(PR) Con profunda pena, este medio fue notificado sobre el fallecimiento del reconocido mozo Norberto Oscar Albarracín, “Amarillo” para quienes tuvimos el placer de conocerlo.
El 20 de agosto de 2022, Franco Santinelli escribía un artículo para Pueblo Regional, donde repasaba su vida del mozo y lo definía como “ágil y habilidoso”, que “se movía como pez en el agua por el restaurante” y donde los sándwiches, cortados, platos varios y postres, llegaban a las mesas acompañados por su sonrisa y chispa; características que junto al respeto y la humildad distinguían a esta amable persona.
La nota completa
Amarillo nació el 1 de julio de 1958, era padre de un varón y dos mujeres, que le dieron 3 nietos. Y era, en actividad, el mozo más “veterano” de Venado Tuerto. Hace 35 años comenzaba en el rubro de la gastronomía, como algo complementario a sus otros trabajos. Fue tornero en una fábrica, y luego hizo logística en el ex banco BID. Hasta que en 1995 la entidad cerró sus puertas y se dedicó tiempo completo a trabajar de mozo. “Yo trabajaba de mozo para hacer un dinero extra. En el restaurante legendario ´El Trébol´ (San Martín y Chacabuco) y también en el restaurante del Club Centenario(calle Casey, donde ahora hay un supermercado)”, decía Norberto, que para aquel entonces, ya hacía más de 25 años que trabajaba como mozo en el Centro de Empleados de Comercio.
Un niño inquieto y jocoso
De chico era muy rubio y terriblemente travieso. Cuando tenía 4 o 5 años, vivía al lado del club Pueyrredón (lugar al que concurría muy a menudo) y los patios lindaban uno con otro. Al aparecer en el lugar, todas las personas exclamaban: “Estamos todos bien, todos tranquilos, pero ahora llegó el amarillito y empieza a correr por todos lados”. Así llegó el mote que lo acompañaría toda su vida. “Nadie me reconoce por cómo me llamo, mis compañeros me cargan y me dicen que debo ser el único mozo sin nombre”, se reía y contagiaba a la moza que traía el café en aquella nota.
Vinculado a una familia dedicada al rubro gastronómico, nos decía: “Mi abuelo fue mozo toda la vida, trabajó en el Riviera, en esa época este trabajo era distinto. En los años 70, los mozos de Venado Tuerto eran muy requeridos. Mi abuelo muchas veces viajó a Mendoza o Mar del Plata a hacer la temporada”. Aunque ese trabajo era su vida, no siempre fue así. “Yo lo veía de chico y pensaba que nunca iba a ser mozo, porque cuando todos están de fiesta, vos tenés que trabajar. Pero bueno, casi por casualidad empecé y todo lo que conocí me encantó”.
La labor de un mozo
Amarillo era astuto para moverse entre mesa y mesa, y también para reconocer a cada cliente. “Yo llego a la mesa y siempre hago algún comentario o algún chiste, con eso me doy cuenta de que manera tengo que atender a la gente. A veces al verlos entrar, yo ya sé con qué humor vienen y de qué forma hay que atenderlos”, afirmaba. Pero además, Amarillo era perspicaz y cautivador, su manera de trabajar era siempre la de entrar en confianza y que los clientes se sientan bien, que pasen un buen momento. “Y con tantos años en el rubro me ha ido muy bien, ya me reconocen como un personaje dentro de la gastronomía”, había comentado.
En la misma nota, sostuvo: “La forma de los mozos cambió, hay cosas que se fueron perdiendo. Antes había que quedarse hasta que los clientes se iban, ahora no hay tanta tolerancia con la gente. Este es un trabajo que hay que hacer por vocación, tenés que saber que se trabaja muchos feriados. No es un trabajo que pueda hacerse por obligación. Sábados, viernes a la noche… Imaginate hacer este laburo con mala cara, imposible.Si este trabajo no te gusta, es mejor que no lo hagas”.
“Mi característica principal es que puedo llevar 5 o 6 platos de una vez, soy muy hábil con las manos”, se jactaba de sus cualidades este buen mozo. Antes la costumbre era servir a la gente en la mesa, sobre todo las pastas, lo que se denomina trinchar, o sea servir el plato con una cuchara y un tenedor. “La pasta venía en una bandeja y luego se servía directamente en la mesa. En mis comienzos, los más viejos te enseñaban, y yo aprendí a hacerlo con mucha elegancia. Por otro lado, nunca anoté en un cuaderno las comandas, cuando lo haces todos los días, con los años se genera una memoria, no sé cómo explicarlo”, y agregaba con mirada cómplice: “Y si por ahí me confundo y bajo un plato que no es el que me pidieron, al oír el reclamo les digo: te probé para ver si estabas atento”,
“El más viejo no sé, pero el mas lindo seguro”
Cuando se tocó el tema de los años de trabajo su personalidad brotó nuevamente: “Calculo que soy el mozo más viejo en actividad… No sé si seré el mozo mas viejo, pero el mas lindo seguro”, las carcajadas no se hicieron esperar. “Se que algunos están trabajando”, continuaba: “Porque con la jubilación por ahí no alcanza. En realidad yo soy oficial tornero, empecé bastante tarde en este rubro, pero me adapté muy bien”.
Al hablar sobre cuestiones que se quedan por siempre en la memoria había dicho, con ojos brillosos: “Anécdotas tengo miles, hace 29 años que trabajo en el Centro de Empleados. Pero la relación que formé con todos ahí, las vivencias que tuve, los lugares que conocí, eso es lo lindo”. “Con este trabajo tuve la oportunidad de conocer Uruguay, España. Cuando viajábamos con los grupos de deportistas yo tenía que atenderlos, pero en el momento de entrenar yo podía recorrer y conocer todos los lugares que quisiera”, en cada momento Norberto hizo saber que estaba muy emocionado con las cosas que le tocaron vivir junto a la gastronomía. “Yo soy una persona agradecida con la vida, por todo lo que me dio este laburo. Yo siempre rescato lo bueno que me ha pasado, la gente que conocí”.
Es sabido que un mozo carismático tiene mas chances de recibir buenas propinas, y en el caso de Amarillo nos encontramos con uno de los mejores. “Todo esto tiene mucho que ver con la amabilidad de los clientes de Venado y la zona, yo he atendido al adolescente, al papá y al abuelo de muchas personas. Siempre con el respeto que todos nos merecemos, algún que otro chiste para entrar en confianza y hacer que las personas pasen un buen momento”, habla siempre con mucho respeto, como si sus virtudes fuesen algo que las demás personas forjaron en él.
Una propina exclusiva que recibió fue la remera de Todd Jadlow, jugador estadounidense campeón de básquetbol con Olimpia en la famosa temporada 1995/96. “Las propinas también son una parte importante del trabajo, cuando el mozo es entrador la mayoría de las veces las propinas son buenas, pero eso no importa demasiado, yo realmente soy millonario en afectos”, disparó directo al corazón, Norberto Amarillo Albarracín, en esta nota.