(PR/Norma Migueles) En la mañana de este lunes se llevó a cabo, en los Tribunales de Venado Tuerto, la audiencia imputativa y cautelar contra MB, esposo de Stella Eidner (37 años), la trabajadora del Hospital Regional Alejandro Gutiérrez que fue asesinada el jueves pasado cuando salía de su domicilio de Chile y Cerrito, en el barrio Victoria.
El fiscal de la causa, Iván Raposo imputó al acusado por homicidio calificado, agravado por el vínculo y por el contexto de violencia de género (femicidio). El juez de Investigación Penal Preparatoria (IPP) Eduardo Bianchini, hizo lugar al pedido del fiscal y ordenó prisión preventiva sin plazo, no haciendo lugar a la solicitud de la defensora María Cecilia Tosco, de que se permitieran salidas laborales y pernoctara en la comisaría.
Al respecto el fiscal Raposo, señaló su conformidad con el avance del proceso, a la vez que ratificó que la teoría de la fiscalía está cimentada en pruebas contundentes.
“La evidencia presentada fue suficiente para que en esta instancia se pueda imputar y dictar la prisión preventiva al entender que quien cometió el hecho fue el esposo de Stella Maris”, evaluó.
Un cúmulo de pruebas obtenidas en estos cinco días permitió al funcionario del Ministerio Público de la Acusación (MPA) a presentar una causa sólida, donde el responsable es el hombre que hoy quedó privado de su libertad.
Las pruebas
El funcionario del MPA detalló durante una hora las pruebas recabadas ese mismo jueves, donde todas apuntaron sin dudas al hombre que fue convocado por su hijo, porque habían herido de muerte a la madre. Un hombre que se mostró compungido y quien desde el primer momento abonó la teoría del robo.
Pero los investigadores vieron que había un reguero de sangre que iba por Cerrito, desde la esquina con Chile hasta 2 de Abril. Por las cámaras de un vecino vieron a un hombre agazapado detrás de unas bolsas de material de construcción y luego salir corriendo hacia el norte por Cerrito.
Minutos después un coche blanco, igual en marca y detalles que el que tiene el imputado, pasó por la Ruta 8 e ingresó a una empresa cerealera ubicada en zona de vías. Minutos más tarde ingresó un auto gris, era el vecino que le venía a avisar de la desgracia ocurrida en su casa.
En forma inmediata el sospechoso se dirigió a su auto, sacó un bulto y lo llevó hasta un galpón en desuso que sirve de depósito. En el ingreso había gotas de sangre, en la llave de la luz también. En un cajón fue hallado un bulto que contenía un pantalón, guantes de trabajo y una gorra con manchas de sangre.
Unos 7 u 8 minutos más tarde, con su auto blanco llegó a Cerrito y Chile, tenía una mano lastimada, y dijo que se descuidó en la trituradora. Se cambió en la casa y dejó un reguero de sangre hasta el baño. Consoló a su hijo y recibió el pésame de los conocidos y vecinos.
Un hijo de la pareja, que ayer le manifestó al juez que no podía creer como se dieron los hechos, le dijo a Bianchini que conocía a sus padres y que no entendía este desenlace.
Sin embargo, en la medida que el fiscal describía la línea histórica del homicidio y las evidencias recabadas, el joven se desmoronó y el llanto lo ahogó. Una veintena de familiares acompañaron al joven, quien luego retornó sin poder disimular su angustia.
Angustia que no se vio en su progenitor, quien escuchó la imputación sin inmutarse y prefirió no hacer uso de su derecho a presentar ante el juez su versión.
Presentes
Medio centenar de personas siguieron la audiencia en los Tribunales, la gran mayoría de ellos familiares de Stella Maris. También se acercaron algunos familiares del imputado y profesionales de derecho y de movimientos feministas.
Compañeras de trabajo de la víctima y algunos cercanos, llevaron carteles pidiendo justicia, incluso algunos se animaron a hablar con los medios de comunicación, recordando con dolor a la trabajadora sanitarista.
