El rubro de las fiestas fue uno de los más afectados por la pandemia del coronavirus. En Santa Fe, una organizadora de eventos supo reinventarse a pesar de esto, y fundó un emprendimiento de regalería, donde prepara cajas de regalos «mágicos e inolvidables», como le llama ella. A un año del decreto de la cuarentena, vende cientos de productos por mes y asegura que aunque vuelvan los eventos seguiría con su emprendimiento.
Se trata de Eugenia Román, de 36 años. Es entrerriana pero santafesina por adopción hace 18 años. Desde 2006 trabajaba en la ambientación de eventos sociales y empresariales, el único rubro que nunca volvió a la normalidad. Habló con la emprendedora, quien contó que cuando vio que esto «venía para largo», sintió que «había que hacer algo», para «no frenar la actividad que me gusta». Con esta motivación empezó a vender lo que llamó «la caja feliz», con elementos para celebrar en casa con muchos detalles personalizados.
En la época del aislamiento obligatorio, mucha gente le mandaba regalos a otras personas con las que no podían encontrarse y Román pudo ser parte de muchos mensajes que se enviaban, porque los escribía a mano para el agasajado. Empezó a enviar cajas a Buenos Aires, Entre Ríos, y «los mensajes que se mandaba la gente en la ausencia de tener el contacto personal, eran re profundos y me emocionaban hasta las lágrimas. Eso me encantó hacerlo y lo hago hasta el día de hoy», relató.
Cuándo decidió emprender?
La cuarentena se impuso en medio de la temporada alta de eventos, de hecho el fin de semana anterior había trabajado en cuatro eventos. «Para nosotros fue un descanso, veníamos con mucho trabajo y calculamos que los eventos se postergarían un par de semanas y listo, que iban a ser 15 días», aseguró. Paralelamente su hermana que vive en Madrid le había adelantado como estaba la situación allá, y se dio cuenta que el aislamiento se iba a extender.
Un domingo muy angustiante a fines de abril entendió que su rubro sería el último en retomar la actividad. Así que el lunes se fue al taller donde tenían muchos insumos para preparar eventos, telas, máquinas industriales y empezó a hacer costuras. Cosió barbijos, almohadones, para «hacer catarsis y matar el tiempo». Y en esos ratos comprendió que la gente iba a seguir cumpliendo años pero aislados, solos, y por ende más tristes.
Román aseguró que «como me gusta mucho participar en las celebraciones de las personas y sus momentos lindos, lo hago con amor y pasión, busqué la manera de estar presente en ese momento, pero de una forma más personal». Y así surgió «la caja feliz«, para «llevar alegría dentro de tanta angustia e incertidumbre».
Para la época de pascuas, por lo que decidió agregar a la caja chocolates, arreglos florales y se juntó con una amiga que también había quedado sin trabajo y empezó a hacer velas aromáticas. Para su sorpresa, la idea funcionó. «Fue mucho del boca en boca y ahora no paro de hacer cajas», contó. En plena cuarentena hizo un curso de packaging para profesionalizar la presentación, pero le gusta personalizarlo y todas tienen algo de los gustos de la persona que lo recibe.
Hoy también hace cajas para empresas y entidades, como el Colegio de Farmacéuticos, que en el Día Internacional de la Mujer le regaló a cada integrante una caja personalizada con su nombre. «Casi 60 mujeres recibieron cajas, para el día de la madre y del padre fueron furor también», contó.
Más allá de que fue un año difícil y de mucha incertidumbre, siente que fue un año positivo porque se pudo sostener económicamente con su emprendimiento. La pandemia le enseñó que «uno no debe tener una sola pasión, trabajo o actividad, sino estar preparado para cualquier cosa y abrir la cabeza a posibilidades de trabajo».
Román aseguró que «este emprendimiento puede abrirme muchas puertas y no lo suelto ni aunque vuelvan los eventos, me voy a organizar para seguir con las dos cosas», concluyó.
Fuente: AireSantaFe
