(Lucas Paulinovich/Pablo Tomás Almena) En las últimas semanas volvió a ponerse a discusión el tema de la pobreza en la Argentina. La diferencia entre los números presentados por el gobierno nacional respecto a los porcentajes aportados por casas de estudio ligadas al espectro opositor ensucia el panorama e impide alcanzar alguna claridad sobre el asunto. Las estadísticas son maleables: están construidas a partir de distintos indicadores, son un recorte que se hace sobre la realidad, una elección de elementos para conformar un mapa. Los números se arman para luego utilizarlos políticamente, como todo. El asunto es que en ese intercambio de paisajes sociales, pocas veces quedan claros los parámetros considerados para las mediciones. La discusión sobre la pobreza, que es un debate acerca de la integración de la población en un proyecto de país, se reduce a una lucha estadística en la que se objetan números y se intercambian inventarios.
Curiosamente, las cifras que advierten un crecimiento en los índices de pobreza son utilizados como denuncia indignada por los mismos sectores que más tarde rezongan por el aumento del gasto público y reprochan la implementación de los planes sociales que asignan derechos y amplían la cobertura de las franjas más vulnerables de la sociedad. En el medio queda el problema del impacto de las políticas sociales y la manera para solucionar la pobreza, algo que no queda del todo claro mientras se tironean números de acá y de allá.
¿Cómo se mide la pobreza? ¿En función de qué indicadores se considera a una familia pobre? ¿Cuáles son las necesidades elementales que se consideran para definir las fronteras entre una condición y la otra? La presencia dominante de los medios de comunicación porteños, desde dónde se desarrollan estos debates, impone un manto de mayor oscuridad para la realidad más cercana: es difícil saber cuántos pobres existen en el país, pero mucho más complicado es tener una noción cercana de la realidad local.
“En Venado Tuerto hay una pobreza estructural que tiene que ver con el sistema capitalista, es la consecuencia de un sistema que no promueve la equidad. Sí, en todos estos años, no he visto un aumento de la indigencia. Los niveles que se plantean de ingreso mismo son de algo más de dos mil pesos. Igualmente a nivel nacional esos parámetros están muy discutidos y, de hecho, el Ministro de Economía no quiere sentenciar a las personas en pobreza indigencia. Son posicionamientos paradigmáticos esos”, comenta Alejandra Filipetti, subsecretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad de Venado Tuerto. Un cambio de paradigma implicaría una definición clara de los objetivos nacionales: saber quiénes son pobres, por qué se los considera así, para poder implementar las políticas estructurales necesarias para revertirlo.
Ante un panorama tan confuso, se vuelve una necesidad establecer cuáles son las bases para medir la pobreza en función de las necesidades particulares, fijándose en las condiciones de vida en los distintos territorios y atendiendo a la realidad específica de la región. La definición de la pobreza tiene que ver, también, con una proyección hacia el futuro: es a partir de una perspectiva puntual que se trazan los márgenes en la población. El acceso a los bienes y servicios, y la cobertura dada por el estado, marcan una línea: “para disminuir la pobreza estructural se necesitan políticas macro a nivel nacional, el estado municipal hace políticas subsidiarias. Esas son las problemáticas que agravan las cuestiones de pobreza: el acceso al mundo laboral, que se ha visto, este último tiempo, más personas que pueden ingresar; y lo otro, en Venado, es el acceso a la vivienda o a la tierra”, sintetiza Filipetti.
La posibilidad de contar con referencias propias permite tener un pantallazo más fidedigno de la realidad local. En Venado, la Universidad Tecnológica Nacional realizó un relevamiento en distintos barrios de la ciudad para conocer el mapa de alimentos. La cartera de Acción Social participó de ese análisis que facilitó una serie de datos sobre el nivel de ingresos y las bases de alimentación en los barrios Ciudad Nueva, Alejandro Gutiérrez, Iturbide y San Vicente, algunas de las zonas en donde se concentran la mayor cantidad de personas en condiciones de pobreza, tomando como referencia esos parámetros. “Nosotros nos manejamos con una cifra provincial, de hace 2 años, el porcentaje en el departamento era del 11% de pobreza. A partir de ahí planificamos la política social municipal, además de los datos tomados de nuestra sala de cómputos. Con la investigación de la UTN nos daría un poco menos”, detalla la funcionaria municipal.
La magnitud de las ciudades es una variable a tener en cuenta a la hora de las mediciones. La distribución demográfica, los alcances de la salud y la educación, el acceso a los servicios de infraestructura, las posibilidades de cobertura, y las oportunidades de desarrollo vital, se dan en diferentes dimensiones según el tamaño de la ciudad. Tener en cuenta esas particularidades es fundamental para conocer mejor lo que sucede en la ciudad: “en una ciudad más grande la distribución y el acceso es más dificultoso. Cuando se analizan los niveles de pobreza se toma en cuenta no solo la plata que ingresa a la vivienda, sino también el acceso a la infraestructura de la ciudad, como agua potable, cloacas, a la salud. Yo creo que Venado, por ser una ciudad más chica pero también por una inversión municipal, el acceso a la salud y a la vivienda son cuestiones que se garantizan desde la municipalidad. No tenemos personas en situación de calle, no hay indigencia de niños viviendo debajo de un puente por no tener donde vivir”, dice Filipetti.