(PR/Rocío Guzmán/Santiago Córdoba) El 19 de marzo de 2020, la Argentina se detuvo. Con la firma del decreto 297/20, el presidente Alberto Fernández establecía el inicio de la cuarentena obligatoria en todo el país, una medida que cambiaría la vida de millones de personas y marcaría el comienzo de una lucha incierta contra el COVID-19. La norma entró en vigencia el 20 de marzo a las 0 horas, iniciando así el confinamiento más estricto en la historia del país. Hoy, cinco años después, aquel anuncio sigue resonando en la memoria colectiva, con sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas aún presentes.
“Hemos tomado una decisión en el gobierno nacional de dictar un decreto de necesidad y urgencia”, anunció Fernández en cadena nacional esa noche. “A partir de las cero horas de mañana, todos los argentinos y argentinas deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esto quiere decir que nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas”. La medida, apoyada por todos los gobernadores, buscaba frenar la propagación del virus, que ya había llegado al país con los primeros viajeros procedentes de zonas afectadas.
Apenas unos días antes, las fábricas de alcohol en gel no daban abasto, los vuelos internacionales traían pasajeros que eran derivados a hoteles para cumplir con el aislamiento y el virus demostraba que no esperaría al invierno para expandirse, como había anticipado el entonces ministro de Salud, Ginés González García. El funcionario, que en enero de 2020 había asegurado que el coronavirus no llegaría a la Argentina, admitió después que la velocidad con la que avanzó la pandemia lo había sorprendido. El 3 de marzo, el país registraba su primer caso importado.
La cuarentena fue anunciada como una medida excepcional. Cuatro días antes, el 15 de marzo, se había decretado la suspensión de clases en jardines, primarias y secundarias. “La idea es poder hacer algo para evitar la circulación”, había señalado Fernández, aunque en ese momento se creía que los niños no eran un grupo de riesgo. Sin embargo, el presidente advirtió que podían ser portadores del virus y contagiar a los adultos.
Esa misma noche, el mandatario estableció los alcances de la medida. Los comercios de cercanía, farmacias y ferreterías permanecerían abiertos, pero la circulación estaría estrictamente controlada por fuerzas de seguridad. “Aquel que no pueda explicar qué está haciendo en la calle se verá sometido a las sanciones que el Código Penal prevé”, advirtió Fernández.
Nadie imaginó en aquel momento la magnitud de lo que vendría. La cuarentena, que se extendió mucho más de lo previsto, dejó un saldo de 130 mil vidas argentinas perdidas y un impacto profundo en la sociedad. El aislamiento impidió acompañar a los enfermos, despedir a quienes fallecieron y generó una crisis económica que, a pesar de la asistencia estatal, golpeó a miles de familias y comercios.
Para quienes fueron los primeros en atravesar la enfermedad, la experiencia dejó marcas imborrables. Ricardo Bravo, el primer caso de COVID-19 en Venado Tuerto, recordó en una entrevista con Ver TV en 2021 cómo vivió aquellos días. “Nos tocó desgraciadamente a nosotros, la pasamos re mal los primeros días y los primeros meses, no por la enfermedad, sino por algunos vecinos”, relató.
Bravo explicó que se contagió al ir a buscar a un familiar al aeropuerto de Buenos Aires y que, al regresar a su ciudad, sin saberlo, circuló por distintos lugares. “Nos enteramos cuando nos hicieron el hisopado”, reconoció. Lo que siguió fue un calvario: él y su pareja fueron los primeros casos en la ciudad y, además del aislamiento sanitario, debieron enfrentar la condena social. “Tuve prisión domiciliaria por tres meses, luego fueron seis. La pasamos re mal. No podíamos salir ni a la vereda, teníamos un patrullero afuera de casa”, recordó.
La visión desde el sector salud
El Dr. Pedro Bustos, quien en aquel entonces asumía un nuevo cargo en la gestión sanitaria, recuerda cómo vivió los primeros días de la pandemia desde su rol en el sistema de salud.
«Tratando de recordar cómo empezó todo, fue un debut en un cargo nuevo. Venía de ser Secretario de Salud en Venado Tuerto, y a la semana aparece el dengue en Argentina y, bueno, se cierra todo», rememoró.
El desconocimiento era generalizado. «Recibíamos noticias de Europa, de otros continentes, y avanzábamos de acuerdo a los conocimientos que teníamos», relató Bustos. Sin embargo, destacó la respuesta del sistema sanitario: «Puedo rescatar, mirando cinco años para atrás, el gran esfuerzo del sector salud. Realmente duplicaron las fuerzas para sostener la atención como se hizo. Fue un esfuerzo enorme de todos».
El médico recordó que los profesionales de la salud trabajaron sin descanso. «Éramos 24/7. La gran mayoría de los profesionales hicieron un esfuerzo coordinado, porque a pesar del desconocimiento, se lograron acciones que trajeron más seguridad a la gente», afirmó.
Pero también hubo momentos de mucho dolor. «Uno recuerda con tristeza la pérdida de tanta gente conocida. Por momentos parece haber sido una pesadilla», expresó Bustos.
Con el tiempo, la llegada de la vacuna significó un punto de inflexión. «El gran alivio en ese torbellino que fue la pandemia fue la vacuna. A partir de su introducción nos reorganizamos, manejamos distinto el aislamiento y nos dio tranquilidad y movilidad para todos», explicó.
Hoy, cinco años después, Bustos espera que la pandemia haya dejado un aprendizaje. «Esperemos que los que pudieron sacar algo positivo de todo esto recuerden la importancia de las medidas de prevención y el respeto hacia el otro», concluyó.
A cinco años de aquel decreto que paralizó al país, la pandemia dejó cicatrices imborrables. El impacto sanitario y económico sigue siendo materia de análisis, pero lo que permanece inalterable es el recuerdo de aquel 19 de marzo de 2020, cuando Argentina entró en cuarentena y el tiempo pareció detenerse.
