Los festejos por el bicentenario de la declaración de la Independencia dejaron varias notas singulares que durarán en la historia. Desde la apelación a la supuesta angustia de los independentistas y la calificación cariñosa del presidente, Mauricio Macri, respecto del exrey Juan Carlos de España, hasta el aplanamiento y la licuación de todo contenido histórico, la celebración por el Bicentenario quedará como uno de los momentos más confusos y difíciles para la nación independiente.
Durante el desfile militar, atractivo central de la ceremonia, se pudo ver a Aldo Rico entre los excombatientes de Malvinas. Rico fue uno de los que encabezó el levantamiento carapintada que puso en jaque al gobierno democrático de Raúl Alfonsín. Curiosamente, el ministro de Defensa, Julio Martínez, quien coordinó la organización del acto, pertenece a la Unión Cívica Radical. Además, también estuvieron entre los homenajeados algunos militares implicados en delitos de lesa humanidad durante la dictadura. En esa línea, las organizaciones de derechos humanos y distintas agrupaciones políticas advirtieron la continuidad entre esas participaciones y las reuniones que el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, mantuvo con familiares de militares y las repetidas alusiones al fin del proceso de enjuiciamiento que permitió dar a conocer las atrocidades del Proceso y conseguir algo de justicia.
“El radicalismo, como parte de este proyecto político, deberá discutir. El ministro de Defensa es Julio Martínez, que proviene de la UCR. Espero que como militante político tome las medidas que deba tomar con las personas que organizar el acto y convocaron a Rico a desfilar. Que hayan estado personas que atentaron contra la paz de todos los argentinos, es un hecho repudiable y debe ser debatido en una mesa nacional entre el Pro y la UCR”, repudió el presidente de la UCR del departamento General López.
La vuelta atrás en el prólogo del libro Nunca Más es otra de las señales, un regreso a la teoría de los dos demonios. La complicidad de la justicia hace dudar sobre la posibilidad de continuación de los juicios en delitos de lesa humanidad. Son alrededor de dos terceras partes las que aún no cuentan con sentencia firme y corren peligro de caerse. En ese marco, el desfile no es solo un acto protocolar.
