La policía de Santa Fe está integrada en un 35% por mujeres. Si bien los varones siguen siendo mayoría, ese porcentaje era impensado veinte años atrás, cuando las empleadas rozaban el 20% del personal. Es por esto que, para el investigador Máximo Sozzo, “uno de los grandes cambios de la institución policial es que está tendiendo a producir mayores niveles de feminización”. El dato fue constatado por el Censo del Personal Policial 2020 presentado el viernes. Uno de los aspectos más sorprendentes fue la aceptación que expresó la mayoría de la fuerza ante la creciente incorporación de uniformadas. Aunque persiste un nicho machista y preocupa la cantidad de situaciones de acoso: una de cada cinco empleadas dijeron haberlas sufrido, casi todas de parte de un superior.
Impacto llamativo
El trabajo fue realizado por el Observatorio de Seguridad provincial dependiente del Ministerio de Seguridad en conjunto con la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Sozzo, criminólogo y director del Programa Delito y Sociedad de esa casa de estudios, definió al censo como “un producto ambicioso”: “Buscamos producir información sobre una cantidad de problemas. Tanto para conocer la visión de los policías como para tomar decisiones”.
De todos los aspectos relevados, según Sozzo, el que arrojó los resultados más llamativos fue el que indagó sobre las cuestiones de género en la fuerza. De hecho están en preparación informes temáticos específicos y el primero abordará la cuestión de las mujeres y su relación con los varones en la policía, una organización “tradicionalmente marcada por una fuerte dosis de machismo, cultural e institucionalizado”.
Como en otras provincias, en los últimos años hubo un “sensible incremento de mujeres” que ingresan a la policía santafesina. Aunque siguen siendo minoría, la encuesta fue respondida por un 35,9% de mujeres frente a un 63,7% de varones. Solo un porcentaje mínimo (0,4%) no se consideró de ninguno de esos géneros. Para Sozzo, ese cambio detectado y la valoración positiva de sus pares “es extraordinariamente significativo, cambia la lógica del trabajo policial”.
Es que ante la consulta sobre cómo evalúan el aumento en la presencia de mujeres “las valoraciones positivas resultaron enorme mayoría”, dice el informe, aunque con diferente intensidad. De cada diez personas, cinco escogieron la opción “muy positivamente” y cuatro “bastante positivamente”.
“Hay una fuerte presencia de visualizaciones positivas, de casi el 80%, sobre el ingreso de mujeres. Sin embargo, un núcleo duro de un 20% de varones contesta que prefiere trabajar solo con varones. O visualiza que las mujeres son aptas para tareas como atención al público y no otras”, explicó Sozzo.
Casi tres cuartos de los entrevistados, además, estuvieron “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con seguir incrementando el acceso de mujeres. La mayoría de los espacios de trabajo son mixtos y sólo un 5% de los policías se desempeñan en ámbitos solo ocupados por varones. Y así como el 65% de los policías contestó que prefiere trabajar con criterios de paridad de género, a una gran mayoría (ocho de cada diez) le es indiferente si quien conduce es un varón o una mujer.
En igual medida, un 84% respondió que las mujeres tienen las mismas posibilidades de asumir cargos de mando que los varones, aunque identificaron tres problemas para concretarlo: subestimación de parte de los superiores (58%), falta de reconocimiento de los subordinados (45%) y dificultad para conciliar trabajo con vida familiar (29,1).
También se les preguntó a los uniformados si creen que, de la mano del aumento de personal femenino, crecieron las oportunidades para las mujeres en la fuerza. Dos tercios respondieron que sí, pero un 30% considera que no aumentaron en la medida suficiente.
La contracara de esos resultados, donde la valoración positiva se impone sobre un sector con lógica machista, es la amplia difusión del acoso sexual en la policía hacia las mujeres y el bajo nivel de denuncia. Para Sozzo, “si en la universidad sucediera que gran parte de las mujeres han sido acosadas por sus superiores sería un escándalo. Estamos hablando de una circunstancia de un peso extraordinario para la cotidianidad del trabajo. Es evidente que se deben intensificar los esfuerzos para que las policías sepan que lo pueden plantear sin sufrir represalias”, observó.
Las formas de acoso más difundidas son las “insinuaciones sexuales verbales o físicas” (59%) seguidas por el “acoso virtual o telefónico” (14%) y el planteo de “exigencias sexuales a cambio de beneficios laborales” (12%). Pese a la magnitud del fenómeno, el informe advierte que “una proporción muy pequeña de los acosos fueron denunciados. Apenas una de cada diez policías lo han hecho”. Las pocas que se animaron a denunciar, impulsadas por motivos morales o para que no les pase a otras, no quedaron conformes con el tratamiento de su denuncia.
Nueve de cada diez decidieron no denunciar. ¿Las razones? Esto respondieron: “Porque preferí solucionarlo yo misma” (41%), porque “te cambian de destino” (20%), “no hacen caso a este tipo de denuncias” (13%), por “vergüenza” (11%) o porque “te amenazan, recibís presiones” (9%). Con este caudal de datos y la reciente creación de la subsecretaría de Género y Bienestar en la Policía, los datos del censo seguramente inspirarán políticas específicas.
Con respecto a la reforma penal de 2014, más de siete de cada diez opinaron que fue “bastante buena” o “muy buena”. Y al definir las problemáticas sociales que más los preocupan en su tarea, cuatro de cada diez apuntaron al tráfico de drogas y un porcentaje apenas menor seleccionó a la desocupación. Un tercio planteó el consumo de drogas. Un cuarto de los encuestados señaló a la crisis de gobernabilidad y la degradación de las instituciones públicas y una porción semejante al delito callejero o común.
Fuente: La Capital


