El juicio, que estuvo a cargo del Tribunal Federal 2 de Rosario, se desarrolló desde fines de setiembre del 2020 contra tres ex miembros de la delegación Rosario de la Policía Federal Argentina durante la última dictadura militar y un militar retirado de Inteligencia. Las víctimas fueron 29, en su mayoría militantes del que fuera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Hay dos sobrevivientes y una nieta recuperada, la número 104, que nació en cautiverio.
Los delitos por los que se juzgó a los acusados son: privación ilegítima de la libertad agravada, tormentos agravados, supresión de identidad, sustracción, retención y ocultación de una menor, asociación ilícita y homicidio agravado. Este listado infernal es la síntesis de lo que sufrieron las víctimas en manos de los integrantes de las fuerzas de seguridad. De los enjuiciados y de los que no llegaron a serlo, ya que tres de los acusados fallecieron sin recibir condena.
Por primera vez en este juicio que salió a luz parte de lo ocurrido en uno de los centros clandestinos de detención conocido como “Casa Operacional de Fisherton”, de las afuera de Rosario.
Un testimonio clave resultó el de uno de los dos sobrevivientes, Daniel Guibes, quién había sido detenido “por equivocación”. No era la persona buscada y después de torturarlo y llevarlo a la comisaría, posteriormente fue trasladado a este centro clandestino, finalmente lo dejaron ir.
Pasaron más de cuatro décadas, hasta que un día se acercó a miembros del Equipo de Antropología Forense que buscaban restos útiles en la demolida Fisherton y les contó su historia. Lo hacía por primera vez de los hechos y lo hizo en el estrado del Juzgado al cual se presentó “por la memoria de los muertos sin juzgar”, al enterarse de que allí, por lo menos, 29 personas habían perdido la vida.
Pudo reconocer el lugar de su secuestro porque, trabajando en el Colegio San Bartolomé, FUE trasladado a Fisherton para hacer unas reparaciones. Allí, la mansión lujosa que se decía que había habido gente detenida, reconoce que era el lugar donde había estado secuestrado al entrar al baño, al recorrer una habitación. Queda petrificado y mantiene guardado su reconocimiento hasta que el encuentro con el personal del Equipo de Antropología le da la oportunidad de contar su historia y que fuera útil para encontrar justicia.
La hermana de la niña nacida en cautiverio, Ana Lina Klotzman, fue otra de las testigos que declaró. De buscar los restos óseos de su familia, al enterarse de que la esposa de su papá había sido apresada embarazada, y tener la certeza en el año 1996 de que al momento del secuestro estaba el embarazo en término, empezó a buscarla. Y la encontró en el 2016.
La recién nacida había sido entregada a una familia con datos de identidad y fecha de nacimiento falsos. La familia pidió adoptarla legalmente y el trámite se realizó rápidamente. No dejar rastros es lo único que les importaba a los secuestradores.
LA CONDENA
Finalmente hoy, la Justicia Federal de Rosario condenó al represor Jorge Fariña a prisión perpetua como coautor penalmente responsable de privación ilegítima de la libertad, violencia y amenazas doblemente agravado. Además fue considerado «coautor penalmente responsable por la sustracción de una menor de 10 años, calificándolo como crimen de lesa humanidad» en perjuicio de María Pía Josefina Kertz, hija biológica de Cecilia Beatriz Barral (dio a luz en cautiverio) y Ricardo Horacio Klotzman, quien fuera entregada a una familia de Santa Fe.
También fueron condenados a prisión perpetua los tres ex policías de la Federal Federico Almeder, Juan Enrique Langlois, en este caso partícipe necesario, y Enrique Andrés López.
Las víctimas de este crimen atroz fueron: Cecilia Beatriz Barral, Ricardo Horacio Klotzman y la hija de ambos, recuperada en 2011; Juan Alberto Tumbetta, Edgardo Silva, Osvaldo Aníbal Matosky Szeverin, Fernando Patricio Brarda, María Laura Gonzalez, Ricardo José Machado, Elvira Estela Marquez, Liliana Beatriz Girardi, Julio Adolfo Curtolo, María Teresa Latino, Maria Teresa Serra, Elvio Ignacio Castañeda, Alejandro Ramón Pastorini, José Ángel Alba, Herminia Nilda Inchaurraga, José Rolando Maciel, Elena Cristina Marques, Dante Rubén Vidali, Isabel Ángela Carlucci, Víctor Hugo Fina, Héctor Alberto González, María Teresa Vidal Martínez Bayo, Juan Carlos Lieby, Daniel Emilio Garrera, María Victoria Gazzano Bertos y Oscar Alberto Medina.
EL PASADO QUE PESA
La hermana de este último, Lea Medina, escribía hace un año atrás: “28 de julio 1974, comenzó la parte más triste de nuestras vidas, cada año en esta fecha, el horror regresa a mí mente, han pasado 43 años y la memoria se activa, mi cuerpo revive el dolor, poco a poco la descompensación en mí organismo se apodera de mí físico, experimento sensaciones inexplicables, seguramente es la memoria de mis células, grabadas a fuego por el dolor. No me pidan que no hable de mí pasado, que olvidé porque ya pasó, mí pasado sigue siendo mí Presente , porque sin justicia jamás dejará de ser mí Presente.”
En recuerdo de su madre, días antes de la ansiada sentencia, escribía: “Elisa , la paciente, la de la fe infinita, la que dejó este mundo pidiendo justicia por su hijo . El jueves se hará justicia.”
Tal vez sea cierto que la justicia lenta no es justicia. Tal vez no alcance nunca y la herida abierta sea tan profunda que atraviese generaciones enteras. Tal vez no alcance, pero que no quede impune, acaricia el alma de aquellos, que como la familia Medina, siguen sin poder llevar una flor al lugar de descanso de sus seres queridos.
COLABORACIÓN: Natalia Jaureguizahar