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Inés, la jubilada que se encierra con llave para evitar que su hijo adicto le robe sus cosas

Inés se comunicó con este cronista para pedir auxilio. Envió un mensaje una mañana para preguntar que hacía con su «hijo adicto que me roba todo”. “Tengo que poner todo bajo llave. Me golpea la puerta para sacarme las cosas. No sé qué hacer, dónde enviarlo. He golpeado todas las puertas posibles y nadie me ayudó. Estoy desesperada”, dijo.

Viven en la zona sur de Rosario, entre la Granada y Las Flores, en esquinas donde las sustancias, las armas, el mundo narco y esas noches larguísimas no la dejan dormir. Vive con Franco, su hijo con problemas de adicción, que no duda en robarle sus pertenecías para venderlas y así seguir comprando drogas. Una historia tan dramática como inmensa y que se multiplica por cientos.

Su hijo tiene 28 años y vive con ella desde que nació. Su padre se fue tempranísimo, por quién sabe donde, según contó. Tiene una pequeña discapacidad motriz. “Se me escapa, va a la calle y yo estoy sin dormir hasta que vuelve. Pide monedas en Oroño y Arijón, y se compra lo que le alcanza en droga. No lo puedo contener”, dice Inés.

Vida hostil en las cornisas del desamparo. Nadie la ayuda. Tal vez eso de «mal de muchos consuelo resignado». La muchachada del barrio anda en la misma que Franco: “No sé a qué sustancia es adicto mi hijo, me dice que solo fuma. No sé como hablarlo”.

De su casa faltan las cosas que alguna vez tuvieron valor: una cafetera eléctrica, cargadores de celular, tijeras, cosas chicas pero que valían algo alguna vez. “No puedo dejar la puerta sin llave acá adentro. Soy jubilada y estoy siempre adentro. Voy a distintos lugares pero nadie me ayuda”, contó la madre de un casi treintañero, adicto y mendigo muchacho de zona sur.

La vida de Franco en estas calles se repite por cientos. Hombres que alguna vez fueron pibitos. El tenia 10 años cuando la Asignación Universal por Hijos se aprobó para interrumpir la pobreza hereditaria. Veinte años después, sin escolaridad, pide monedas que usa para comprar sustancias. “Va a institutos para salir de la adicción pero no lo ayudan. Hace años que esta así. Este año por la pandemia dejaron de atenderlo y él no quiere hacer nada. Esta todo el día en la calle, sin hacer nada. Con sus amigotes y las drogas. Corre peligro él y en su estado no se que puede pasar y que puede hacer él”.

¿Qué hace una familia sin recursos con hijos adictos?

En el ámbito del Estado Provincial funciona en el Area de Desarrollo Social la Agencia de Prevencion de Consumo de Drogas cuyo director Mariano Romero se mostró muy atento para abordar el problema de Inés y su hijo Franco pero distante sugirió que quienes necesiten auxilio envíen un mail a una casilla oficial. “Hay un equipo de enlace que puede tomar el caso. Por situación de Covid estamos haciendo Home Ofice pero tenemos un teléfono fijo (el 4467223) y un mail para aquellas personas que lo necesiten: [email protected].

El único ámbito de atención las 24 horas y de manera telefónica lo ofrece Sedronar a la línea 141.

“Disponemos en la actualidad un gran número de instituciones que pueden dar ayuda. Tratamiento y acompañamiento. Dispositivos de contención comunitarios en barrios populares. Para sostener psicológicas a la familia de consumidores que no quieren dejar las drogas”, dijo el funcionario provincial.

-¿Que hace Inés con su hijo?

-Hay un equipo de enlace que puede tomar el caso. Aprecod es un segundo lugar de contención. Si bien no trabajamos con situaciones de emergencia, solo con voluntarios que quieren dejar el consumo, podemos tomar el caso. Los tratamientos son gratuitos. 

«Yo quiero internarlo. No quiero otra cosa. Que lo traten», suplicó Inés del otro lado de la línea.

Mientras ambos intercambiaban números y palabras, queda la sensación de la insuficiencia. Nada alcanza. El negocio arde de ganancias en un mundo atravesado por las muertes y las lágrimas de quienes no saben a quien pedir auxilio. La burocracia sanitaria para el tratamiento de adicciones a las familias sin recursos parece trabarse en el agotamiento. No alcanzan los brazos para remar en un mar donde está todo diseñado para que una vez que uno pague la dosis naufrague en el olvido.
Fuente: Rosario3

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