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La “profe streamer”: da clases de matemáticas por Twitch desde Bahía Blanca y la siguen estudiantes de todo el mundo

Marcela Álvarez enseña Análisis Matemático en la Universidad del Sur, está cerca de jubilarse y eligió esa red social para dictar sus clases. Además de los alumnos de su cátedra, se fueron sumando estudiantes de distintos países de América y hasta de Europa.
“Siempre me olvido de algo… ¡Son tantas cosas, chicos!”, dice a modo de disculpas Marcela Álvarez cuando se interrumpe la transmisión en vivo vía Twitch de una de sus clases de Análisis Matemático I, destinada a los estudiantes de la Universidad del Sur. Segundos antes perdió señal de wifi y debió desactivar las notificaciones del celular, que vuelve a acomodar en la canaleta del lado posterior de un pote de telgopor donde días antes hubo un cuarto de helado. Ahora es una suerte de trípode, porque el que compró no sirvió: “¡Hemos vuelto!”, celebra y enumera los inconvenientes de estar conectada al mismo tiempo desde su móvil, una notebook y leyendo desde una PC el punteo de la clase.
No mira a cámara porque en forma permanente lee el intercambio de chats de sus alumnos, que comentan sobre la interrupción y las habilidades de “la profe” para solucionar los problemas. Ella no deja sonreír por lo que escriben y antes de continuar con la segunda hora de la cátedra les pregunta si se prepararon el mate. Una nueva catarata de mensajes aparecerán sobre el margen derecho de la pantalla y se mantendrán durante las dos horas y poco más que dura cada trasmisión.
Marcela cumplió 60 años en enero, está pronta a jubilarse y utiliza la misma plataforma que popularizó el futbolista Kun Agüero en sus competencias de videojuegos en línea. Enseña desde el living de su casa y, pizarra de por medio, explica los problemas, las ecuaciones y cada gráfico a sus 130 alumnos y a las más de 700 personas, incluso de otros países, que siguen sus clases. Ello no la molesta y celebra que sus estudiantes sean los que cuiden el lugar cuando el público se desordena.
“Tengo un turno el 30 de abril para llevar toda la documentación para iniciar los trámites de mi jubilación, pero bueno, la docencia me puede. Me gusta contar lo que sé, lo que descubro, lo que leo”, dice y confía que después de 39 años como docente vive estos días con sentimientos encontrados y la nostalgia la arrastra a aquella tarde en Azul cuando, con 13 años, decidió que se dedicaría a los números: aprenderlos, investigarlos y enseñarlos. Estudió la Licenciatura en Matemáticas en la universidad donde hoy es una de las profesoras más queridas, se graduó y más tarde se doctoró. Durante la entrevista con este medio revivirá también los tormentos que padeció durante sus primeros años como estudiante universitaria en plena dictadura militar y revelará los secretos de las exitosas clases virtuales, y confesará cómo le gustaría que la recuerden.
Detrás de escena: Marcela lee una de las preguntas de sus alumnos mientras deja por unos segundos la pizarra con sus explicaciones. «Los apuntes son capturas de pantalla», dice.
La “profe streamer”
Al igual que el resto del mundo, durante la cuarentena Marcela también tuvo que adaptarse. Comenzó a dar clases por Zoom, pero esa plataforma no soportaba a los más de 200 participantes que debían verla. “Cuando me di cuenta de que la pandemia no sería solo por 15 días comencé a buscarle la vuelta a las clases virtuales. Como todos mis alumnos eran de carreras de Computación y conocían todas las plataformas, me dieron la idea de usar Twitch”, recuerda sobre el primer cuatrimestre en pandemia. La profesora confiesa que es “muy curiosa y muy de la tecnología”, por lo que no le costó adaptarse. Además, no titubeó en consultarles a sus alumnos las dudas que las transmisiones en vivo le generaban.
Como cualquier docente en el país, tenía la opción de grabar sus clases en la plataforma de la universidad y dejar allí los apuntes y el material de estudio, pero no la convencía. “Me parece fundamental transmitir en vivo, porque mi clase va de acuerdo al termómetro de los alumnos. Yo podría grabar cada clase en el sentido que a mí me parece, pero quizás los chicos están necesitando otras cosas y es necesario aclararles dudas, que hagan preguntas o aclarar conceptos”, asegura.
