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Historia de vida: Ana, con sus 75 años, se siente frustrada por no poder seguir trabajando por la pandemia

(Pueblo Regional)La historia de Ana es, como tantas otras, de esfuerzo y sacrificio. Ana es una vecina de Venado Tuerto, aunque sus raíces están del otro lado del charco, en Uruguay.
Nacida y criada en el limítrofe país, Ana es un ejemplo de lucha. Quienes la conocemos, sabemos que a Anita nunca le falta una sonrisa en su rostro por mas grandes que sean los problemas. Siempre de buen humor, y con los brazos abiertos para ayudar a quien lo necesita, Ana no aparenta sus 75 años y no se amedrenta a la hora de hacer cosas de la casa o de ir caminando largas cuadras para realizar algún tramite.

Anita trabajó toda su vida, y aún hoy, a sus 75 años lo seguía haciendo hasta que la pandemia de coronavirus cortó esos ingresos que para ella eran importantes. “A los seis años ya era niñera. En Uruguay vivía en La Piedras, departamento de Canelones con mis padres y mis siete hermanos. Mi papá era alambrador y mi mamá era ama de casa, aunque lavaba y planchaba para otra gente”.

Ana decidió un día cruzar el charco y venirse a vivir a Argentina cuando se separó de su por entonces marido, y aquí la esperaban otros horizontes. Dialogando con Pueblo Regional, Ana nos contó: “A los 40 años me vine de Uruguay, con mis tres hijos, de 17, 12 y 3 años. Primero fui a Buenos Aires, y después me vine a Venado porque mis papás estaban acá. Ellos se habían venido en el año 1975, porque un amigo de mi papá lo trajo a trabajar en el hipódromo. Vinieron con mi hermano mas chico, que tenía 15 años. Yo y mis otros hermanos estábamos todos casados y dos de ellos se habían ido a vivir a Honduras, donde todavía están”, comenta Ana.

“Acá en Venado empecé a trabajar de ayudate de cocina en el Jockey Club, después formé pareja y me casé”, explica.

Gracias su particular forma de ser, Ana tiene muchos hijos adoptivos y nietos, para los que ella es la «abuela Ana», la quieren y la miman, y ella les devuelve el amor con una caricia y una sonrisa. Es de esas abuelas tiernas, a la que le gusta compartir charlas, mates y hasta algún vaso de vino en las comidas.

Por estos días, Ana a veces se siente incómoda e incompleta. Su mentalidad es la del trabajo, ya que desde chica debió trabajar debido a las carencias de su familia y lo hizo hasta hace unos meses, cuando debió quedarse en su casa por ser persona de riesgo. “Trabajé toda mi vida, ahora aún lo seguía haciendo limpiando casas, pero cuando comenzó la pandemia, como soy persona de riesgo, no pude seguir y la jubilación que cobro de poco alcanza. Afortunadamente el Señor nunca me dejó faltar nada, y estoy rodeada de gente que me ayuda y me quiere”.
Claro que la historia de vida de Ana no puede resumirse en unas pocas líneas, pero estas sirven para demostrar que cuando hay voluntad no hay edad ni limitaciones que impidan realizar nuestros sueños.

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