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Berenice, la nena del tren: en barrio Guemes su abuela, jubilada docente, la lleva todos los días a saludar a su amigo maquinista y al tren

(PR) Berenice Magallanes tiene 5 años y vive en Venado Tuerto, y como tantas niñas de la ciudad; se queda con su abuela cuando su mamá asiste al trabajo. Día por medio, desde hace años, Susana de 63 años, docente jubilada, la recibe en su casa del barrio Güemes de Venado Tuerto y la cuida, mechando juegos, enseñanza y disciplina. Todo ello por el lapso de varias horas hasta que su hija (la mamá de Berenice) vuelve a buscar a la nena. Pero, sabido es que la intensidad de los niños de 3, 4 o 5 años hacen que hasta a la persona más experimentada en los menesteres del trato con niños se le quemen los papeles. Así le ocurrió a Susana una mañana de hace tres años, en que ya sin saber cómo más entretener a la niña salió a caminar con su nieta y la llevó hasta las vías del ferrocarril, que están situados a apenas una cuadra de su vivienda de Cayetano Silva y Antártida Argentina. Y allí comenzó otra historia. Una que hasta el día de hoy continúa, a la misma hora, día por medio.

Según relató a PUEBLO Regional la mamá de Berencie “su pasión por ir a ver pasar el tren es culpa de su abuela Susy. Desde que era pequeñita, para entretenerla mientras la cuidaba, la abuela la llevaba a ver el tren que pasa a escasos 100 metros de dónde ella vive”. Agregando que “eso que empezó siendo un simple paseo, hoy es un hábito para la nena. Nada más siente la bocina del tren empieza a pedir a su abuela que la lleve a ver su paso. Y allá salen las 2 a la carrera, y lo esperan hasta que pase completo”. El ritual se repite día por medio, de la misma forma, desde hace tres años. “invierno, verano, con llovizna o sol rajante hay que ir a ver el tren”, comenta la mamá de Berenice. “Tan es así que los maquinistas ya la reconocen, y cuando pasan saludan con la mano, y le tocan bocina. Supongo que la nena les debe poner una cuota de emoción y cariño a ese aburrido viaje de tantos kilómetros”, reflexiona.

Los días viernes se une a la excursión el primo de Berenice, Elián (de 5 años). “Entre los dos, después de saludar al maquinista, controlan cuántos vagones llevan bolsas de residuos depositadas por la gente, que en lugar de colocarla en los canastos de su casa para que los lleven los recolectores, la depositan sobre las superficies planas que presentan algunos vagones. Ese ‘control’ suele ir acompañado siempre de una frase que ya se ha hecho clásica: ‘¡Que gente mugrienta!”, comenta la mama. Concluyendo: “También les gusta observar el estado de los vagones, si son nuevos o viejos y demás. Cuando sean grandes y sientan la bocina del tren, lo primero que le vendrá a la memoria será esta parte feliz de su infancia y el inmenso amor de su abuela”.

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