Hoy son 150 viandas las que un trabajador rural, junto a un grupo de familiares y amigos, preparan y entregan todas las noches a un grupo de vecinos del barrio más humilde de Venado Tuerto: Villa Moisés. «Cuando empezó la cuarentena, yo volvía del campo a Venado. Era nochecita y lloviznaba. Pensaba que podía haber gente sin comida y ahí me cayó la ficha. Llegué a casa y le dije a mi mujer si me daba una mano para cocinar para la gente del barrio Villa Moisés. Me dijo que sí y empezamos», contó Diego Tassello, un joven oriundo de Murphy que desde hace varios años está radicado en Venado y se dedica a las pulverizaciones y otros trabajos rurales. Desde ese día no para de colaborar con los vecinos de ese barrio venadense, donde se encuentra el subsuelo de la ciudad y 500 personas sobreviven como pueden a la dura realidad que les toca vivir, sobre todo en estos tiempos de coronavirus.
«Los primeros días repartíamos en una esquina y después avanzábamos hasta otro punto del barrio para terminar de entregar la comida, pero después empezaron a esperarnos en la entrada del barrio y lamentablemente nos quedamos cortos, no nos está alcanzando para todos», le contó Diego al periodista Juan Miserere que fue testigo directo de la salida solidaria.
Diego Tassello no está sólo en la titánica tarea y a poco de comenzar con su faena solidaria le pidió ayuda a su hermano Marcos, quien además de acompañarlo le dijo que había que seguir con esto. «Creo que no hay mayor pecado que venir a este mundo sólo para morir», le dijo Marcos a Diego, quien encontró en esa frase alentadora la posibilidad de seguir ayudando al que lo necesita.
A los hermanos Tassello se les fueron sumando personas del entorno, como Gustavo Freyre, Mariana Ayarza, Mauro Paradiso, Micaela Freyre y Carolina Freyre, quienes siguen colaborando para que se puedan hacer las 150 viandas diarias (con un costo de 3.000 pesos) que son pagadas íntegramente por ellos y con algún que otro aporte de terceros. Y se encargan de cocinarlas, llevarlas hasta el lugar y repartirlas.
Marcos Tassello fue tajante a la hora de describir la situación que despertó su solidaridad: «Son gente olvidada. No sé si a nivel provincial o nacional, pero no tienen el apoyo municipal que corresponde».
En el barrio Villa Moisés viven alrededor de 500 personas en situación claramente precaria. No hay luz, ni agua potable ni nada que se parezca a un lugar «civilizado». La pobreza es el común denominador. Y en tiempos de pandemia la cosa se agrava, ya que la mayoría de sus habitantes viven de las changas; algo vedado por el coronavirus.
¿Cuarentena?
En el barrio se puede observar que el aislamiento social no llegó. Decenas de pibitos «revolotean» como si fueran días comunes. No saben de esas cosas que dice la tele, la radio o los diarios. Ni de barbijos, ni de lavarse las manos con jabón o de utilizar alcohol.
Fernanda, madre soltera con tres chicos y sin entrada económica de ningún tipo, explica: «No los podemos tener en casa. Nos piden de comer y no tenemos qué darle. Por eso salen, se divierten, se entretienen, se olvidan de comer y a la noche les doy, cuándo tengo, mate cocido con algo de pan».