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Cáritas Venado Tuerto se suma al reclamo de la Conferencia Episcopal contra Milei

(PR) En el actual marco de crisis económica, la Conferencia Episcopal Argentina lanzó un fuerte reclamo al Gobierno de Javier Milei en relación a la asistencia alimentaria en medio de la denuncia de movimientos sociales al Ministerio de Capital Humano por demoras en la entrega de la ayuda social.

La declaración de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia indica, en su párrafo central, que «la comida no puede ser una variable de ajuste» y que «es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la crisis alimentaria».

“El pedido del pan de cada día es un clamor de justicia”, es el título de la carta emitida por los obispos, donde se afirma que “es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la crisis alimentaria. Y para eso se debe facilitar a las personas, las comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los más frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ante una crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad”.

Desde Cáritas Venado Tuerto, quien tomó la palabra fue Claudia Riesgo, quien en diálogo con Pueblo Regional, explicó: «En Cáritas Argentina se hacen realidad distintos fondos provenientes de diferentes ministerios, uno de ellos tiene que ver con el acompañamiento a merenderos, comedores o entrega de bolsones de alimentos, alternativa que se sumó este año”.

Claudia Riesgo, Cáritas Venado Tuerto. (Foto: Santiago Córdoba)

En lo que se refiere a Cáritas Venado Tuerto, Riesgo comentó que el trabajo se viene haciendo con «recursos propios». «Desde las Cáritas parroquiales o la Diocesana podemos acompañar desde las distintas gestiones de donaciones que hacemos», aseveró.

Paralelamente, informó: «Una de las primeras instancias que hemos recibido de Cáritas Argentina, con recursos económicos del Gobierno, es la posibilidad de gestionar fondos para este tipo de acompañamiento en merenderos, comedores o bolsones de alimento”.

Por el momento, desde Venado Tuerto, se está en el proceso de poder inscribir online la solicitud de ayuda, «estamos en el camino de poder transparentar nuestro accionar con fondos recibidos desde el Estado», y reconoció que «la situación no es fácil, viene compleja, por eso tratamos de acompañar con distintos recursos esta realidad que se le hará cuesta arriba a las Cáritas parroquiales y a la Diocesana para acompañarlas».

Coincidencia con la Conferencia

La dirigente apuntó que Cáritas Venado Tuerto acompaña completamente la carta de la Conferencia Episcopal Argentina «porque es el reflejo de la realidad que vemos en nuestra Diócesis. Nosotros hacemos hincapié en los niños, como dice el comunicado, y también en los abuelos. Esta es una realidad que en Cáritas se viene haciendo cada vez más visible y cruda».

Riesgo insistió con que Cáritas Venado Tuerto se venía manejando con recursos propios para sus servicios de asistencia, pero «ya el año pasado se nos hizo muy difícil y viendo como viene la cosa este año será mucho más complejo. Ahora está la posibilidad de solicitar esta ayuda, pero somos 66 diócesis que estamos buscando este apoyo. Esta será la primera oportunidad en que vamos a pedir porque vemos que no vamos a llegar».

Para graficar el cuadro de situación, la dirigente comentó que «muchas Cáritas parroquiales no pudieron cerrar en enero, como se hace tradicionalmente, y por la información que tenemos sabemos que la demanda aumentó, pero todavía no tenemos números concretos». Los síntomas de esta cara de la crisis son «la falta de trabajo, gente que se ha quedado sin un ingreso, y esa demanda de familias que no llegan a fin de mes está viniendo a Cáritas».

Comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina

El pedido del pan de cada día es un clamor de justicia. El libro sapiencial de Tobías, que encontramos en el Antiguo Testamento, nos enseña: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4,7). Entre las necesidades primarias, está el alimento. Por eso Jesús, se identifica con los últimos en la fila de la vida, que padecen hambre, y dice: “Tuve hambre y me diste
de comer.” (Mt. 25, 35)

A su vez, como obispos, en el trato pastoral con la gente sencilla, hemos aprendido que: “un plato de comida no se le niega a nadie”. Es que en nuestra patria nadie debería pasar hambre, ya que es una tierra bendita de pan. Sin embargo, hoy, a cientos de miles de familias se les hace cada vez más difícil alimentarse bien.

La inflación desde hace años crece día a día y pega fuertemente en el precio de los alimentos. Lo siente claramente la clase media trabajadora, los jubilados y aquellos que no ven crecer sus salarios. También todo el universo de la economía popular, donde prácticamente se trabaja sin derechos. Pensemos en los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los ladrilleros, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado y de servicio.

Ante este escenario de trabajo sacrificado y de bajos ingresos, las familias se privan de muchas cosas. Por ejemplo, una mamá puede privarse de tomar un colectivo y camina para ahorrar, pero de ninguna manera puede no darle de comer a sus hijos. Es decir, la comida no puede ser una variable de ajuste.

Es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la crisis alimentaria. Y para eso se debe facilitar a las personas, las comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los más frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ante una crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad.

El tiempo de la pandemia nos enseñó el valor de la respuesta comunitaria organizada: unidos para curar, cuidar y compartir fue la consigna de ese tiempo. Se multiplicaron así, los comedores en nuestras parroquias, en las Iglesias evangélicas, entre los movimientos populares -especialmente en casa de vecinos que prestaron un lugar-.

Las grandes protagonistas fueron las mujeres. Cada una se acercó a la olla pensando no sólo en sus hijos, sino también en los de los de los vecinos, y así formaron comunidad, así formaron un pueblo que le hizo frente a un desafío inédito. Si queremos trabajar por la paz social, tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al bien común.

Esa reserva está todavía presente, por eso el estado nacional, provincial y municipal, tienen que aprovecharla para que nadie se quede sin el pan de cada día. Todos los espacios de cuidado que dan de comer, todos los comedores comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de movimientos populares deben recibir ayuda sin dilación. Ningún sector de los que hoy están actuando, ninguna institución o Iglesia, podría hacerlo solo. La complejidad de la crisis así lo está indicando. Hay programas como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) que demostraron tener un impacto muy positivo, son fácilmente auditables y pueden aplicarse a todos estos lugares. Sin interrumpir la actividad de los espacios que continúan brindando asistencia alimentaria, se los puede auditar al mismo tiempo para que den cuenta de su transparencia y de este modo, contribuir a optimizar la ayuda sin descuidar a nadie.

Toda esta comunidad, verdadero ejército de amor y servicio, está dispuesta a dar de comer ahora porque hace falta, pero sin renunciar a seguirse poniendo la patria al hombro, para que en nuestra querida Argentina se haga realidad el sueño de Tierra, Techo, y Trabajo para cada familia.

Mons. Oscar V. Ojea, Presidente
Mons. Marcelo Colombo, Vicepresidente 1º
Mons. Carlos Azpiroz Costa, OP, Vicepresidente 2º
Mons. Alberto G. Bochatey, OSA, Secretario General
Conferencia Episcopal Argentina

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