Es más, Marcela está abierta a las preguntas no solo de sus estudiantes sino de quienes ven sus clases y participan de ellas porque la plataforma es abierta. “A la clase entra gente de otros países que si les interesa lo que escuchan se quedan y hasta hacen preguntas. Hace poco hablé del teorema de un francés y se metieron chicos de Francia, que claro, escribían en francés y no les entendía”, se ríe por ello y confiesa que también hubo veces que cuando las clases llegaron a ponerse complicadas por intervenciones inapropiadas de las visitas fueron sus alumnos quienes hicieron de moderadores.
«Hay mucha interacción con los chicos. Yo me divierto con ellos y noto que disfrutan mucho —asegura—. Todos son alumnos de primer año en sus carreras, pensá que solo hicieron los cursos de ingresos y que no sé si será por el anonimato de esta plataforma o qué, pero todos participan mucho, aunque sólo los conozco por sus nombres virtuales”.
Álvarez comparte una anécdota que la ayuda a destacar la importancia de un vivo bien aprovechado: “El cuatrimestre pasado, durante una clase, recibí varias preguntas de un usuario que no conocía y pensé que sería un alumno que antes no se animó a preguntar. Pero hacía preguntas muy atinadas y cuando se retiró de la clase me agradeció mucho por las explicaciones y dijo que era el papá de un estudiante de Ingeniería de otra universidad al que le estaba costando mucho entender esta materia y que después lo que escuchó sintió que podría ayudarlo. Eso me impactó muchísimo porque muestra cuán útil podemos ser”.
Bajar las matemáticas a la realidad
Marcela nació en Rojas y allí vivió sus primeros años. Su padre era bancario y la familia se mudaba a menudo. Esas mudanzas impactaron muy duro en su adolescencia, porque no podía hacer amistades y cuando las tenía, debía decirles adiós.
“Era buena estudiante y me iba muy bien en la escuela, pero cada vez que llegaba a una los grupos ya estaban formados y era difícil ser parte. Hice terapia y la psicóloga me recomendó que usara mis conocimientos para que ellos se acercaran. A veces ayudaba a los que no entendían. Generalmente me preguntaban por Física o Matemáticas”, recuerda la mujer. que tiene dos hermanas y un hermano.
Para las mujeres de la familia, aspirar a un titulo universitario parecía imposible. “Mi papá no quería que nosotras estudiáramos en la universidad y yo sabía que quería dedicarme a las matemáticas. La opción era para mi hermano, que fue el que no quiso seguir con la vida académica”, cuenta y aclara que como no había un hogar estabilizado, la idea de que ellas se mudaran solas para ir a la universidad no era viable.
Hasta que el destino echó las cartas a su favor. “Por suerte, cuando cumplí los 17 años nos mudamos a Bahía Blanca y aquí terminé la secundaria e inicié el ingreso a la Licenciatura en Matemáticas, en 1979. No fueron los mejores años por todo lo que se vivía en el país. En la entrada de la universidad nos revisaban todas nuestras pertenencias, abrían las carteras, los libros hasta nos buscaban en los bolsillos que no tuviéramos propaganda política o algo ‘prohibido’… No son mis mejores recuerdos”, lamenta.
Luego de un hondo suspiro por ese recuerdo cuenta que sus hermanas estudiaron profesorado de Literatura y veterinaria.
Marcela se reconoce práctica, y aunque admite que ve el mundo en números utiliza eso a favor de sus clases porque “las matemáticas están en todo y a mi me gusta lo exacto… Hasta cuando me pasan una receta tiene que ser en cantidades exactas no ‘un poco de…’”, ejemplifica y ríe porque recuerda que la pizarra que usa en clases es la que tenía sobre la mesada de su cocina para apuntar recetas y la lista para el mercado. “La saqué para esto, la tenía empotrada en la pared y ahora quedó un hueco”.
Volviendo a sus últimos días como docente, ahora popularizada por sus clases online, dice que fue en 2019 cuando planeó jubilarse a los 60 años, sin imaginar que sus últimas clases serían hablándole a la cámara de su celular.
—¿Cómo le gustaría que la recuerden sus alumnos?
—Me gustaría que digan que encontraron -un poco o mucho- el gusto a las matemáticas a través de lo que aprendimos juntos, que digan que descubrieron que esta materia no es el cuco y les generé interés en ella. A veces alguno me piden un artículo que comparto en clase porque quiere saber más y eso me pone muy feliz. Solo deseo haberles ayudado a abrir alguna puerta a través los diálogos y de las reuniones que tuvimos. Eso es lo que más deseo.
Fuente: Infobae

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