la gente, eso lo hace un demagogo. Un estadista hace lo que corresponde en base a las leyes. Organiza el sistema para que funcione. Produce cambios estructurales u ordena cambios de ese tipo. Ejemplo: ¿de qué sirvió que Reutemann payaseara paseándose en lancha durante la inundación de Santa Fe? ¿No hubiera sido más humano que se ocupara de que las defensas de la ciudad se ejecutaran en tiempo y forma?
