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Libertades y silencios impuestos en 40 años de radiofonía venadense

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(Por Lucas Paulinovich/Pablo Tomás Almena) Venado Tuerto- La voz une, proyecta, da forma. Es como un hilo que da una continuidad basada en los sonidos. Que dice cosas, y por lo tanto, las crea. Inaugura un espacio nuevo, que antes no estaba. El dueño de la voz, por lo tanto, es el que la ejecuta. Desde enero de 1970 Venado Tuerto tuvo una voz definida que comenzó a escucharse en las casas de la ciudad, a repartirse en los comercios, como una musicalización de fondo, una costumbre que funcionaba como el fondo sonoro sobre el que se inscribían los hechos que transcurrían. LT29 fue la primera emisora AM y se afirmó como la radio local que agrupaba a la región, en un largo recorrido que atravesó momentos de claridad y oscuridad, y se constituyó como la radio por antonomasia, ayudada por la ausencia de competencia y la difícil sobrevivencia de las emisoras FM. En el último tiempo, la multiplicación de propuestas novedosas en la franja de las FM, la migración de audiencias; reconfiguró el mapa de la radiofonía local. Son más las voces que suenan, es diverso ahora ese fondo de sonidos que secundan la vida cotidiana de la ciudad. Hay más para escuchar.

Domingo Sayago es uno de los históricos de la radiofonía venadense. Ingresó a LT29 en 1974, cuando la radio tenía apenas cuatro años al aire. Hacía pocos días que había muerto el general Perón y el clima de convulsión y zozobra visitaba las calles de todas las ciudades del país: el impacto político en Venado Tuerto, sin embargo, no se reflejaba directamente en la programación de la radio, concentrada en la emisión de música y algunos programas de entretenimiento. “La aparición de una emisora de radio en Venado constituyó para la ciudad y toda la región una verdadera novedad, ya que hasta ese momento no existían emisoras regionales y mucho menos locales y la audiencia, eminentemente radial -la televisión todavía estaba en pañales, se veía muy mal y sólo en algunos momentos del día-, se repartía entre las  3 emisoras de Rosario y dos o tres de Buenos Aires”, cuenta.

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Esos primeros años, a pesar del buen equipamiento, comenzaba a forjarse una tradición de réplica de los contenidos surgidos en Buenos Aires que se continuó y alcanzó límites a veces rayanos con lo ridículo. Venado Tuerto, por momentos, parecía no vivir la realidad más que a través de las informaciones capitalinas, una tendencia que se prolonga en la influencia dominante de los grandes medios porteños en la actualidad y la tentación de muchos medios locales de copiar esos modelos importados, sin dejar espacio para la producción local, limitando las fuentes de trabajo: los contenidos, a fin de cuentas, los hacen los trabajadores. En ese sentido, no es aventurado decir que los medios son sus integrantes, la hazaña de la comunicación no la hacen los dueños, sino los que se sientan delante del micrófono.

La historia de la radio en Venado Tuerto, de esa forma, quedó construida a partir de esos hombres que acompañaron los días de los venadenses; los que contaban las historias, daban a conocer las noticias, presentaban los temas, recordaban anécdotas, conformaban palabra a palabra ese manto que surgía de los parlantes y llenaba el espacio, agregaban un elemento al paisaje local.

Un oficio terrestre

El ejercicio del periodismo es uno de los que padece más alta precarización, al punto que solo en pocas ocasiones es tomado como un trabajo: en muchos casos, los medios de comunicación no suelen reconocer la categoría de trabajadores de sus empleados, como si solo prestaran un servicio voluntario y sin necesidad de ser retribuido. A partir de esta decisión de los dueños de medios privados, se impuso el alquiler de espacios y la informalidad, el pago fraccionado, la burocratización de la práctica periodística. De todas formas, el desamparo del trabajador no contaminó esa práctica radial que forjó las compañías cotidianas: estuvieron ahí pese a los desplantes, los retrasos, los destratos y las omisiones. Fueron, en definitiva, esa voz de la ciudad que se escapaba por los resquicios que le dejaban. Durante muchos años fue uno solo el centro de emanación de esas voces, pero con el tiempo se fueron multiplicando y el horizonte comunicacional, de esa forma, resultó enriquecido. Cuanto más chica es la ciudad, menores son los márgenes para la libertad del oficio: es más difícil asumir un punto de vista crítico, y el respaldo necesario para realizarlo, la garantía y seguridad brindadas por el medio en el que se trabaja, es menor según la necesidad de subsistencia comercial. El deber, así, se reconoce antes hacia los auspiciantes que para con los trabajadores.

