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Vivir del basural, el “shopping” de los pobres

(PR/Santiago Córdoba-Pablo Salinas) Un calor asfixiante, mucho olor a podrido y moscas, muchísimas moscas. Gaviotas. También las gaviotas son parte del paisaje. Mientras tanto, decenas de personas doblan el lomo buscando algo que les salve el día. La “mercadería”, como llaman en el basural a los restos que pueden ser comercializados.

Un comentario común entre quienes “trabajan” en el basural venadense es “me voy para el shopping”, cuando inician su peregrinar por el vertedero público.
Esta tarea, degradante para muchos, cada vez cuenta con más especialistas. Síntesis de los tiempos que corren.

“El número de personas acá se incrementa todos los días. Cada vez hay menos laburo, y la gente la única opción que tiene es el basural y es la única forma que tienen para generar dinero para llevar a su casa”, comentó a Pueblo Regional Miguel Ángel Ontivero, con 24 años de experiencia en el rubro.

De todas formas, señala que el ingreso de gente está controlado y que hay un grupo específico que trabaja diariamente en el lugar, en forma ordenada, “y nunca hay problemas de ningún tipo”.

Conocedor de las sucesivas crisis que atraviesa periódicamente el país, Ontivero reconoce que “las cosas no están bien para nadie, en cualquier parte de Argentina hay pobreza, y aunque tengan trabajo, pasan hambre”.

El calor, los insectos, el olor nauseabundo hacen difícil respirar, sin embargo, Miguel Ángel se siente conforme con la parte que le toca: “Gracias a Dios tenemos este laburo, porque yo lo tomo como un laburo que me permite llevar plata a casa todos los días, para el plato de comida y para pagar las cuentas”.

En este punto se suma a la conversación Juan Gómez, quien también hace su aporte: “Gente sigue viniendo, pero no se puede dejar entrar más porque sino esto se va a llenar”, alega, pero de inmediato se contradice: “Tendrían que permitir el ingreso, porque la gente quiere laburar, necesita trabajar. El problema es que con lo poco que cae, si somos más nos vamos a pelear por las cosas”.

Para tratar de entender esta realidad, vale destacar que a la basura de la ciudad en el basural se la llama “mercadería”, como si en verdad se tratara de un bien de primera mano.

En medio del basural se ve a decenas de personas revolviendo la basura con sus coloridos chalecos naranja. Es que la disposición del Gobierno municipal es que quienes trabajan en el vertedero cuenten con esta prenda para identificarlos y visibilizarlos. Además, la intención es que el tope sea de 100 personas por día trabajando en el basural.

Peleas por la “mercadería”
Ontivero se apunta a la charla con un comentario que marca con crudeza el presente argentino: “Acá estamos peleando por la ‘mercadería’. Además, hay mucha gente en el centro juntando (cartones y botellas), entonces al venir poco para acá y sumarse tanta gente, a nosotros se nos complica para laburar”.

Gómez, también con más de dos décadas de trabajo en el basural, replica: “Es poca la mercadería que entra y es mucha la demanda (todos usamos términos económicos por estos días). Nosotros tenemos que llevar todos los días el plato de comida a casa. Acá éramos alrededor de 70 personas fijas, y ahora se fue prácticamente al doble”.

Según describen hay alrededor de 50 personas que diariamente asisten al basural, mientras que otros se acercan cuando la necesidad apremia.

En el caso de quienes cuentan con una rutina diaria también tienen organizado el trabajo con pilas donde amontonan los distintos materiales. Sin embargo, a veces ingresa gente que les roba esa mercadería, “pero no les podemos hacer nada porque nos suspenderían, y prohibirnos venir por 15 días, que es como cortarnos los brazos”.

Ontivero opinó que “como viene la cosa esto va a ser cada vez pero. Cada vez entran menos cosas y más gente viene a trabajar”, y al igual que cualquier ciudadano se queja por la inseguridad, “encima que te roban en tu casa también te roban acá, es una falta de respeto para la gente que está trabajando”.

Cirujeo callejero
Un dato que permite medir el pulso de la crisis, es la proliferación de cartoneros en la ciudad. “Cuando vamos a los depósitos a vender nos cruzamos con los carritos. Debe haber como 40 carros en las calles. No tendría que haber eso porque Venado es una ciudad rica, de mucha plata, sin embargo, hay mucha gente en la calle trabajando con los carritos”, se lamenta y queja Gómez.

Un día de trabajo en el basural comienza a las 7 (de lunes a sábado), y a partir de ahí pasan horas “soportando el olor a podrido, las moscas, el agua, todos los días lo mismo”, comenta Ontivero, para después precisar que en la mayoría de los casos se trata de familias enteras que trabajan y viven del basural.

Si bien tienen sobre el lomo muchas crisis económicas, reconocen que el peor período que recuerdan fue el de la pandemia “porque no teníamos de que vivir, hasta que después de un mes el intendente abrió el basural y nos permitió volver a trabajar”.

Para los trabajadores del basural un buen día es cuando llega alguna carga con mucho metal, gran cantidad de cartones y botellas. También hay quienes juntan comida, especialmente verduras y frutas, incluso hay comerciantes que ya envían separada la mercadería que todavía puede ser comestible para que pueda ser aprovechada por la gente del basural. En la Esmeralda del Sur, el “shopping” de los pobres sigue dándole de comer a decenas de familias venadenses.

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