“En la radio donde trabajé hasta mi jubilación hace dos años (casi 38 años) los trabajadores éramos asalariados, no había contratos ni te permitían comprar espacios y comercializarlos. Los empleados siempre cobramos en término y siempre se cumplió con las leyes previsionales. Los sueldos siempre fueron exiguos. Un locutor ganaba lo mismo o menos que un empleado administrativo de la menor categoría o un empleado de comercio y no existieron, por lo menos en esta radio (LT29), jerarquizaciones por calidad de trabajo ni incentivos de ninguna clase. En tiempos en que existieron discusiones paritarias, las emisoras de menor categoría, las radios más pequeñas del interior (entre ellas la nuestra) estaban en la categoría más baja y eso se veía en los sueldos. Cuando no hubo paritarias (durante las dictaduras) los permisionarios se reunían y resolvían corporativamente cuánto le iban a pagar a sus trabajadores. La pauta está en que muchos de nosotros debíamos tener otro trabajo como para tener alguna entrada más”, comenta el hacedor de Memoria del Grillo, un clásico que acompaño las siestas desde LT29 durante décadas y ahora lo hace en Radio Ciudad.

Las condiciones reales en que se realiza el trabajo periodístico queda opacado por la fábula del servicio brindado por los medios; el periodista, hacedor verdadero de la comunicación, es reemplazado por el heroísmo del dueño. La comunicación, de esa manera, se centra en el visionario que funda un medio de comunicación, y no en los trabajadores que día a día llenan de contenido esas usinas, cargan con su esfuerzo y dedicación las tintas de la producción periodística de la ciudad. Son, en definitiva, los que mantienen un diálogo abierto con la comunidad. Y lo hacen aún con salarios reducidísimos, extensas jornadas de guardia, condiciones precarias para ejercer, presiones, incomodidades, obligaciones que recortan el margen de libertad. Un panorama a priori desalentador que se despliega en la falta de contenidos creativos e innovadores, un ciclo de amesetamiento del que poco a poco Venado Tuerto comienza a salir con el impulso de iniciativas que movilizan un escenario que ya empezaba a tener un aroma anticuado.

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“La impresión que tengo de la proliferación de emisoras en la ciudad es la de que hay una suerte de anarquía, ya que, con excepciones, algunas no tienen una programación definida. Algunas han logrado definir una identidad y últimamente veo con entusiasmo que muchos trabajadores de los que podríamos llamar ‘Segunda Generación’ están preocupados por capacitarse para ir logrando un perfeccionamiento profesional. En algunas veo que se prioriza el contenido pero se pierde de vista la estética de los programas. Lo mismo con respecto a las voces”, comenta Sayago.

La irrupción de la novedad provoca ciertos desbordes, fluye de forma desprolija, arrastrando errores y desarreglos, pero su curso lleva la carga de lo mutable, la fuerza de lo que se acomoda mientras empuja. La aparición de periodistas jóvenes, la apertura de nuevos espacios, la multiplicación de las ofertas radiales, la propagación de programas diversos, conlleva, en cierta medida, un desafío a lo que estaba, propone una discusión sobre lo actual. Refresca, o es una oportunidad.

La suerte de la radio en Venado Tuerto, en definitiva, queda sujeta a la realidad de los que la componen con su trabajo, los que dan forma a los contenidos y la sostienen técnicamente, los que producen esa instancia de encuentro con el oyente que sigue justificando que la radio esté prendida.

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